Solsticio

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Sesshōmaru jamás había sido una persona de supersticiones, demasiado acostumbrado a hacerle caso a su parte racional más que a las creencias de los demás. No obstante, Kagome pareció bastante interesada en las historias que Izayoi les había comentado durante la cena; ese día correspondía al solsticio de invierno. Por supuesto, él había escuchado múltiples relatos cuando era un adolescente. Su madrastra siempre que podía compartía aquellas historias que siempre le apasionaban de diversas culturas. Y él, en su papel de adolescente rebelde, siempre fingió que no la escuchaba.

Pero si lo ponían junto a su medio hermano, estaba seguro de que él recordaba incluso más de lo que InuYasha lo hacía. Izayoi jamás había estado interesada en impartir materias que tuvieran que ver con historia universal, pero tenía un encanto especial para transportarte hacia lo que te estaba narrando. No era de extrañar que Kagome quedara tan encantada e interesada como él mismo lo había hecho la primera vez que la escuchó.

Y aunque después el tema cambio de rumbo gracias a su medio hermano que había importunado en la estancia con su habitual humor demasiado enérgico para su propio gusto, él pudo ver que los ojos de la chica seguían brillando con un interés que no le pasó desapercibido. Incluso cuando la hora de irse llegó, Kagome seguía conservando aquella idea en su mente y poco le habló en el camino de regreso a la casa que compartían.

Tan pronto llegaron y reemplazaron su ropa semi formal por sus pijamas, Kagome salió a contemplar el cielo desde el balcón. Para Sesshōmaru, la escena de ella contemplando el firmamento con aquellos ojos brillantes, fue el mejor escenario de aquel día.

—Izayoi dice que hoy se pueden pedir ciertos deseos —le dijo, sin voltear a verlo todavía.

Él se acercó, colocando su barbilla en el cabello negro azulado de la chica, aprovechando los diecinueve centímetros de altura que tenía de ventaja.

—¿Cuál fue tu deseo?

Kagome se volteó entonces, abrazándolo.

—Más vidas así.

A pesar de no creer en esas cosas, en silencio, también deseo lo mismo. Pero mientras, podía sentirse dichoso y pleno con tan solo tener a la chica entre sus brazos.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora