Amar

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"No hay forma buena o mala de amar, lo importante es la forma en que se exprese" leyó alguna vez, en algún lugar de tan poca importancia que no lo recordaba. La frase jamás hubiera dado vueltas en su cabeza, porque nunca lo consideró de aquella forma; él era un ser solitario.

La soledad no le era molesta, le gustaba. Se había sentido cómodo y en paz durante tantos años que para cualquiera hubiera sido difícil involucrar a alguien más a su vida después de una rutina previamente establecida. Pero la chica que en ese momento ocupaba su cocina, tarareando una canción famosa en la radio, había entrado con tanta facilidad, trayendo una tormenta a su vida, que ya no era de extrañar que estuviera usando su casa como si fuera la propia.

Tal vez en un futuro lo fuera.

Porque Kagome llegó como un huracán en pleno verano; arruinando su calma, volviéndola tempestad. Y cedió ante ella, ante el mundo caótico que le presentó. Ante los sentimientos que provocó en su interior. Se adaptó a sus silencios, a sus rutinas pre establecidas y él al desorden que dejaba en la cocina, a las risas que inundaban la habitación los viernes por la noche.

Supo que la amaba el día que despertó y ella no estaba. Porque la rutina se sentía demasiado incómoda y el silencio no era lo mismo si no sabía que había alguien compartiendo el espacio con él. Y cuando regresó y se miraron, supo que podía dejarla marchar cada día como de costumbre, pero no quería.

Y Kagome sonrió a su propuesta, tampoco quería marcharse.

Mientras afuera las hojas de los árboles caían en pleno otoño, su amor, tal y cómo una planta que estaba empezando a agarrar confianza en el suelo en el que había sido plantado, había empezado a florecer con fuerza. Apropiándose de aquel espacio que solo les pertenecía a ambos.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora