Sacramento

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Aquella tarde cuando Kagome le mencionó que estaba en casa de su padre y madrastra pasando la tarde, fue sumamente inesperada. Él jamás había sido apegado a ambos, pero la chica parecía tan cómoda con ambos que terminó aceptando cuando le dijo que se quedaran a cenar tal y como Izayoi se lo había propuesto minutos antes de que él tocara la puerta de la residencia. 

La cena fue tranquila y deliciosa, la conversación fluía más que nada entre ambas chicas y los comentarios oportunos de su padre mientras él se mantenía completamente callado, agradeciendo sólo al final por la comida. Cuando sucedió aquello, Izayoi no pudo evitar reír al momento que le decía que él no cambiaba.

Y aquella frase fue suficiente para encender la chispa de la curiosidad de Higurashi y darle a su madrastra otro tema para hablar durante varios minutos más, rememorando aquellas primeras veces en los que ambos tuvieron pequeños intercambios de palabras hasta la primera vez que conversaron, unos días antes de que su padre y ella se casaran de forma oficial.

A aquel relato le había seguido la acción de sacar las fotos familiares de un álbum que Izayoi atesoraba como si fuera uno de sus mayores tesoros; las fotografías de aquella boda. Del día en el que había visto más felices a ambos y el mismo día en que su padre lo había llevado a una habitación junto a su medio hermano para exigirles que se comportaran; que no toleraría ninguna pelea tonta entre ambos por ese día. Y cuando el sermón pasó, les dijo que estaba feliz de haber encontrado con quién deseaba compartir aquel sacramento y no sólo un vínculo conyugal.

Fue la voz de Kagome la que lo sacó de sus memorias, había hecho una pregunta de forma suave, como esperando que él no se diera cuenta o demasiada apenada para decirlo con una voz más alta. O tal vez estaba insegura. Pero la pregunta resonó en la habitación y dentro de él, con fuerza: ¿Cómo sabes que deseas compartir el sacramento del matrimonio con alguien?

Izayoi lo miró a él antes de responderle a Kagome, su padre hizo lo mismo, acercándose a su esposa para reafirmar lo que le estaba diciendo. Pero cuando Kagome volteó a verlo y sus ojos zafiros se conectaron con los ámbares de él, fue como si las palabras de ambos adultos pasarán a segundo plano.

Como si se hubieran conectado en aquel momento, con ojos brillando con la misma intensidad y los corazones latiendo al mismo ritmo, creando una melodía suave y armónica dentro de sus cuerpos. Diciéndose el uno al otro que tenían un futuro donde podrían tomar aquella decisión, si todavía no dudaban de estar seguros de dar aquel paso.

Pero no había duda alguna.

Tomar aquel sacramento con el otro, no resultaba una idea aterradora, ni siquiera parecían dudar de lo que querían. Aunque jamás lo habían puesto en palabras, parecía que bastó un solo segundo para llegar a un acuerdo: sí, sólo porque se trata de ti.

Porque no veo mi vida entrelazada con nadie más.

OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora