Eterno

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—Te amo —aquella vez fue la primera vez que se lo dijo a Kagome. Más bien, la primera vez que se atrevía a decírselo a alguna persona en su vida.

Si bien sus padres jamás habían sido amorosos y las palabras de amor ni siquiera eran pronunciadas, cuando empezó a vivir con Izayoi todo eso cambió, escuchando a su madrastra profesar amor a su padre en cada oportunidad que tenía y Kagome, en ciertos días, no difería demasiado de ella. Siendo igual de amorosa pero jamás esperando que él se lo regresara de la misma manera, mucho menos con la misma intensidad.

Pero aquella noche, mientras la veía cepillar su cabello enredado por el previo juego con Yakō y el anillo de su compromiso parecía brillar recordándole que próximamente serían marido y mujer, algo subió por su pecho y quiso estallar en sus labios.

Y lo permitió, dejando que la expresión saliera finalmente hasta llegar a su destinataria.

Siendo solamente ellos dos y la complicidad de su habitación los únicos testigos de aquellas palabras que brotaron desde lo más profundo de su corazón. Completamente seguro, sin dejar oportunidad a la duda o que ella pensara que estaba mintiendo.

Kagome lo miró, desconcertada, probablemente pensando si había escuchado mal y entonces se acercó, quedando ambos frente a frente y volvió a repetirlo, viéndola a los ojos y contemplando la sonrisa resplandeciente en el rostro de su prometida; jamás había dudado de su amor, pero escucharlo de sus labios, debió haber sido realmente emocionante, haciendo que buscara sus manos para entrelazarla y después jalarlo hacia sí, tratando de cerciorarse de que aquello fuera real.

Y lo era, tan real como ellos en ese momento. Como el sentimiento que habían plantado y había echado raíces con tanta fuerza que ahora no concebían la idea de soltarse.

Sesshōmaru no lo dijo, pero probablemente sus ojos hablaron por él y Kagome pudo leerlos, como la mujer experta en la que se había convertido en todo ese tiempo. De la misma forma que Sesshōmaru parecía entender sus pequeñas muecas, sus silencios cortos o prolongados cuando algo le costaba manifestar.

Y nuevamente, aquellos dos polos opuestos, concordaron en algo.

«Te amo hoy, mañana y por la eternidad»

Porque solamente el uno al lado del otro se permitía hablar de eternidades, como si pasar cada una de sus vidas juntos, no fuera para nada una mala idea. Confiando en que siempre habría algo nuevo que descubrir, algo porque maravillarse; algo que les confirmara, una y otra vez que aquel era el lugar correcto.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora