Pesado

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Nadie te menciona lo pesado que es ocultarle algo a alguien por su propio bien, por el hecho de que la sorpresa no se eche a perder y todo salga como esperas. Pero desde hace meses siente una incomodidad al estar con su novia que ella apenas había empezado a notar hacia una semana atrás; la verdad sea dicha, jamás le había mentido. Así como jamás le ocultó nada en todo el tiempo que llevaban saliendo.

Cuando tomó aquella decisión, la primera en saberlo fue Rin, quién le miró con atención durante minutos para después estallar en carcajadas llenas de felicidad para después abrazarlo con fuerza, felicitándolo por la decisión que había tomado y le dijo que lo siguiente era buscar una situación perfecta.

Pero por más que la buscaba, jamás la había encontrado como tal. Y aquella sensación se volvía cada vez más y más pesada dentro de él, aunque pudiera ocultarlo con perfección, pero todo secreto pesa hasta el momento en que esta demanda salir porque te asfixia: no le gustaba la sensación de aquellas verdades a medias.

Y a esas alturas, se había convencido de que ninguna situación o escenario le parecería la adecuada. Así como no lo fue cuando ambos terminaron atrapados en un edificio en una tarde lluviosa y dejaron salir los sentimientos que gritaban en sus pechos con fuerza pero que ninguno tuvo la valentía de poner en palabras hasta ese momento que la plática casual que Kagome había empezado terminó en una declaración de parte de ambos.

Fue por eso que cuando Kagome llegó tarde ese día, cansada y harta de todo como desde hace una semana atrás, él le propuso sentarse en el balcón de su residencia. La chica aceptó enseguida, dejando todas las carpetas de su trabajo esparcidas sin cuidado en la sala y caminando hasta el lugar, jalándolo a él con la misma alegría e ilusión de una niña pequeña.

Aquella faceta era diferente a cómo había llegado, pero no le dio importancia, disfrutando de aquella explosión de felicidad que había logrado provocar. Tan pronto llegaron, Kagome se acercó al barandal que tenía el balcón, sentándose en él de manera despreocupada, sabiendo con certeza que las manos de Sesshōmaru se encontrarían firmemente en su cintura e impedirían que algo le sucediera.

—Me gusta el cielo de otoño —le dijo, al momento que sus orbes admiraban con verdadera fascinación las estrellas que lograban divisarse.

¿Cómo logras conservar algo en tu mente de una forma exacta? Se pregunta. No porque no lograra recordar lo que sucedió, sino porque había emociones que Kagome le mostró aquella noche que se encontraban grabadas en su mente con fuerza; sabía qué la había sujetado con fuerza para evitar que la emoción la hiciera caer al momento que sacó de su pantalón aquella sortija de compromiso que había comprado y ocultado lo mejor que pudo.

Su novia si se había desestabilizado en el barandal, pero terminó girando su propio cuerpo con una velocidad envidiable y lanzándose a sus brazos sin importarle nada más. Diciendo una y otra vez «acepto» que hizo que aquel sentimiento pesado se desapareciera finalmente de su pecho, dejándose ahora envolver por la calidez que Kagome siempre lograba transmitirle.

La misma calidez que le hizo tomar esa decisión y hacer aquella pregunta en aquella noche estrellada, porque encontrar un momento perfecto era imposible dentro de la rutina que compartían. Si se ponía a pensarlo, cualquier momento hubiera sido perfecto si su reacción hubiera sido la misma.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora