Capítulo 39

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Él la esperaba el miércoles bajo una de las sombrillas del carro de Sabrett frente al Museo de Arte Moderno, o mejor dicho "el MoMA". El día era particularmente caluroso, 104°F, o 40°C, con un sol que penetraba no sólo la sombrilla amarillo con azul, sino también el saco Ralph Lauren, que por primera vez era beige y no era de lana, sino de lino, igual que el pantalón, y sentía que las suelas de sus zapatos Obrian café también sufrían a consecuencia del hirviente cemento que estaba bajo ellas, la acera, y sentía que se adherían con los segundos, como si se estuvieran derritiendo. Nunca había sudado tanto en su vida. Y era peor, pues cualquiera diría que podría quitarse el saco para refrescarse un poco, pero no podía porque se avergonzaba de haber escogido la camisa celeste y no la blanca, su sudor era inconfundible y totalmente perceptible. La corbata azul oscuro simplemente la había olvidado adrede en la oficina, y gracias al cielo que se le olvidó, porque de haberla traído al cuello, habría muerto de asfixia. Sudaba tanto, pero tanto como nunca antes, que la cartera, que la guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón, empezaba a humedecerse por el sudor. El cabello lo tenía desubicado y un tanto esponjado, pero qué bueno que lo había cortado un poco más de los lados que del centro, así lograba mantenerlo, al menos, en su lugar, y ya nadie sabía si eran las gotas del sudor las que corrían por los rostros o las gotas de las botellas de agua fría que corrían por ellos.



- Perdón... perdón por la tardanza- gimió Camila al llegar a una distancia razonable para no gritar, pero tampoco hablar a volumen promedio.

- No te preocupes, ¿cómo estás?- pretendió abrazarla pero, por el calor, ninguno de los dos tuvo más que la mínima intención.

- Bien, ¿y tú?- llegó hasta él con una sonrisa, y por primera vez lo vio sudado.

- Bien, bien... gracias por venir- sonrió. – Oye, está haciendo demasiado calor, ¿quieres entrar?

- ¿Al museo?- resopló.

- Hay aire acondicionado- sonrió ampliamente.

- No se diga más- rió, y sintió cómo Phillip la abrazaba húmedamente por los hombros, él caminando a su lado izquierdo, ella sintiendo que el lino de su saco le quemaba los hombros semidesnudos a través del algodón blanco de su vestido desmangado. – Espera aquí, iré a comprar nuestro pase a Tierra Santa- sonrió Camila, dándose el lujo de poder invitarlo a tal cosa. ¿Qué tendría que hablar Phillip con ella con tanta urgencia? Aquel hombre sólo asintió y se quedó con sus manos en sus bolsillos del pantalón, viendo al vacío interferido por un grupo de estudiantes. St. Bernadette's, y sonrió.

- ¿Habrá algún lugar para sentarse en este lugar?- preguntó Phillip, al acercarse a Camila para poder entrar a las exhibiciones.

- Seguramente hay varios- resopló, colocándose el bolso al hombro. – Pero mi banca favorita es frente al "Water Lilies" de Monet

- Ah, Mila, ¿frecuentas el Museo?

- No me digas que nunca habías entrado- Phillip simplemente sacudió su cabeza con una sonrisa avergonzada que creyó que lo salvaría de algo que no tenía por qué tener, mucho menos de Camila. – No es tan malo- sonrió. – Es el síndrome del local

- ¿A qué te refieres?

- No estoy generalizando, aclaro- sonrió, llevándolo directamente por las escaleras, que pretendía subir cinco pisos sólo para ir a encontrarse con aquella pintura de la que Lauren tanto hablaba cuando decidía acribillar al Arte, oh gran problema el de Lauren con la definición de "Arte". – Pero es un poco común que el habitante local, como tú, aproveche al cien por cien las atracciones que sus alrededores le ofrecen

- He estado en Broadway

- Y no sé si diste gracias a Dios por que cerraran "Mary Poppins"- rió Camila en tremenda burla. – Como sea, no puedo creer que nunca habías entrado aquí... ¿has entrado al MET?

- ¿Bromeas? ¡Esa cosa es grandísima!

- Eres un exagerado, Pipe. Nadie dijo que lo tenías que ver todo en un día... es que no puedes

- Mila, ahí sólo hay estatuas, momias y quién sabe qué más... todo se reduce a piedras

- ¡Auch!- se quejó ante el comentario. – No sólo son piedras- dijo en tono resentido.

- Ay, tan sensible- bromeó, admirando la habilidad del manejo de los Stilettos de su rubia hermana postiza, ¿cómo podía llevar Stilettos de cuero de pitón rojo mandarín y no tener pies al vapor?- Bueno, si me llevas... quizás pueda considerar invertir un poco de mi tiempo en los museos

- ¿En serio?

- Claro. Tengo tres décadas de vivir aquí y no he ido ni al Museo de Historia Natural

- ¿Ni con el colegio?

- Mila, iba a un colegio de hombres... en el que sólo teníamos tres opciones: la tríada científica que era química, física y biología, la tríada legal que era historia de los Estados Unidos de América, política estadounidense y sociología tradicional y neo-clásica, o la tríada económica que era economía... o sea micro y macro, matemática, y negocios

- Ay, mi niño, ¿y qué instrumento tocabas?

- Ninguno

- No te creo- suspiró, empezando a sentir las consecuencias de la inactividad física al llegar al tercer piso.

- ¿Y tú?

- Yo jugaba con sodio y agua- sonrió, volviendo a ver a Phillip que necesitaba una explicación. - ¡Boom!

- Un poco extrema, ¿no crees?

- ¿Qué te puedo decir? Creí que era de hierro

- ¿Y cuándo te diste cuenta que no lo eres?

- Pipe, soy inmortal- guiñó su ojo, deteniéndose a media escalera hacia el cuarto piso.

- ¿Nunca te has quebrado, fisurado o qué se yo?

- Uno que otro esguince en el tobillo torpe, por negarme a perder un punto en un juego de Bádminton... y uno que otro dedo del pie, nada que un poco de esparadrapo no arreglara

- Pues, tus dedos aparentan ser naturales- rió, cargándola como a una bebé entre sus brazos.

- ¡Oye! ¡¿Qué te pasa?!- rió entre su queja. – Bájame

- Si espero a que te entre aire, Señorita Sedentarismo, mejor nos sentamos en las escaleras- rió mientras Camila intentaba taparse el interior trasero de sus muslos.

- La gente nos está viendo- resopló sonrojada, intentando esconderse entre el hombro de Phillip mientras intentaba, con toda su elasticidad, pegar su vestido a aquella zona que no era de dominio público.

- Déjalos que vean, que inventen una historia alrededor de lo que ven, que se lo vendan a PageSix si quieren

- Está bien, pero apresúrate que ahora ando en G-String y es transparente y no sé si se me ve

- Demasiada información- rió sonrojado.

- Lo siento

- No hay problema, Mila- sonrió, doblando hacia la izquierda para subir las últimas escaleras. – Por cierto, ¿y Lauren?

- Se quedó diseñando... diseñando un edificio de apartamentos...

- ¿Por qué no te escucho muy contenta?

- No, sí lo estoy- sonrió. - ¿Por qué lo dices?

- Como que no estuvieras de acuerdo con eso, no sé

- Eso lo hablaremos luego de que hablemos de lo que tú querías hablar

- Me parece justo- dijo, poniéndola sobre el suelo, ya, al fin en el quinto piso.

- Puedes empezar ya- sonrió, tomándolo por el brazo, caminando lado a lado.

- No sé cómo decirlo- suspiró, siguiendo a Camila por el camino que ella determinaba.

- ¿Problemas con Natasha?- preguntó, sólo porque debía preguntar a pesar de que sabía que no era eso.

- ¿No te ha comentado Lauren nada?

- No desde que se intoxicó antes de que nos fuéramos a Londres, ¿qué ha pasado? ¿Está bien?

- Tengo una pregunta, de índole femenina

- Dime

- Hablando de un promedio- susurró a su oído, como si quisiera que nadie escuchara aquello, como si fuera peor que haberla cargado por las escaleras de un edificio saturado de turistas. - ¿Cuántos tampones usas por vez?

- Wow, esa sí es una pregunta extraña...- resopló, entrando a aquella sala en la que se extendía la enorme creación de Monet. – Pues... supongo que de quince a veinte, no lo sé- murmuró, viendo a Phillip que tenía expresión de querer saber más. – Yo uso cuatro o cinco los primeros dos días, tres o cuatro los siguientes dos y el último, si me dura cinco, uso dos o tres... no lo sé, ¿por qué preguntas?

- Los primeros días del mes pasado, Natasha casi se muere porque la tomó por sorpresa y sólo tenía unos cuantos y no tenía caja de respaldo, me pidió que le comprara unos en Duane... pero la caja nunca la abrió porque le duró poco, y dijo que no era muy normal pero que era quizás porque ya había dejado el tratamiento... o algo así, ojalá y le hubiera prestado atención en vez de estar viendo el partido de los Yankees...

- ¿Y? ¿Cuál es el problema, entonces?

- Mila, estamos a mediados de agosto y no ha abierto la caja

- Nunca te creí tan controlador... y sé a lo que quieres llegar... pero, dímelo

- Sé más o menos cuándo está en esas porque es imposible no notarlo... y tengo, desde esa vez, que no lo he vuelto a notar...

- Tal vez sólo ha sabido controlar su estupendo mal humor- guiñó su ojo, y trataba únicamente de azucararle el momento.

- ¿Y cómo explicas que no esté usando tampones?

- ¿Se pasó a toallas?- se encogió de brazos. – Oye, ¿qué esperas que te diga? No soy ginecóloga

- Cuando se supone que se intoxicó, los dos comimos lo mismo, exactamente lo mismo... y no hubo necesidad de llevarla al hospital, no fue intoxicación, al menos eso me dijo Berkowitz, el doctor ese al que Margaret le confía su vida...

- ¿Felicidades?- sonrió Camila, paseando su mano por la hirviente caliente de aquel neoyorquino por aprendizaje, aquel hombre tan duro y seguro de sí mismo que, en ese momento, parecía estar aterrado. - ¿Lo siento?

- No me ha dicho nada... tampoco se lo he preguntado

- ¿Y sería motivo para alegrarte o para infundirte pánico?

- Sonará muy inmaduro... pero me cuesta comprender a las mujeres, ¿te imaginas intentar comprender a una mujer embarazada?- abrió sus ojos al vacío, Camila sólo quería reírse.

- La complejidad no se nos quita, nunca. Tómalo con tranquilidad, ¿qué es lo que te asusta? ¿Natasha embarazada o el "milagro de la vida"?- resopló.

- Es la mezcla mortal, ¿no te parece?

- Creí que querías tener una docena de hijos

- Pues... sí- suspiró, paseando sus manos por su rostro, intentando rascarse donde antes había habido barba. – Pero no sé cambiar un pañal

- Para todas tus inquietudes técnicas... creo que conoces "YouTube", ¿no?- sonrió, tomándolo de la mano. – Mira- murmuró, materializando su iPhone de su bolso y yéndose directamente a YouTube. – "How to change a diaper"- escribió mientras lo pronunciaba. – Para todo hay solución

- Espera a que mis suegros se enteren...- suspiró.

- ¿Qué te van a hacer tus suegros?

- No lo sé... ya me imagino a Margaret en aquel sermón de "Ella Natasha, ¿cómo se te ocurre? Tu matrimonio no tiene base y ya te embarazaron"- una expresión de asco lo invadió.

- Ustedes dos tienen que cortarse el cordón umbilical de una buena vez, no es posible que sigan pidiendo permiso y perdón por todo lo que hacen... por el amor de Dios, Phillip, son un par de adultos- siseó con un poco de frustración ajena. – No pueden tenerles miedo, ni a sus propios papás ni a sus suegros, es estúpido... te podrás haber casado con Natasha y con su familia, pero hay un límite que deben marcarles. Para ti puede ser que no haya cambiado mucho, o nada, con Natasha, pero tus papás y tus suegros lo ven de otra manera... disfrútate y disfruta a tu esposa, esté embarazada o no, tengan uno o cien hijos, construyan o no una casa en los Hamptons... toma tus propias decisiones

- Easy there, Tiger...- resopló. – Pero tienes razón

- Lo siento, estoy un poco comprimida

- Bueno, pasemos a lo tuyo, ¿qué con Lauren? ¿Cómo ha estado?

- Mejor, pero ahora regresa de la oficina a las nueve o diez de la noche... sale a las seis y media, casi no duerme, pasa encerrada en el apartamento, trabajando...

- Más despacio, por favor

- No te sabría decir si está enojada, si está triste, o qué... sólo sé que si le preguntas cómo está, te dirá que "bien", si le preguntas qué le pasa, te dirá "nada"... es llevar la femineidad a otro nivel de complejidad

- Mila, explícate, por favor... no entiendo absolutamente nada, yo no hablo su idioma

- Antes de irnos a Londres tomó una casa en Providence, al regresar, exactamente el lunes, tomó otra casa en Newport, y ahora tiene un edificio en Malibú, se está asfixiando en trabajo, no descansa... 


- ¿No crees que esté en negación?

- Pues, sí, quizás sí... pero no preguntó qué pasó, cómo pasó, simplemente dijo que lo llevaran a Roma y ya, que ella no tenía tiempo para ir a Roma, ni para nada... ¡ha pasado más de un mes!

- Mila, supongo que todos lidiamos diferente con eso...

- She won't let me in- suspiró, dejando caer su bolso sobre el piso de madera, haciéndolo resonar brutamente.

- Deja de intentar, deja de insistirle... y llegará el momento en el que se abra

- ¿Ha hablado contigo?- Phillip se negó con la cabeza. - ¿Y con Natasha?

- Eso no lo sé, lo que sí sé es que no se han visto, lo cual me parece raro...

- ¿Se habrán peleado?- Phillip se encogió de hombros. – El enojo les dura poco...

- Mila... sin ánimos de ofenderte o que se preste a malinterpretación... ¿qué tan feliz eres?

- ¿Ahora?- murmuró, volviéndolo a ver mientras apoyaba su mejilla contra su puño, el cual estaba apoyado, desde el codo, sobre su muslo derecho, y Phillip asintió. – No lo cambiaría por nada

- Pero esa no fue mi pregunta... ¿en escala del uno al diez?

- Siete

- ¿Y qué tanto ha evolucionado?

- De un tres a un siete, es bastante, ¿no crees?

- Pues, sí... verás, Mila, el tiempo lo soluciona todo

- Lo mismo te digo- sonrió.

- Ah- suspiró. – Somos un par de incomprendidos- rió.

- Tú serás el incomprendido- rió Camila. – Yo te doy el consejo que yo debería estar siguiendo

- Así funciona siempre- la abrazó por los hombros, dándose cuenta que realmente aquella sala era refrescante, o al menos no tan caliente.

- You know... I always thought that his death would be something "good", so to speak... but it hasn't been...

- It's never good...- susurró, abrazándola fuertemente y le dio un beso en su cabeza.

- ¿Mañana se van?- preguntó, cambiando el tema abruptamente.

- Si tú me pides que no, no

- ¿Cómo crees que te pediría algo así?

- Pidiéndomelo

- ¿Y por qué habría de hacer yo algo así?

- Porque no sé... pero sabes que nos gusta ayudar- sonrió.

- Jamás, no voy a hacer que falten a su luna de miel... además, tienes que prometerme algo

- Tú dirás

- Pierde el miedo

- Te lo prometo- sonrió, viendo a Camila perderse en aquella pintura. – Sabes...sonaste muy parecido a Natasha con todo eso que me dijiste

- ¿Por qué?

- Muy Psicóloga creo, no sé

- Pero tu esposa no es Clínica- resopló Camila. – Y es más probable que un Psicólogo Clínico te lo diga a que un Psicólogo Industrial

- Quizás... pero no le quita lo Sexy

- ¿Y qué es Sexy? ¿Natasha o la Psicología?- rió, haciendo que Phillip se riera también. - ¿O será que te enamoraste de Natasha porque era Psicóloga?

- ¿Bromeas?- resopló. – Cuando conocí a Natasha, lo que menos pensé fue que era Psicóloga... pensé que era tipo de Administración de Empresas, como mucho... y, sinceramente, el hecho de que sea Psicóloga... la hace todavía más...- hizo un gesto con sus manos, como si la estuviera estrujando en su imaginación, gesto que se traducía a un simple "más cogible".

- ¿Por qué?

- Mia, hablando lo que es- dijo, volviendo a ver a su alrededor, viendo que la sala estaba prácticamente llena de turistas. - ¿Nunca fantaseaste con una psicóloga?- y Camila se carcajeó por un minuto entero, intentó parar pero la risa la invadía de nuevo.

- Nunca fui a una

- Yo tampoco, pero es el cliché del look de una psicóloga...

- ¿A qué te refieres?

- Tú sabes... cabello recogido, seria, autoritaria, gafas quizás, que trabaja demasiadas horas a la semana, con tantos pacientes que están más perdidos que ella... y que lo único que necesita...

- ¿Es una buena cogida?- lo interrumpió Camila, escandalizando a uno que otro turista por su expresión, hasta hubo una señora mayor que se persignó.

- Pues sí- sonrió ampliamente.

- Creí que eras un caballero

- ¡Oye!- resopló, abrazándola divertidamente por los hombros. – Lo soy...

- Creí que te habías enamorado de Natasha porque no es ninguna bruta- sonrió Camila, viendo la hora, y no, no tenía que regresar todavía.

- No puedo dejar de ser un hombre, no puedo negarte que Natasha estaba, ¡uf!- dijo, como si estuviera recordando la primera vez que la vio, y no, no era la primera vez, sino la segunda, aquella noche en aquella fiesta. – Pero la fui conociendo, entre jugando y haciendo chistes, y se volvió triplemente "¡uf!"- murmuró, todavía viendo al vacío, acordándose de que, de no haber sido por Natasha, hubiera quedado semi-en-pelotas en aquel evento por el que recaudaron un millón de dólares para contribuir a la erradicación del hambre en África. – Y, cuando supe que era Psicóloga... todo lo que fantaseé, deseé y soñé, y lo que no, se concentraron en la misma mujer... me dejó pendejo, imbécil, estúpido...

- Ya, ya, tómalo despacio con los auto-insultos, ¿quieres? – rió Camila, dándole unas palmadas en su espalda. – Entonces, ¿Natasha es sexy porque es Psicóloga?- lo molestó, pues ya había entendido que no, que ese no era el punto.

- Y aunque no fuera Psicóloga... la habría hecho, sí o sí, la madre de mis hijos- sonrió, volviendo a ver a Camila.

- Ay, hable con propiedad, Señor Noltenius- resopló Camila en burla, pues aquello sonó a seguridad completa con lo de tener hijos. – Pero voy a disentir con que la Psicología es una profesión sexy

- Mila, no puedes... es la profesión más sexy, más caliente, más erótica que existe...- y otros turistas escandalizados.

- Se presta para las fantasías de niños con imaginación convencional- se burló de nuevo, logrando en Phillip una expresión exagerada y dramática de resentimiento, que tal vez habría pasado por homosexual, pero a Camila sólo la hizo reír. – Si de profesiones de ese tipo de trata... te diría que la Arquitectura es la profesión más sexy

- ¿Qué tiene de sexy la Arquitectura, Mila? ¿Qué tiene de sexy usar esos programitas raros, dibujar planos, acarrear planos cual mula de carga, supervisar construcciones con un casco amarillo y duro?

- ¿Y qué tiene de sexy la Psicología? ¿Tiene algo de sexy que alguien desconocido hurgue tu inconsciente y tu subconsciente, te analice y te conozca mejor de lo que tú te conoces?- resopló a la defensiva. - ¿Qué conozca todos tus oscuros problemas, tus complejos... y que trate con gente conflictuada todo el tiempo?

- ¿Y qué me dices de andar en lugares polvosos y ruidosos?- dijo como argumento final.

- Bueno, bueno... quizás tengas razón... quizás la Arquitectura no es sexy

- ¿Pero?

- Pero tiene su lado sexy- sonrió.

- Y ese lado, del que presiento que hablas con seguridad, ¿cuál es?- Phillip se preparó para una respuesta cualquiera, para nada pensada, y vaya que se equivocó.

- Lauren- resopló, sabiendo que era suficiente respuesta y suficiente argumento, todavía emitió aquella respuesta en tono de "¿Y no es obvio?".

- Pero Lauren es la excepción...

- Aún así, no le quita que sea el lado Sexy de una profesión nada Sexy

- Entonces la Psicología sí es Sexy

- Está bien, pero sólo si la comparas con la Arquitectura...

- Fuck it- rió Phillip. – Una mujer guapa es una mujer guapa, sea secretaria o sea astronauta

- En eso sí estamos de acuerdo- resopló Camila, recostando su cabeza sobre el hombro de Phillip. - ¿Te das cuenta de las cosas que hablamos?

- Son un poco sin sentido, hasta sin fundamento si quieres... pero, ¿preferirías hablar de la economía mundial?

- Sólo si es buena y me conviene

- Entonces nos apegamos a la agenda de las incoherencias- murmuró, dándole un beso en la cabeza y abrazándola por los hombros nuevamente. Ahí se quedaron, admirando aquella extensa pintura, quizás ni la admiraban y sólo gozaban del aire acondicionado más caro de la historia: veinticinco dólares por ir a sentarse entre aire frío.



Y sí, era la tercera semana de Agosto, mes en el que los Señores Noltenius se tomarían dos semanas para explotar las Islas Maldivas, dos semanas que tendrían que vivir, a solas, con la incomodidad o con la felicidad de una noticia como la que Phillip intuía ser cierta, y ni se diga de Natasha, que sabía que aquel malestar estomacal no era causado por comida y que no era realmente estomacal, sino por algo extraño que no sabía describir, y estaba en ellos dos decidir si era incómodo o era un pedacito de felicidad. ¿Qué si era muy rápido? No lo sé, en realidad Camila tenía razón, y tenía más razón de lo que creía; nadie podía juzgar la rapidez con la que los distintos eventos decidían hacer su aparición y decidían evolucionar en algo menos o más complicado. Esa era la parte de los Noltenius, que Natasha viajaba a Westport y terminaba por quedarse dos días en lo que ayudaba a Margaret a empacar, pues se mudarían de nuevo al apartamento de la Quinta Avenida porque Margaret no podía darse el lujo de estar tan lejos del New York Times, o esa era la excusa, pero en realidad sólo quería estar más cerca de Natasha, o más cerca de Versace y Louis Vuitton.

El lado sexy de la arquitectura (CamrenADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora