Capítulo 38

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- ¿Estás segura de que quieres estar aquí?- le preguntó Lauren a Camila mientras sostenía sus manos entre las suyas, sentadas una al lado de la otra, Camila a la izquierda de Lauren, y Lauren besaba las manos de Camila, bueno, sus nudillos.



- ¿Tú quieres que esté aquí o que me vaya? Sólo son tres avenidas y dos calles...- murmuró Camila, apoyando su frente contra la de Lauren.



- Quiero que estés aquí pero no quiero que estés aquí... porque no sé exactamente qué esperar de esto



- ¿Es por tus hermanos o por tu papá?- Lauren sólo respiró profundamente y le dejó saber que tampoco estaba segura. - ¿Quieres que me vaya?



- No, pero si se pone incómodo... puedes salir corriendo- sonrió, abriendo los ojos y viendo que, por el final del pasillo, se abrían las puertas del ancho ascensor, de donde salió aquella camilla, escoltada por dos paramédicos y tres enfermeras y, detrás de ellos, aquellas dos caras que eran tan parecidas a las de Lauren, peor tan ajenas entre sí. – Y puedes hacerlo ahora o más tarde



- No les tengo miedo- resopló, ayudándole a Lauren con el humor, quien no le quitaba la vista a la camilla que se desplazaba hacia un costado, desapareciendo por el pasillo lateral derecho de Cuidados Intermedios.



- You shouldn't- le dio un beso en la frente y se puso de pie, que, hasta ese momento, ninguno de sus dos hermanos la habían reconocido, pero a Lauren esas caras no se le olvidaban, nunca.



Caminó hacia ellos, siendo más alta que los dos por sus Tom Ford de piel de pitón negra, y sintió el aire frío que penetraba por entre las capas de chiffon plisado de su blusa; desmangada, de cuello redondo y a altura media, del centro blanca, de los costados pálidamente aqua, asegurada, por la cintura, con un listón elástico negro, a pronunciadas canaletas verticales, con un lazo exactamente al centro frontal, aquella blusa caía un tanto bombacha por el hecho de tener el listón, y caía, exactamente, hasta la altura del comienzo de la cremallera de su jeans Saint Laurent negro, ajustadísimo a sus piernas, no trituradores, pero sí que se le veían bien. Todo aquello siendo decorados por una melena suelta y un tanto alocada por las ondas del horrendo clima neoyorquino de la época, pero manejada y ajustada, por el flequillo, que había sido tirado hacia el lado izquierdo, con un Bobby Pin, y eso le daba un poco de inocencia y juventud, la hacía verse menor que su hermana menor, y muchísimos años menor que su hermano mayor. Camila apreció aquella escena, que sabía que sería extraña, incómoda para Lauren, y no por Laura, pues a Laura la soportaba y la quería bien y de buenas, pero, con Marco, de quien Lauren no hablaba nunca ni por la fuerza, eso era para grabarlo. Le impresionó ver cómo Laura, quien no dejaba de ser impresionante para la vista, aunque Lauren estaba mil veces mejor, corrió literalmente a Lauren y la abrazó con una sonrisa, y Camila notó que Lauren se petrificó un poco, pues le tomó unos cuantos segundos en reaccionar ante aquel abrazo y correspondérselo; hasta parecía que Laura no quería soltarla. Notó que, en su dedo índice izquierdo, Laura utilizaba el mismo anillo que Lauren utilizaba en su dedo anular derecho, pero éste, en vez de ser un rubí, tenía una esmeralda, como si fuera Pantone 2013.



Laura no se despegó de Lauren hasta que Lauren le dio un beso en su cabeza y le dio unas palmadas en la espalda, Camila rió nasalmente, pues sabía que a Lauren no le gustaba que la abrazaran por tanto tiempo, no así, no pasando su un brazo por encima de su hombro izquierdo, esa era una zona prohibida, que se podía besar, acariciar, pero nunca hacerle presión; secuelas de varios episodios con Franco, aunque Camila no se había dado cuenta de que, la noche anterior, Lauren no se había quejado al ella olvidar eso, hasta se dejó, y era por la misma razón de que su cicatriz no le dolía más. Entonces, aquel abrazo era simplemente porque Lauren no era ni mediamente fanática de los abrazos duraderos, de los abrazos que la hicieran sentir aprisionada de los brazos. Laura se hizo a un lado, quedándose de perfil para Camila, y era delgada, como Lauren, pero era más pequeña que Lauren, más pequeña que Natasha, medía, quizás, un metro y sesenta centímetros, y se parecía muchísimo a Sara, al menos en cómo se vestía, pues llevaba un pantalón de denim rojo, ajustado y hasta los tobillos pero, en vez de Loafers o Drivers, Oxfords blanco y café pálido que Camila sabía que eran Ralph Lauren, una blusa de manga hasta por arriba de los codos, de algodón blanco, que se aflojaba del pecho pero que le hacía un favor al tallarle su delgadez, y la herencia de Sara, digo, su prominente busto, aunque quizás más pequeño que el de Lauren. En el transcurso de aquel abrazo, que duró un poco menos de treinta segundos, Camila le dejó de encontrar lo interesante a Laura, pues se notaba que era una niña atrapada en un cuerpo bronceado que, por lo mismo, había envejecido de piel más rápido de lo que normalmente debía, y era todo, su postura un tanto erguida, la inseguridad con la que se plantaba sobre el suelo, aquella coleta desordenada que marcaba su perfil, los Wayfarer negros Ray-Ban, era hasta un poco aburrida para la vista, parecía que estuviera viendo la vestimenta de Gaby, quizás en marcas más caras, o menos baratas, pero en una mezcla de Lauren y Sara.



Y, quedándose Laura sonriendo, viendo a Lauren desde un costado, Camila no presenció otro abrazo, ni un beso, sino lo que pareció ser un apretón de manos, que no era más que una alusión a sus orígenes, pues se daban la mano para demostrar que no iban armados, que no iban a matarse. Camila no podía ver al hombre que estaba tras Lauren pues ahora Laura también contribuía a la obstaculizada visión. Lauren asentía de brazos cruzados, incómoda ante la mano de Laura que se posaba sobre su hombro, pero no la quitaba. Por entre las piernas de Lauren y Laura alcanzaba a ver los zapatos de gamuza marrón de Marco, que, de reojo, parecían botas Timberland, y luego yacía un pantalón khaki que caía, asumió Camila, hasta el suelo, lo que lo descomponía en las hebras de denim, de mal gusto, o muy "chic" si eran los noventas. Lauren continuó asintiendo, tambaleando la cabeza ante los ademanes exagerados de Marco, que no eran exagerados, eran italianos nada más, y Camila veía las manos varoniles volar por el aire, Laura asentía, a veces lo interrumpía y Lauren ladeaba su cabeza hacia Laura. Camila realmente no se explicaba la relación que tenía Lauren con sus hermanos, había algo que no encajaba del todo, tal vez era porque estaban juntos por el hombre que menos quería a Lauren, o que más la quería en su desquiciada mente. Además, comprendía y, al mismo tiempo, no comprendía a Lauren, pues, si tanto evitaba a sus hermanos, ¿por qué pagarles todas las acomodaciones? Pues, Lauren les había rentado, a ambos, un apartamento en el Bristol Plaza, ella no dejaría de trabajar, no porque le hiciera falta el dinero, sino porque tampoco podía estar metida ahí, no era sano. Además, tenía que preparar su seminario y su taller, que no era difícil, pero llevaría tiempo, pues sólo eran catorce horas para intoxicarlos con todo lo que debían saber. Lauren levantó su dedo índice, sacando su iPhone del bolsillo del pantalón y se hizo a un lado para que sus hermanos no escucharan su conversación por teléfono, y fue cuando Camila vio a Marco. Sí, tenía esa cara de ser lo que Natasha llamaba "un cabrón", lo que yo llamo, eufemísticamente, "un desgraciado". De barba espesa, de dos semanas de crecimiento, rubia, totalmente rubia, así como sus rizos grandes y flojos en aquel cabello largo y tirado hacia atrás con la ayuda de algún producto que no le sentaba bien, pues parecía que no se había bañado en más de tres días. Asco. Y aquellos vellos varoniles que le plagaban el pecho por entre la camisa entreabierta. Se notaba que, en su mejor época, había sido no sólo guapo de la cara, sino del cuerpo también, pero, por algún motivo, ya no estaba tan en forma y había desarrollado un abdomen inflado que le ajustaba la camisa, pero nada grosero y obsceno.



- Mila- dijo Phillip al tocarle el hombro, notándola distraída.



- Hola, Pipe- sonrió, poniéndose de pie para darle un beso en cada mejilla y un abrazo, pero Phillip la mantuvo en sus brazos unos segundos.



- ¿Cómo estás?



- Bien, ¿y tú?- sonrió, tomando nuevamente asiento, tomando el bolso de Lauren para colocarlo sobre el suelo, casi sintiendo la cajita dentro del forro del bolso.



- Bien, bien... ¿ellos son?- murmuró, como si, con la inmensa distancia de siete metros, pudieran escucharlo. Camila asintió. – Yo soy más guapo, ¿verdad?- rió.



- You're taken, Pipe... no comments- sonrió Camila, dándose la oportunidad de salir ilesa de aquella pregunta. - ¿Y tu esposa?



- En un rato viene, se quedó comprando una de esas cosas de flores



- ¿Un Bouquet? ¿Una floristería?- rió, sólo burlándose suavemente de la irrelevancia que aquello tenía para Phillip.



- No me extrañaría que comprara la floristería- rió, pasando su brazo por los hombros de Camila para abrazarla. - ¿Cómo está tu mujer?



- Está como quiere- dijo, entre broma y en serio, consiguiendo que Phillip la viera con ojos de "no, en serio". – Está normal... tranquila, nada fuera de lo normal- dijo, metiendo la mano en su bolso y sacando un cubo Rubik de cuatro por cuatro.



- You carry that in your bag?- preguntó Phillip, señalando el cubo con escepticismo.



- Sí... a veces es lo único que me entretiene- sonrió, empezando a mover las caras del cubo, en desorden según Phillip. – Pues, cuando tengo que esperar mucho tiempo para algo, nada más...



- ¿Te aburro?



- No, es sólo que actúa como distractor mental también



- ¿Por qué necesitas un distractor de tus pensamientos, Mila?- murmuró, aflojándose el nudo de su corbata Ricci, celeste, a cuadros blancos de línea doble pero fina, con un punto blanco en el centro de cada cuadro y, entre cada doble línea, una finísima línea punteada amarilla.



- Gaby se dio cuenta de que Lauren y yo vivimos juntas... y, antes de que preguntes "¿y qué?", nos vio besándonos...pues, supongo que sabe que no estamos experimentando... nos encontró en bata



- Explícate



- No sé, el paranoico de Volterra la mandó al apartamento de Lauren a buscarla... y se me ocurrió abrirle la puerta...



- ¿No fueron a trabajar ahora?



- No, Lauren estaba cansada... tenía dolor de cabeza ayer y durmió bien, tan bien que le dieron casi las nueve dormida, cosa que tú sabes que no pasa nunca



- ¿Y tú, Mila?



- No tenía ganas de verle la cara a Volterra, prefiero que se me pase la cólera antes de volver a tratar con él

El lado sexy de la arquitectura (CamrenADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora