Pasó una semana y para mi fue la más eterna de mi vida, ya que ni recibí un mensaje de Nathan y ni lo vi en el instituto. Mi madre me estuvo diciendo que fuera a su apartamento antes de que fuera demasiado tarde, pero tenía miedo de llegar allí y que me rompiera más de lo que ya estaba.
Me levanté de la cama, ya que llevaba toda la tarde tumbada, y me fui a la cocina para tomarme una manzana. Al llegar estaba mi madre haciendo un bizcocho y cuándo entré en la cocina enseguida se giró hacia mí.
-¿Qué tienes pensado hacer?-me preguntó y sabía perfectamente que se refería a Nathan.
-Nada...espera si que sé, seguir en mi habitación llorando por un idiota.-le dije con una sonrisa falsa.
-Hija, las cosas no se arreglan por quedarte en casa llorando.
-¿Y qué quieres que haga? Por mucho que vaya allá y le dija que no se vaya, se va a ir y después de un tiempo llegará aquí, tendrá una novia el doble de guapa que yo y me volverá a herir.-le dije mientras cogía la manzana.
-No te digo que vayas allá y le digas que se quedé, porque lo que tienes que saber, es que no puedes tirar por la borda sus objetivos, Hannah...-me dijo mi madre, mientras me veía cómo si fuera una niña que no entendía las cosas-. Yo lo que quiero es que tengas el valor de ir a su apartamento y hablar las cosas. Porque lo que tienes que tener claro, es que las cosas se solucionan hablando, no pasando del tema.-y con esto mi madre se va de la cocina dejandome con mis pensamientos.
Después de estar un buen rato pensando en que hacer, me decidí en ir al apartamento de Nathan. Me vestí y enseguida salí corriendo a junta de él. Cuándo llegué al edificio me fui directa al ascensor, dónde una señora que tendría sesenta años estaba a punto de darle el botón para subir y enseguida corrí para entrar.
-Perdona, cielo. No te ví.-me dijo la señora.
-No pasa nada.-y iba a darle el botón de la planta que estaba el apartamento de Nathan, pero la señora ya lo tenía marcado ahí.
Al acabo de unos segundos llegamos a la planta y yo enseguida salí dirigiendome al apartamento de él. Me puse a buscar si traje las llaves que me dio Nathan, pero cuándo me di de cuenta no las traje, así que me dispuse a tocar la puerta. Toqué dos veces el timbre y no abría, decidí volver a tocarle, pero nada y cuándo le iba a volver a tocar, me habló la señora del ascensor.
-Cielo, ya no está. Se fue ayer...-cuándo la señora se dispuso a dar la vuelta, enseguida volvio a parar y a volver a verme-...por cierto, ¿eres Hannah?
-Si, soy yo.-le dije y me acerqué a ella.
-Ven conmigo. Tengo una carta para ti.-me dijo y enseguida el corazón se me aceleró. Cuándo entramos en su apartamento, ella se dirigió a la cocina y enseguida volvió con una carta blanca en sus manos-. Es para ti. Nathan me digo que te la diera, porque era importante y él sabia que ibas a venir.
-Muchas gracias.-le dije y ella me ofreció una sonrisa.
Me despedí de la señora y salí del apartamento, para sentarme enfrente de la puerta de Nathan y leer la carta.
''Si estás leyendo esta carta es porque ya me fui. Sé que estas enfadada conmigo, pero sabía que ibas a venir a hablar. No tenía pensado marcharme ya, ya que iba a tardar dos semanas más, pero sabiendo cómo estamos, prefería marcharme así y me resultaba las cosas más faciles, ya que tener que despedirme de ti en una carta me cuesta, cuánto más sería en persona. Quiero que sepas que siempre te amaré, aunque no te lo digera y sé que ahora mismo tu cabezita estará pensando que no y que soy un idiota...y si lo soy, pero soy tu idiota. Espero que llegues a perdonarme.
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Nada es imposible
Romance¿Qué pasá después de haber estado todo el verano haciendo ejercicio, comiendo sano y disfrutando del verano? Bueno, pues yo sé la respuesta. Soy Hannah, una chica que nunca fui popular en el instituto y que no llamaba la atención a los chicos, pero...