Llanto

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Aquella tarde, la noticia cayó sobre ambos como una lluvia repentina y terriblemente helada, si bien él podía entender aquel dolor, la realidad es que estaba lejos de experimentar aquella sensación de la misma intensidad con la que lo enfrentó su novia, queriendo parecer fuerte en todo momento mientras escuchaba los por menores en la llamada y cuando finalmente colgó, la vio tomar un poco de aire antes de finalmente girarse y verlo.

No era necesario que le dijera nada, ni siquiera que repitiera las palabras que la señora Higurashi había dicho en el teléfono y Kagome parecía bastante... distante. Queriendo decirle algo y al mismo tiempo, deseando no hacerlo. Él se mantuvo en su lugar, sereno, esperando el momento en que tuviera que acercarse y ser su apoyo. No obstante, ella parecía evitar su mirada y sólo alargó su mano, tal vez de forma involuntaria, pero él la tomó.

Entrelazó sus manos, brindándole en el proceso una pequeña caricia que parecía ser el impulso que Kagome necesitaba para empezar a derramar las lágrimas que había estado conteniendo. Por primera vez desde que estaban juntos, él tomó la iniciativa de abrazarla, de brindarle un refugio en medio de aquella noticia que su abuelo había fallecido.

No preguntó nada, no le dijo absolutamente nada para calmar lo que estuviera sintiendo. Sólo la abrazó en la oscuridad de la sala, con Yakō a unos pasos, también en silencio, tratando de darle su espacio para que terminara de desahogarse para que la carga se hiciera menos pesada dentro de ella, aunque sabía, que se acercaban días difíciles.

Cuando Kagome logró calmarse, le dedicó un suave gracias, pero no se separó de ella en ningún momento y esto no pareció molestarle, acomodándose en su hombro para seguir pensando en lo que acababa de pasar.

Sesshōmaru sabía que el llanto no se había detenido por completo, pero él estaría ahí para ella los días que fueran necesarios.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora