El problema

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En el salón se buscaba solo a una persona, la CEO Lena Luthor. Por todo lo amplio de la recepción los mercenarios contratados por, hasta ahora, alguien desconocido, caminaban entre el grupo de invitados con arma en mano, intimidando a cualquiera que no quisiera entregar a la señorita Lena Luthor, la misma que estaba escondida debajo de la barra de tragos juntos con otros de sus posibles inversionistas. El miedo que ella respiraba en ese momento no la iba a congelar, no se consideraba una persona cobarde, y no permitiría que nadie saliera herido por su causa, pese a lo que se pensaba de ella, sí tenía corazón, aún lo tenía.

Ella hace un ademán por querer ponerse de pie pero una mano la sostiene con temor, voltea y uno de los caballeros que la acompañaban le mira. -No puede arriesgarse señorita-le dice este-Usted no sabe lo que podrían hacerle

Ella sonríe con calma.-Debe confiar en mi a partir de ahora, no permitiré que alguien salga herido por mi causa-le susurra con el tono más tranquilizador que encontró

La joven Luthor se puso de pie, sus manos le sudaban, ese juego de ser el héroe no es algo para ella, nada fácil, ella no era Superman o Wonder Woman, no poseía mas que su intelecto para salir de ello, y necesitaba pensar.

-¡Ahí está!-grita uno de los mercenarios, corriendo hasta ella para apuntar directo a su cabeza. ¿Cómo se puede pensar con claridad en un momento como ese? Quería llorar y suplicar por su vida pero debía pensar en el bienestar de todos los presentes, no inclinaría la cabeza, no demostraría debilidad, era una Luthor y no cedería ante ningún terrorista.

-Haré lo que ustedes quieran pero por favor dejen a estas personas en paz-pide ella con el mejor de sus intentos por una voz serena saliendo de su garganta-Me dispongo a cooperar.

El sujeto la toma bruscamente de las muñecas, tirando de ella con fuerza innecesaria, pero ella era fuerte, no gritaría para alarmar más a los presentes, por lo que sólo cerraba los ojos con fuerza, soportando el dolor lo más humanamente posible. 

-Lo único que queremos de ti es que dejes de existir, tu y toda tu familia son un peligro-le dice el que supuso era el líder del grupo, grupo al que fue arrastrada al centro del salón.

Ella calló, no quería empeorar las cosas, quería llorar por la impotencia de no ser capaz de defenderse, ¿por qué el ser humano tenía que causar tanto conflicto y dolor?

Ve la manera en la que saca una navaja de entre el bolsillo de sus pantalones y la acerca de manera peligrosa hacia su mejilla, acariciando la blanca piel, frágil y suave, acompañada por un hilo de sangre que le causa un ardor que puede sentir hasta en las palmas de sus manos.

-Vendrás conmigo-le ordena, ahora tomándola él del brazo. Él camina por todo lo amplio de la pista, deslizando sus pasos firmes hasta el ascensor más cercano, sólo limitándose a dar una seña a sus hombres para que mantengan a raya a cualquiera que se quiera pasar por un héroe.

Nadie dice nada, nadie se esfuerza por hacer algo, sólo se quedan congelados en su lugar, son personas inundadas de miedo, muy en el fondo alguno quisiera cambiar eso, pero no es posible. Una mujer inocente se entregaba por el bien de todos ellos, una mujer que se traga el miedo propio para poner la cara.

Tan pronto como han llegado hasta el último piso de la torre que conectaba con el salón, ella es acercada peligrosamente a la orilla del edificio. Ella piensa, si este será mi fin, al menos quisiera saber qué hice.

-Antes de que arrojes mi indefenso cuerpo al vacío y sientas que de alguna manera has contribuido en algo bueno, quiero que me digas el por qué-exige Lena

El sujeto sólo sonríe, se acerca lo suficiente para que esas palabras sólo sean entre el viento helado, él y la joven empresaria.

-Yo sólo sigo ordenes, alguien muy cercano a ti no te quiere viva-le informa, antes de que su mano empujara el hombro de ella y cayera hundida en el terror y la sorpresa.

Algún Día (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora