»100 days ✔️ [ Yoonlice ]

✔️ 015 ✔️

| Desconfianza |

—Mucha suerte, otra vez, Lisa — ignore al doctor Choi y mire el techo, blanco y el aire estaba contaminado con la loción del doctor. Me sentía asqueada.

—Su loción apesta.

—Tan linda como siempre, ya te extrañaba al no tenerte por aquí — sonrió y yo no le ví la gracia. —Lisa, una vez más, te recomiendo las terapias que imparte el hospital para personas como tú — dirigí mi mirada a él, él al tener mi atención, continúo. —Te hará sentir mejor esas terapias, claro, tu sarcasmo no se va a ir jamás, pero podemos hacer algo con tu depresión — dijo.

Estaba interesada, sí. Pero no quería aceptar que la jodida depresión me estaba ahorcando, hasta el punto de cuestionar mi existencia. Antes hubiera mandado al carajo (como siempre lo hacía), al doctor Choi, pero creo que esta vez, le tomé la palabra.

—¿Dónde es eso? — él se sorprendió por mi pregunta, tal vez estaba preparado para recibir alguna grosería de mi parte, pero no.

—Uhm... verás, hace una semana se mudaron a Busan, ya que aquí están vendiendo el local donde se reunían los pacientes, así que la mayoría se fue para allá, a recibir sus terapias.

¿Irme de Seoul?

—¿Quiere que me vaya de Seoul? — pregunté, él me miró y torció un poco la boca.

—Seria lo más probable, pero no es obligatorio, sólo si quieres, además, en mi opinión personal, te haría bien para cambiar de aire y de personas, lo cual te sentaría muy bien.

—Busan está a dos o tres horas de Seoul, lo más probable y lógico que sea el mismo aire, por ende, es negativo que cambie de aire, dah — respondí obvia.

Él rodó los ojos y bajo la carpeta donde anotaba cosas con su pluma negra, que a mí perspectiva, ya estaba dando las últimas en cuanto a la tinta.

—Antes de morir, voy a regalarle un paquete de plumas con mi nombre gravado — el frunció el entrecejo.

—¿Porqué con tu nombre gravado? — preguntó.

—Para que jamás se olvide de la paciente más simpática que tuvo — le sonreí con inocencia, él rió y bufó.

—Como diga — se dió la vuelta y salió de la habitación.

Suspire. Pegué mi mirada nuevamente al techo de la habitación, mientras que la loción apestosa del doctor, empezaba a desaparecer gracias al aire acondicionado.