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— ¿Qué es para mi? —

Legoshi caminaba con la cola entre las patas, como se suele decir.
No había podido decirle que no a la joven conejita que había ido hasta su club para pedirle que comieran juntos.

Se sentía incómodo, aquella chica.
Literalmente se le había insinuando, ¿qué demonios le pasaba? ¿Por qué?

—Hey, llegaste—aquella dulce voz lo sacó de sus pensamientos de golpe—en serio creí que no vendrías ¡Siéntate!

Se veía tan feliz, como si nada hubiera pasado entre ellos, es decir, nada incómodo.

—G-gracias…

Ladeó la cabeza confundida—¿No vas a comer?

—Ya comí en clase, gracias—respondió, evitando todo tipo de contacto visual—

—Te ves algo tenso, ¿estás bien?

Legoshi paró las orejas ante el comentario, lo cual, de cierto modo fue gracioso para la conejita.

—¿Quieres la verdad?

—Ok, entiendo que estés incómodo, yo también lo estaría si fuera tú—mintió suavemente para aligerar la tensión—, pero, tú… hay algo raro en ti.

Oh, por el cielo, ¿qué podría ser?—pensó burlándose, riendo por lo bajo— ¿Te habrás dado cuenta de algo, pequeña coneja?

—Es decir—retomó la pequeña mirando sus ojos—, no eres como el resto, eres… diferente ¿sabes?

—Honestamente me lo han dicho muchas veces—respondió algo animado con una sonrisa contagiosa—, pero ¿gracias?

—No—rió la conejita con amabilidad—, quiero decir… eres increíble.

El lobo abrió los ojos de par en par al escuchar aquello.
¿Increíble? ¿Lo decía en un buen plan o era increíble por ser extraño?
Bajó la mirada sin decir nada, sintiendo su rostro arder.

—¿Lo ves? ¡eres genial!—escuchó las sonoras risas de la conejita, lo que hizo que volviera su mirada a sus grandes ojos negros—, no lo sé, me gustaría que fuéramos ya sabes amigos.

Aquello era sin duda peculiar.
¿Ellos dos amigos? ¿Un gran lobo malo y una tierna y dulce conejita? ¿Se podía?

Legoshi se quedó mudo por unos segundos mirando los ahora expectantes ojos de la otra; ella también estaba consciente de la extrañes en sus palabras, sabía las grandes diferencias entre ellos, pero, sin duda algo en el lobo había captado su atención.

—¿Esta bien?—dijo finalmente el lobo alzando los hombros con algo de inseguridad—pero, sin ofender, ¿no sería raro?

—Para mí no—respondió la pequeña moviendo los pies, pues no alcanzaba el suelo—, pero no sé si tú…

—Pues… no, espera, ¡No! E-esta bien, quiero decir—se aclaró la garganta—tal vez para ti sea algo incómodo, al final siempre nos…—calló al ver una mueca en la cara de la contraria—

—Sé lo que han pasado—exclamó la conejita con una sonrisa—, prometo que seré tu amiga, sin importar qué.

Legoshi sonrió levemente, optó por dejar el tema por la paz y siguieron platicando de otras cosas.

Clases, gustos, infancia, cosas realmente triviales y normales en chicos de si edad.
Pero él sentía algo, las palabras que había dicho rondaban su cabeza.

(…)

Iba de regreso a su club después de hablar con su "nueva amiga", metido en sus pensamientos como era de costumbre.

¿Los herbívoros y los carnívoros no son amigos?—pensó algo decaído— entonces Louis y yo, ¿no somos amigos?

¿No?

Decaído por su propia lógica, Legoshi sintió un golpe en el estómago. Se había dejado llevar por sus sentimientos tan repentinos y extraños que había olvidado ese detalle.
Ellos dos no podían ser amigos, pues, irónicamente la raíz de esa "relación" había sido un ataque, que luego dió paso a esos extraños sentimientos.

Legoshi se paró en seco.

¿No será..?—pensó con miedo— ¿No tendré yo... hambre?

Mudo y congelado se quedó en medio del pasillo por aquel fugaz y terrorífico pensamiento.
¿Podía ser eso?

—¿Estás bien, idiota?—una animada como molesta voz soñó detrás de él, vaya suerte la del lobo—¿Legoshi?

—¡Eh! Perdón, he estado algo ido últimamente—se giró para ver al ciervo a los ojos y rió nerviosamente—

—Ya…—alcanzó a decir el ciervo—como sea, ¿Vas al club?

—S-sí.

—Vamos, yo también.

—¡Antes tengo que ir por mis libros!—se apresuró a decir asustando levemente al herbívoro—ve tú.

Louis alzó una ceja con desconfianza.
Ya era la segunda vez que el lobo se comportaba de esa manera, es decir, dejaba de ser tan amable. Aquello en cierta manera, le molestaba, pues, tener el control sobre todos era lo que más paz le daba.

—¿Qué te traes entre manos, perro imbécil—dijo directo mirando los ojos del más alto, quién rápidamente se tensó ante las palabras—

—Nada—respondió Legoshi tratando de sonar convincente—.

—Has estado muy raro últimamente, pulgoso, dime qué pasa—replicó el ciervo con el entrecejo fruncido—.

—Louis hablo en serio, dejé mis libros en mi salón y tengo que ir por ellos—se esforzó por sonar serio y levemente enojado—.

—Hablamos de esto más tar…

—No puedo—dijo repentinamente—, tengo mucha tarea y cosas que hacer, perdón.

Louis lo miró con enfado, pero al mismo tiempo, parecía serio, indiferente.

—Sabía que no lo ibas a entender—exclamó con odio—ustedes no nos ven como amigos, ¿no es así, Legoshi?

—¿A-a qué te refieres?

—¿No es obvio?—sonrió con algo de molestia—estas cansado, seguramente te aburriste o ya te cansaste… patético.

Legoshi no dijo nada más y se dió la vuelta para irse.

Aquello quizás no era lo mejor, al menos no para él, pero para Louis sí.
Alejarse de alguien como él, alguien que estaba entre un dilema bastante delicado era lo mejor, pues

Legoshi no sabía si era hambre o amor

𝘾𝙖𝙘𝙚𝙧𝙞́𝙖 | 𝗟𝗼𝘂𝗶𝘀 × 𝗟𝗲𝗴𝗼𝘀𝗵𝗶 | 𝗕𝗲𝗮𝘀𝘁𝗮𝗿𝘀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora