Fastidio

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Había cosas que provocaban fastidio en Kagome, llevándola a un estado de completa irritabilidad, volviéndose verdaderamente necia y cerrándose a ver más allá del problema que se le presentaba.

No podía culparla, por supuesto. Por eso cuando la vio, realmente fastidiada después de horas de estar sentada haciendo un trabajo antes de que la batería de su laptop muriera, supo que el día de su novia estaría bajó un panorama para nada agradable.

Yako se acercó, como buscando consolarla de forma muda, diciéndole que todo mejoraría y recuperaría el posible documento que había perdido. Kagome lo miró unos segundos antes de posar sus manos sobre el pelaje blanco del cachorro para después seguir con su trabajo, pero Yako se quedó a su lado, echado y tan quieto que parecía una estatua.

Él decidió no molestarlos, aunque ocasionalmente dirigía su vista a la chica esperando el mejor momento para acercarse sin llegar a molestarla del todo. Sabía que, cuando el estado de ánimo de ella mejorara, lo buscaría; esperó de forma paciente, terminando sus propias tareas, pero esto nunca llegó. En su lugar, Kagome parecía cada vez más absorta en aquel documento que apenas había podido recuperar.

Miró la hora y las hojas sueltas que estaban alrededor de su novia, podía predecir que no se había parado ni siquiera para tomar un poco de agua; le elaboró una pequeña merienda y llenó uno de los vasos con agua y se acercó con cuidado a ella.

—Kagome —sólo entonces la vio levantar la vista, había pequeñas ojeras debajo de sus ojos; había perdido tiempo estando enferma y quería reponerlo en ese momento, pero sólo estaba logrando fastidiarse a sí misma.

—Gracias —le dijo, tomando aquella merienda y bebiendo el agua con verdadera sed. Tal vez no fue consciente que tenía hambre y sed hasta ese momento. Él asintió, dispuesto para irse y dejarla terminar, pero Kagome se lo impidió, jalándolo ligeramente de la camisa como siempre que quería pedirle algo—. Quédate, Sessh.

Él asintió, tomando asiento a su lado, esperando que terminara de comer y luego con su trabajo. Solo haciéndole compañía de aquella manera, cuando Kagome finalmente exclamó terminé, le arrojó los brazos al cuello, abrazándolo como de costumbre.

—Si vas a consentirme de esta manera —le dijo, todavía escondiéndose entre sus brazos—, estar todo el día aquí sentada, dejará de ser un fastidio.

No le respondió, en su lugar dejó un beso casto en sus labios y Kagome no necesitó nada más para conocer su respuesta.

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