Hambre

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Era poco común despertar con ruidos en la habitación, a decir verdad, también era raro despertar y ver la luz del sol en todo su esplendor. Sesshōmaru giró su vista hacia el reloj que descansaba en la mesa de noche que se encontraba al lado de la cama y pudo percatarse de que ya era medio día.

Jamás en su vida había dormido tanto y se dijo entonces, que la culpa de romper su horario común de sueño, era de la chica que todavía descansaba bajo las sábanas, completamente ignorante al ruido que Yakō parecía estar haciendo como forma de demandarle algo. No perdió mucho tiempo, se puso de pie con rapidez y llegó lo más rápido que pudo hasta la cocina donde Yakō parecía estar haciendo todo el escándalo.

Se acercó a él, siendo recibido con bastante alegría por el can, quién no tardó en acercarle su plato de comida como señal de que realmente estaba hambriento. Sesshōmaru no podía culpar a Yakō por todo el desorden, a decir verdad, el cachorro parecía haberse acostumbrado a desayunar a su lado, horas antes de que Kagome despertara. Que ahora ambos se hayan quedado dormidos y él aguantara tanto sin despertarlos en señal de hambre, era pedirle demasiado.

Le dio una pequeña palmada al can en forma de cariño, antes de dirigirse a la parte donde guardaban su comida y finalmente servirlo en su plato. Yakō pareció bastante agradecido y se devoró todo de una forma rápida. Cuando terminó, sus orbes parecieron centrarse en él, Sesshōmaru se agachó para volver a acariciarlo lentamente.

—La próxima vez —le dijo, sin tener completo conocimiento si Yakō podría o no acatar su petición—, despiértala a ella.

El can ladró, como si le estuviera diciendo que lo haría; aunque internamente, Sesshōmaru sabía que aquello sería sumamente difícil. Aún así, ¿quién no le garantizaba que sería un espectáculo digno de presenciar?

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora