XXVII. La charla

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—Eileen, lo estás haciendo de maravilla. Por ahora todos los alfas te siguen— dice mi hermano abrazándome.

—Siguen la causa, eso es lo importante...— murmuro sobre su pecho

—Te siguen a ti, te lo aseguro. Y lo hacen porque ven en ti, en tu forma de ser, a la última alfa, nuestra tía.— dice separándose de mí con una sonrisa en la cara— En cuanto terminemos con las reuniones, volveremos a la casa de Nicolae y comenzarás de nuevo con tu entrenamiento, necesitas aprender a luchar...

—Necesito descansar, no he estado durmiendo muy bien estos cuatro últimos días...— murmuro sentándome en la cama y quitándome los tacones blancos de aguja que me estaban destrozando los pies.

—Es normal, llevas mucho tiempo durmiendo en el coche, y con los nervios de las reuniones... Pero tendrás todo el día hoy para descansar— dice sonriendo antes de acercarse a darme un beso en la frente— Descansa, mañana será la última reunión.

—Si, y empezara la lucha... De eso te quería hablar... No todos los de esas manadas son malos... Hay niños inocentes, ellos ni siquiera habían nacido cuando pasó todo esto...— murmuro recordando a Alan, a sus hermanas, a su hermano.

—No tienes que preocuparte por eso, nosotros no somos como ellos. Los niños, y todos los que se quieran rendir serán perdonados.— dice colocándome el pelo detrás de la oreja—Ahora duerme, hermanita. Mañana es el último gran día.

—Si... Te quiero, ed.

—Y yo a ti pequeña— dice con una sonrisa dulce antes de salir de la habitación dejándome sola.

Me levanto para ir al tocador y comenzar a desmaquillarme, pero me encuentro un sobre blanco sobre la madera del tocador.

Abro el sobre, sacando los papeles que hay adentro para desdoblarlos encontrándome en uno de ellos un dibujo mio con el vestido de la fiesta de inauguración.

Es de Axel.

Desdoblo el otro papel y es una nota.

"Quédate siempre conmigo, toma cualquier forma ¡vuélveme loco! Pero, por favor, no me dejes en este abismo donde no puedo hallarte."

Vuelve a mi, mi ángel. No debí confiar en mi padre, creí que, al saber que eras mi compañera dejaría de lado la venganza, pero no fue así. Un par de días antes me aseguro que te perdonaría, que lo haría por mí. Le creí... Pero cuando te vi en manos de los vampiros, sin fuerzas y tan pálida... Creí que lo perdía todo. Por eso he estado dirigiendo las cosas relacionadas en tu búsqueda. Porque, aunque se que me odiarás por ello, por lo menos sé que podré salvarte si llega el momento...

Nunca me temas, como el otro día. Porque bajaría al mismo infierno con tal de salvarte y ponerte a salvo. No lo olvides nunca.

Tuyo para siempre, Axel.

Meto las hojas en el sobre dejando que las lágrimas caigan por mi rostro.

Sé que jamás me haría daño, lo sabía. Pero está matando a inocentes para intentar salvarme.

—¡Dimitri!— le llamo guardando la carta en la maleta, debajo de toda la ropa—¡Dimitri!— le llamo de nuevo, haciendo que de inmediato abra la puerta asustado

—Señorita...¿te encuentras bien?— dice acercandose a mi preocupado, pero levanto la mano y se detiene

—Traeme a un brujo— le ordeno, pero no se menea—¿Me has oído?

—Si, señorita. Pero no creo que necesite un brujo.

—Pues lo necesito, así que por favor tráeme uno.

Mi ángel de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora