Celos

63 13 0
                                    

Alguna vez leyó alguna novela romántica al lado de Rin, por supuesto, aquel acto fue su muestra de afecto hacía la chica después de escucharla decir que quería tener un debate sobre algunas historias románticas que había encontrado y cuya curiosidad la habían llevado a terminar de leerlos en menos de un mes, pero sin tener a nadie con quién compartirlo.

Sesshōmaru, con aquel impulso protector que le nacía cuando estaba con ella, terminó pidiéndole que le dijera que libros eran los que había estado leyendo, haciendo que la sonrisa de Rin, tan risueña y hermosa como lo era, se ampliara aún más, en señal de gratitud y emoción en partes iguales; el romance, por supuesto, estaba lejos de ser su género literario favorito. Pero mentiría si no dijera que disfrutó de alguna frase que se encontraba ocasionalmente.

Por supuesto, había debatido aspectos del libro con Rin durante varios encuentros y el tema murió ahí hasta que su mejor amiga terminó encontrando otro y arrastrándolo a aquel mundo ficticio de escenarios románticos que jamás lograría comprender del todo en ese entonces. Hasta que Kagome —tormenta— Higurashi llegó a su vida. Y solo entonces tal vez pudo coincidir con todas esas personas que argumentaban que del amor todavía no se había escrito nada. Era cierto. Porque lo que sentía, estaba lejos de ser plasmado con facilidad en palabras.

No obstante, jamás había experimentados algunas emociones que se describían hasta el punto de ser repetitivas en aquellas historias de amor: los celos, eran un claro ejemplo de esto. A pesar del tiempo que ambos llevaban juntos, jamás había experimentado nada pareció a aquella emoción en ningún momento.

Hasta ese día.

Cuando esperó a Kagome con paciencia fuera de su trabajo, hacía frío y sabía que el suéter simple con el que ella había salido no iba a ser suficiente, por lo que le traía otro extra. Sin embargo, no tuvo tiempo de acercarse al ver la escena que se estaba contemplando frente a sus ojos: Kagome había salido con su pequeño grupo de trabajo, pero fue sólo un chico que parecía incluso un año menor que ella, el que se quedó a su lado. Parecía ofrecerle su propio abrigo y su prometida le hacía una señal explicándole que no era necesario.

El ir y venir de aquella conversación parecí nunca tener fin, hasta que él, harto de aquella situación, caminó hasta donde se encontraban ambos. No hizo ruido alguno, pero se posicionó de forma rápida al lado de la chica, pasando uno de sus brazos en su cintura y su barbilla en la cabeza femenina, aprovechando los centímetros de diferencia de altura.

Sessh —exclamó ella, sorprendida e incapaz de ver lo helado que parecían sus ojos ámbares al mirar al otro chico.

Este, por supuesto, pareció temer. —¡Nos vemos mañana, señorita Kagome! —Huyó de aquella escena, como si hubiera cometido la mayor fechoría de su vida y estuviera huyendo por su seguridad.

Tal vez así fuera.

—¿Qué fue eso? —Preguntó Kagome, pero fue incapaz de pensar en aquel asunto a profundidad cuando el abrigo se posicionó alrededor de sus hombros. Y captando porque Sesshōmaru estaba ahí, le sonrió antes de darle un abrazo bastante rápido para empezar a caminar hasta su hogar.

Tal vez las novelas románticas no exageraban cuando hablaban de celos.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora