CAPITULO 1

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CLARENCE

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CLARENCE

Lo recuerdo como si fuera hoy.

Más de 13h de vuelo.

Algo cansado y no solo por el viaje.

También, por el ajetreo que fue anterior a ello.

Mi mudanza y preparación a América y terminando de cursar mis últimos años de mi carrera en una de sus prestigiosas universidades, cual conseguí una beca por mis excelentes calificaciones.

Era y solo decir un hasta luego a mi tierra por tiempo todavía no definido.

África.

Encontrar lugar no era un impedimento, ya que sobraba por pertenecer a una familia incontable, cosa que muchos se disputaron.

Mamá no aceptaba siendo algo lógico, una habitación estudiantil.

Su justificación y haciendo alusión de ello, por vivirlo en carne propia.

Esa propia vivencia.

Y pese a que no fue nada mala y la disfrutó estudiando medicina y especializándose luego en Pediatría Infantil, careció de lo que ahora sobra.

Familia.

Con la aprobación de papá y aunque yo, ya fuera mayor de edad lo respeté.

Y en cierta manera no me desagradó, porque me gustaba mi primo Caleb con los tíos y que siendo los únicos directos, descubrí de niño y con cada navidad o fin de año festejando en África por otros tíos viviendo allá, que en realidad pertenecíamos y éramos parte de una numerosa familia donde no se tenía en cuenta la línea sanguínea.

Pero sí, la del corazón.

Decidiendo como nuevo hogar y ofreciéndose con mucho cariño aparte de muchos, como el tío Rodo con Mel y mi primo Caleb con Hope.

 A Tatúm y Cristiano.

Elección, no solo por la comodidad de su hogar siendo la más cerca en distancia a mi Universidad.

También, porque años atrás y el último viaje que hice con mis padres, la sencillez de su hogar y un tranquilo barrio como jardín trasero, no solo me llamó la atención.

Así mismo, me gustó.

Y le hice justicia a ese recuerdo, cuando al descender del auto que Cristiano mismo fue por mí, al aeropuerto y a los pies de la puerta de entrada de la casa.

Me recibió Tatúm alegre y dándome la bienvenida, mientras un pequeñito de unos tres años y queriendo ser importante como llamar mi atención, él mismo quiso levantar mi equipaje para llevarlo a mi habitación, causando que todos sonriamos por su proeza.

Recuerdo que me flexioné sobre una rodilla y acaricié su pelo lacio y algo revuelto al verlo.

Ya que, cuando vine por última vez, Tatúm estaba embarazada de él.

- Tiene libros aparte de ropa dentro... - Le dije ante su insistencia de querer cargarlo. - ...hasta a mí, me costó arrastrarlo... - Le sonreí. - ...pero, serás un hombre muy fuerte como tu papá. - Mis palabras lo reanimaron.

Y no fue un cumplido.

Porque todo el niño denotaba la futura herencia genética de su padre, pese a su tamañito.

Permanecí en esa postura, pero con mi vista en ese entonces a lo que se ocultaba tras la falda de su madre tímidamente.

He incliné mi rostro graciosamente al ver como al focalizar en ella.

Nuevamente su cara como toda su personita ya con 8 años de edad, volvía a esconderse tras las piernas de su madre.

- Lulú... - Cristiano la llamó con cariño, alzando a su hermano más pequeño que demandaba sus brazos. - ...no vas a saludar a Clarence?

Tatúm río.

- No lo entiendo... - Murmuró. - ...habló de ti toda la semana, sabiendo que ya era pronta tu llegada... - Giró para descubrir a la niña, pero ella lo hizo con su madre escondiéndose más y a la perfección como una sombra.

Me hizo sonreír.

- Tal vez, no me recuerda. - Acoté, pero tanto Tatúm como Cristiano negaron.

- No, lo hace perfecto. - Me dijo uno. - Aunque tu visita la última vez fue hace años, te reconoce...

Asiento a lo que me dicen y recordando algo que llevo en un bolsillo de mi abrigo, lo saco.

Una tableta de chocolate sin abrir.

La que es mi favorita con sus 8 cuadrados perfectos lleno de almendras en su interior.

Y cuando lo extiendo, logro captar su atención, ya que la última vez cuando estuve, compartí con ella uno igual y le agradó mucho.

Sus ojos celeste de un cielo intenso, asomaron por sobre la tela de la falda de Tatúm.

Para luego parte de su rostro, cual ahora su pelo crecido y que antes lo llevaba cortito.

Ahora, caía con su largo y por su posición, todo hacia un lado.

Su mano surgiendo también a mi dirección, me decía que aceptaba mi ofrenda como esa siempre tímida y casi intangible sonrisa que me mostraba su boca y cual, al ampliarla descubrí una ventanita, ya que le faltaba unos de los dientes frontales por estar cambiándolos.

Y me sonreí, más.

Mucho más.



8 Segundos® [COMPLETA] [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora