Lee Minho, un dulce omega de solo 16 años, de pocos amigos.
Aunque se tratara de la persona más lindas tierna que podrías haber visto, era ignorado por la mayoría de alumnos en la escuela.
Pero todo lo contrario a lo pensado, los alumnos no "pasaban...
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Suaves jadeos escapaban de su boca a medida que el aire se hacía escaso en sus pulmones, llevándolo a detenerse un momento, mirando hacia todas partes, atento al silencioso bosque que se mostraba ante él.
La nieve cubría gran parte del paisaje, dándole una apariencia encantadora, o así era a ojos del lobo blanco.
Al notar que se encontraba solo se dio el placer de sentarse en la nieve, descansando un poco después de semejante huida. Llevaba corriendo cerca de 10 minutos que le parecieron horas, y aun no era atrapado.
Quitándole importancia al paradero de su compañero de juegos se hecho en el frío suelo, lamiendo sus patas y pasándolas por su rostro, limpiando la escasa tierra que lo había ensuciado por tanto correr.
Pero se sentía orgulloso, aun cuando no manejaba al 100% su lado animal, fue capaz de escapar del lobo negro. Solo esperaba que este le dejara descansar, en verdad estaba agotado.
Pero como si la Diosa Luna lo odiara, un fuerte gruñido se oyó a sus espaldas, poniéndose en guardia vio atento los arboles a su alrededor, buscando el lugar donde se ocultaba el gran animal.
Unos brillantes ojos fieros se ocultaban entre los árboles, analizándolo de pies a cabeza, haciéndolo retomar su huida.
Absorto en no dejarse atrapar, corría con dificultad por la gruesa nieve, provocando que levantase aún más sus patas, gruñendo molesto por su baja estatura que lo hacía enterrarse en la nieve. No como el gran lobo que ya se encontraba a escasos metros de él, divertido al estar a punto de atraparlo.
Pero para su mala suerte el astuto cachorro de un momento a otro se acuclillo frente a él, haciéndolo frenar tan rápido que término rodando por la nieve al no querer aplastarlo.
El de blanquecino cabello se colocó de pie rápidamente, lanzándose sobre su "atacante" y comenzando a lamer y mordisquear sus orejas, divertido al ver como el gran alfa se removía por las cosquillas que le causaba.
-Cachorro ¡detente! -Lo escuchó gruñir, a lo cual se negó, bajando hasta su cuello donde continuó mordiendo. - ¡No! ¡Ya para!
Sin esperarse lo el alfa se colocó de pie, haciéndolo caer sobre la suave nieve, donde comenzó a rodar de un lado a otro hasta quedar aún más blanco de lo que ya era.
Negando con ternura se recostó a un lado del menor, golpeando su costado con su nariz para que se acercara, viéndolo arrastrarse hasta quedar debajo de una de sus patas, como si lo estuviera abrazando.
Ambos se quedaron tranquilos mientras el azabache lamia el rostro del más bajo en una muestra de cariño, y también para quitarle la nieve del pelo.
- ¿Cuándo podremos estar así de verdad? -Cuestiono el omega, mirando directamente los ojos amarillos del alfa quien solo ladeó su cabeza. - Quiero conocerte...
