Las guerras entre reinos vecinos y conquistas por territorios nuevos aún siguen al igual que muchos misterios de Bhanga a la espera de ser resueltos por el joven humano foráneo llamado Midoriya Izuku, un joven de espíritu determinado con un gran val...
— ¡Dios de la oscuridad, sé que puedes escucharme! — La voz de Kora rebotó en las paredes creando eco dentro de la cueva, Eri se tapó sus oídos por lo estruendoso que había sido aquello. Habían estado ya un tiempo igual, Kora llamando a su dios y este ignorándolo — Para de fingir que no existo, si nunca quisiste hacerte cargo entonces, ¿Por qué bendecirme con tu poder? — el Chakal en brazos de Eri temblaba aún más de lo que ya lo hacía antes — Al menos dame una señal, si no quieres hablarme entonces me basta sólo con saber que puedes escucharme, manda una maldita señal
El cántico de Ibara junto al grupo que venían camino a la cueva le hizo saber que su tiempo se había terminado, no podría intentar comunicarse con el Dios de la oscuridad frente a un montón de personas que deseaban adorar a la diosa de la vida. Sería algo imprudente. Buscar respuestas de la muerte mientras alaban la vida.
Se acercó a Eri y se mantuvieron ahí observando cómo los otros recibían señales de su diosa proyectado en cristales de la cueva que se iluminaban al son de la melodía de ellos sintiéndose aún peor. Sintiendo vergüenza de haber hecho un escándalo para llamar a quien se supone sería su protector para al final no obtener nada, pero da igual. Lo único que buscaba era señales de que si lo que estaba por hacer estaba bien o no.
Si a ese dios no le importaba su por venir entonces a él tampoco le importará usar su poder para lo que quisiera, ya no quería preocuparse por esas cosas. Aún no podía controlar por completo su magia, pero ya podía hacer más cosas que antes.
Mientras pensaba en su siguiente movimiento, Eri lo observaba preocupada.
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— Me niego — la mirada determinada en Kora pasó muy pronto a ser una de desconcierto, esperaba más de la reacción del otro, pero a este se le veía serio y muy tranquilo ante la mención de la magia oscura. Izuku sonrió después de soltar un pequeño suspiro — te agradezco que hayas venido hasta aquí para ayudarme, pero no deseo usar magia prohibida para solucionarlo, quiero buscar otra opción
— ¿Usarla? ¿Tú? — negó mientras sonreía — si vine hasta acá es porque seré yo quien haga los hechizos, sabes cómo funciona la magia oscura, ¿No?.... ¿No? — Conocía muy poco sobre los hechizos prohibidos ya que los libros que hablaban sobre ello se encontraban en una parte del reino al que no podía llegar. Una zona vigilada por hechiceras del castillo quienes se encargan de resguardar objetos mágicos o información que no debe llegar a cualquier mano.
Ni siquiera Kacchan tenía permitido bajar a ese sitio. Todo lo relacionado a magia oscura fue retirado de las casas del reino y de quienes entraban a Ninrah con ellos para después ser guardado en esa bóveda. Lo poco que sabía era por puro sentido común. Eres castigado por usarlos, por algo eran prohibidos.
—Pena de muerte si los usas — mencionó al fin después de pensar sobre lo que sabía — sólo eso.
— Pues no, al menos yo he usado magia oscura casi toda mi vida y mírame, estoy vivo... —tocó su cuerpo en busca de algo y después sonrió — efectivamente, sigo vivo — Izuku se permitió reír ante ello y procedió a invitarlo a sentarse en el pasto — los hechizos prohibidos no lo fueron siempre...
