2| Tu semejante

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Tom Ryddle no paraba de reír mientras mecía la cuna de sus mellizos y su mejor amigo cargaba al bebé entre sus brazos.

Después de que Leta le dejara al bebé, Gallert fue a buscar a la única persona que supo que podría ayudarlo.

-¿Tu? ¿Padre?- rio Tom mirando al hombre frente a el, el hombre miro a Gallert quien mecía a su bebé entre sus brazos- ¿Ahora que vas hacer? A parte de papá soltero, claro.

-La voy a buscar y le regresaré a su mocoso- soltó Gallert mirándolo- No pienso quedarme con esto- miro al bebé.

Bellatrix estiró sus brazos y alzo al pequeño bebé quien al sentir brazos extraños rompió el llanto.

-Ahg, tu bebé es muy lloron- soltó Bellatrix y le regreso al bebé, quien al sentir los brazos de su padre dejo de llorar- Adiós a tus fiestas y tus romances de un día- rio la mujer.

-No voy a quedarme con esto- nego Gallert y su mirar se colocó en los mellizos Ryddle que dormían plácidamente- No podré criarlo, no lo quiero conmigo.

Tom miro a su amigo y luego al bebé. Los ojos del hombre regresaron al bebé.

-Pues tendrás que quedartelo o...- Gallert lo miro- Puedes abandonarlo en el orfanato en el que estuve, eso es lo que quieres.

Gallert se levantó del sillón y acomodo al bebé para que no se le resbalara.

-Es tu semejante-hablo Bellatrix y le sonrió- Se parece mucho a ti.

                                 ***

El frío aire golpeaba el rostro del hombre mientras caminaba por la fría noche, su capa negra se movía de un lado a otro mientras se aproximaba al Orfanato Wool, detuvo su andar mirando el gran lugar lúgubre. Miro una pequeña caja de cartón y se arrodilló acomodando al bebé en ella, el pequeño soltó un sollozo y comenzó a llorar sintiendo el frio recorrer su pequeño cuerpo.

Gallert miro de un lado a otro y comenzó a alejarse mientras escuchaba el llanto del bebé lejos de él, lentamente detuvo su andar y se dió media vuelta.

"Es tu semejante" las palabras de Bellatrix retumbo en la cabeza del hombre y miro la caja de cartón donde el bebé seguía llorando sin parar, hizo una mueca y se arrodilló en el piso, estiró sus brazos y alzo de nuevo al bebé, lentamente, el sollozo del pequeño comenzo a cesar poco a poco.

Los ojos de Gallert se posaron en el orfanato y estiró su mano tomando los barrotes fríos entre sus dedos, esa noche, el hombre tomo la decisión que cambiaría su vida para siempre.

AVADA KEDAVRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora