Capitulo 4

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Él se queda parado,me mira y me sonríe.

Oh dios... ¿De dónde ha sacado esa sonrisa tan increíble? Bueno, sinceramente, ¿De donde ha sacado todo lo que ahora tiene? es guapísimo. Su cabello cobrizo esta mas largo y le cae del lado derecho de la frente, obviamente es mucho mas alto de lo que recuerdo, sus hombros son mas anchos y sus brazos se ven musculosos.

Cof cof... Digo... La pubertad le hizo bien simplemente.

Mis padres se levantan muy entusiasmados a saludar a el señor Carlos, Martín deja algunas bolsas del supermercado en la mesa y se dirige a donde estoy.

—Hola, me alegro mucho de verte, ¿Que tal el viaje?

Wow que educadito. Tal vez, sí cambio. Su voz tambien ha cambiado es ahora de hombre y suena muy, muy sensual.

—Muy bien gracias, también me alegro de verte.

Se acerca con una sonrisa y me levanto para darle un abrazo.

—Has crecido mucho pequeño pitufo.

 Oh... En éste momento, toda la ilusión que tenía  de que haya cambiado se derrumba.

Lo empujo disimuladamente y lo miro con cara de advertencia.

—Aún luces linda cuando te enojas.

¿Aún? ¿Que rayos significó eso?

Una vez que dan las dos de la tarde mis padres comienzan a despedirse.

—Fue todo un placer verlos de nuevo, me alegro de que todos estén bien.

—Igual nosotros Marlen, que tengan un buen viaje y manténganse comunicados en cuanto puedan, y por su hija no se preocupen, está en buenas manos.

—Muchas gracias otra vez, nos vemos pronto.

Acompaño a mis padres al coche y si no conociera a mi madre diría que no va a llorar en cualquier momento.

—Ven aquí pequeña.

OH... aquí viene el drama.

—Cuídate mucho mi niña, recuerda lavarte los dientes antes de dormir y sé muy amable con ellos, ayuda a los quehaceres y no hagas cosas que te pongan en peligro. Te voy a extrañar muchísimo.— Me da un fuerte abrazo maternal y hace que quiera soltarme a llorar.

—Yo a ustedes, disfruten el viaje, no tienen porque preocuparse, estaré bien.

—Quedate muy atenta al celular, te quiero hija.

—Yo a ti papá, cuida de mi mama ¿okay?

—Con mi vida.

Al ver como mis padres se marchan siento muchas ganas de llorar, no quiero que me dejen aquí.

—No vallas a llorar pitufito no van a ir al titanic, ellos volverán.

 Me volteo bastante enojada, le dejare las cosas en claro de una sola vez.

—Bien, se que ésta es tu casa, pero yo no elegí venir aquí, hubiera preferido ir a un albergue para vagabundos a tener que pasar un mes bajo el mismo techo que tú, así que tengo mis propias reglas.

Su cara de sorpresa me indica que tal vez el no intentaba ser grosero,pero prefiero dejar las cosas bien claras antes de que comience a serlo.

—Aja, te escucho ¿cuales son sus reglas señoría?— Hace una ridícula reverencia. Lo sabia va a ser insoportable.

—Bueno en primerísimo lugar, vete olvidando de llamarme pitufo ya no soy una niña y si lo repites de nuevo te romperé las piernas. En segunda, sé que ésta es tú casa, pero durante un mes tendré mí habitación y te quiero fuera de ella, y tercera, si no te vas a acercar a mí para decirme algo inteligente o muy importante, mejor ni te me acerques ¿entendido?

—Vaya, que malhumorada.

—¿Entendiste o no?

—Sí señora.

—Bueno, con tu permiso.

Me dirijo a lo que será mi habitación, con la frente muy en alto, ese tonto por fin entendió que debe respetarme.

Una vez que desempaqué mis cosas y ordené mi ropa en el bonito armario que tengo, me recuesto en mi nueva y temporal cama para relajarme.

Mi habitación temporal es muy bonita, y es muy grande, para ser un cuarto de visitas tiene mucho mejor aspecto que mi propio cuarto, pero claro, al señor  Carlos le va muy bien económicamente por sus negocios, es dueño de tres farmacias. 

Mi relajación llega al limite de quedarme dormida, pero me despierto de golpe al escuchar golpes en mi puerta.

—Sofia, mi madre te espera para la comida.

Wow, por lo menos me llamo por mi nombre. Abro la puerta y veo su cara de exasperación.

—Vaya, te he llamando desde hace cinco minutos, iba a abrir la puerta pero temía verte desnuda.

—Muy buena idea, te hubiese matado si pasaba.

—Que bien que no lo hice, baja ya, mi madre nos está esperando.

Al ver a Miriam y a Carlos esperando en la mesa, me da un poco de pena.

—¿Que paso nena? ¿te sientes mal?— Me pregunta la señora Miriam.

—No, para nada, perdón, me agoté después de guardar mis cosas y me he quedado dormida.— Me disculpo.

—Menos mal, ya me habías preocupado, puedes comer y luego puedes ir a tomar una siesta, pero no puedo dejarte sin comer.

—Sí está bien.

—Bueno, espero te guste mi comida.

—Claro, buen provecho.

Después de que terminamos de comer, ayudo a limpiar la mesa, me me dirijo a mi nueva y temporalmente bonita habitación.

De verdad necesito tomar una siesta.

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