CLARENCE
- ¿Te vas? - Elisa me susurra al ver que me incorporo del colchón, haciendo a un lado las sábanas.
- Ya es tarde... - Respondo, intentando ver con la única luz que proviene de su mesa de noche junto a su cama, mi ropa interior como jeans y camisa, esparcidos por el suelo.
Siento como mira automáticamente la hora de su despertador.
- No lo es... - Me dice conciliadora y con su mano extendida, dibuja un lado y el contorno de mi espalda desnuda con su dedo. - ...vamos, son solo las 23 pasada... - Insiste.
Pero niego, ya de pie y subiendo mi bóxer por mis piernas, seguido a mi pantalón y por ello, me mira mezcla de desaprobación como recorriéndome con su mirada cada centímetro de mi torso desnudo.
- Lo lamento. - Hablo y con un movimiento, poniéndome la camisa. - Para mí, es muy tarde...
Lo es.
Y aunque su mirada me pide explicación, cosa que lo comprendo perfecto.
Porque mañana es sábado y aceptando su invitación a que cenemos juntos, seguido a algo que ambos queríamos.
Sexo.
Una segunda ronda y por qué, no.
Hasta una tercera, tranquilamente teniendo toda la noche y llegando el fin de semana, lejos de obligaciones y estudio.
Ya vestido y calzado, me arrimo hasta su cama donde sigue a medio recostar y apenas cubriendo su desnudez con una parte de las sábanas blancas.
Con ayuda de mi rodilla sobre esta, atraigo su rostro con mi mano para besar sus labios.
Es hermosa.
Toda ella y un buen puñado de compañeros como no, de la universidad me darían la razón, ya que Elisa es atractiva.
No solo físicamente.
Morena y curvilínea.
También en lo intelectual que aparte de sus atributos, lo que más me gustó.
Pero no entra en mi vida como espacio el enamorarme.
No lo deseo ni llama mi atención como meta de vida.
Y cumpliéndose lo que era mi prioridad.
Recibirme de mi carrera.
Ahora, era pasar al siguiente paso.
Me despido con la promesa de nuevamente vernos algún otro día desde la puerta de su casa y llegando el taxi por mí.
A través de mi ventanilla, ya en el interior y mientras se interna por las calles y el congestionamiento vehicular en dirección a casa, elevo mi vista hacia el cielo nocturno.
Estrellado y muchas titilando.
No olvidé mi promesa, pero realmente necesitaba estar con algunos compañeros en un bar y luego ir con Elisa a su casa.
Chequeando la hora, me asomo entre ambos asientos delanteros para hablar al conductor.
- Disculpe... - Le digo. - ¿Podría ir más rápido? - Pido con cierto aire de preocupación.
Pero el buen hombre, señala lo que le impide frente a su parabrisas.
El embotellamiento de coches por ser viernes, sumado un cruce de semáforos cumpliendo su turno.
Y desconforme, el peso de mi espalda se derrumba contra el respaldo de mi asiento.
Minutos después, solo avanzamos pocos metros y otra vez el semáforo en rojo vuelve a detenernos.
Y ya la paciencia que me costaba retener, desaparece.
Sacando mi billetera por un par de billetes, se lo entrego mientras sin perder tiempo abro mi puerta.
- Lo haré caminando... - Le digo saliendo.
Ya que no queda lejos tampoco y corriendo llego, me aliento, pidiendo en el apuro permiso y con una mano en alto a un par de coches que paso por su frente y no avancen, ya que es una avenida de triple mano hasta llegar a la acera y comenzar con mi carrera.
Cual, lo hago sin dejar de trotar a pasos ligeros mientras me hago espacio y pidiendo permiso entre los transeúntes con cada cuadra pasando y más calle cruzando.
Pero haciendo una parada en una tienda para comprar algo.
Y con la noche más avanzada ya pisando los primeros escalones de la casa, continuo a sacar mi juego de llaves para abrir sin pérdida de tiempo la puerta de entrada.
Una vez dentro la oscuridad me recibe.
Solo la luz de una lámpara de pie, ilumina un sector de la sala.
Sin hacer mucho ruido, me deshago de mi saco por el calor de mi carrera, dejándolo en el perchero de entrada para encaminarme luego en dirección a las escaleras.
Al llegar al segundo piso noto que todos duermen, solo mi habitación está vacía.
Y una cierta tristeza me embarga al ver media abierta la puerta de la habitación y también a oscuras al asomarme, que ella también está dormida.
Entro con cautela para no despertarla y notando como plácidamente duerme.
Su suave respiración ralentizada me lo confirma.
Solo me atrevo lentamente a taparla más con su cobija, seguido a inclinarme al notar que entre sus manos al cubrirla, que retiene algo con sus manos.
Pese a la oscuridad, parece un cartulina.
Con cuidado se lo saco y murmura algo dormida que no logro comprender.
Pero al abrir el papel enrollado, este, sí.
Es para mí y me desea sobre dibujos y letras con su puño escrito en varios colores, felicidad por recibirme.
Tristeza y culpa me colma con ello y cuando veo, que ya son cerca de la una de la mañana.
Acaricio suave su mejilla dormida y parte de su pelo castaño que se arremolina con su largo sobre su almohada.
- Yo, lo siento tanto... - Le susurro muy bajo. - ...feliz cumpleaños mi arbolito... - Le digo como me gusta apodarla, ya que y teniendo en común, que ambos disfrutamos de ese jardín secreto y trasero con su vegetación.
Lulú ama montarse en un árbol que con su gran tamaño, nos regala su sombra como fresco todos los veranos.
Y suspiro poniéndome de pie y depositando junto a su tocador la cartulina que era para mí, pero sin antes dejar sobre su almohada lo que llevo conmigo poco más de una semana, junto a una tableta de chocolate que compré en la tienda camino a acá y se convirtió para ella también en su golosina favorita.
Su regalo de cumpleaños y que yo mismo elegí, caminando por una calle comercial una tarde.
No es grandioso ni salió una fortuna.
Pero Lulú ama como su madre las prensas de pelo.
Y cuando descubrí la que elegí para ella en un puesto en la calle, supe que tenía que ser para Lulú.
Una muy bonita con su color plata y pequeñas rosas rojas, decorando un extremo.
Ya que, muchas veces la vi dibujar estas flores en su cuaderno, mientras yo estudiaba.
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8 Segundos® [COMPLETA] [+16]
RomanceÉl, es un reconocido escritor. Yo, una aspirante. 8 años de tiempo nos separaron y mismo número nos vuelve reunir. Porque, Clarence Montero. Viene por mí...