Él, es un reconocido escritor.
Yo, una aspirante.
8 años de tiempo nos separaron y mismo número nos vuelve reunir.
Porque, Clarence Montero.
Viene por mí...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
LULÚ
Siete días que no supe nada de Clarence, después de ese encuentro en su hotel.
Y aunque sé, que no fue abducido, secuestrado o cabiendo la posibilidad de que arrepentido por todo lo que me dijo, decidiera nuevamente y digamos.
Escapar con otro viaje.
Nop.
Seguía con vida y continuaba en la misma ciudad que yo.
Y hasta definitivamente con firma y todo, nuestra editorial trabajando para él.
Solo, que no hacía su acto de presencia con su demasiado y por demás, agradable y caliente como el infierno, apariencia.
Sip.
Ahora, me explayo a lo sucio se puede decir.
Porque resulta que este hombre desde que me dijo esa promesa.
La tipo porno.
Resulta, que los agonizantes seis días atrás.
Incluyendo el de hoy, como supongo el de mañana y hasta pasado.
Y aunque, me sentía una chica más curiosa que activa, la realidad, por carecer de ciertas y profundas experiencias en cuanto a lo sexual con el abanico de colores que puede ofrecer.
Algo en mí, cambió.
O mejor dicho, se activó.
Mental como físico.
¿A qué, me refiero?
Diría mi abuelo, simple.
Mi cuerpo no es el mismo desde ese día.
No solo, tuve que recurrir a una servilleta de papel como mencioné en el ascensor.
Los días restantes, también.
Y aquí, entra lo mental, ya que en perfecta sincronía con lo otro, juegan.
O más bien, juego contra mí.
Pensando en las palabras de Clarence, cual junto a ese juramento, tanto ellas como la suavidad que me las mencionó, soy un manojo y no solo de nervios.
Mucho además.
De expectativa y tensión en el terreno sensual.
Porque él me dijo, que espera mi sí.
Y que solo una palabra mía bastaría, para que de rienda suelta a lo que claramente nos debemos.
Amor y entrega.
Y se me escapa una risita nerviosa desde mi escritorio de trabajo.
Por lo mucho de este último.
Un océano de sensaciones femeninas lo que me embarga, que, pese a nunca carecí de estos.
Esta semana que pasó, descubrí el verdadero valor como intensidad.