Capítulo XVI

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Capítulo XVI

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Capítulo XVI


Tras salir a hurtadillas del internado, y caminar por el bosque un rato, bueno más bien Axel, ya que me ha cogido en brazos y me ha llevado todo el camino; llegamos a una pequeña cabaña, con un pequeño porche.

—Esta cabaña es como mi estudio—dice un poco nervioso dejándome en el suelo—Suelo venir aquí cuando quiero desconectar de todos... Nunca ha venido nadie aquí—me explica, sonriendo con emoción, pero también muy nervioso.

Debe ser un sitio muy importante para él...

—Gracias por traerme—digo, sonriéndole con dulzura antes de abrazarle, a lo que el responde besándome la coronilla, antes de tomarme la mano y guiarnos a la puerta, la cual abre, haciendo que frunza el ceño.

—¿Pintura? — digo completamente confundida, al identificar ese característico olor. Cuando me giro a mirarle, le veo con una sonrisa divertida, y tras asentir, entra conmigo de la mano, pero la oscuridad envuelve la estancia, por lo que no puedo ver nada.

—Si... A veces pinto, pero solo cuando tengo tiempo—me explica separándose para encender la luz, por lo que, acostumbrada a la oscuridad, cierro los ojos.

Una vez me he acostumbrado a la claridad, observo todo el interior de la cabaña, totalmente diáfano. Casi todo está lleno de cabestrillos o mesitas con muchísimas pinturas de todos los colores, los cuales la mitad no sé ni cómo se llaman. Además, hay un montón de cuadros, de todo tipo, paisajes, ciudades, animales...

—Es precioso—murmuro asombrada, acercándome a una mesa que me imagino que antes tenía un color blanco impoluto, pero que ahora tiene manchas grises, y un montón de papeles con dibujos hechos con carboncillo.

—Eso son tonterías varias—dice nervioso, cogiendo un par de papeles, pero por culpa de los nervios se le caen todas al suelo, permitiéndome verme a mí misma dibujada en varias de esas hojas.

—¿Esa soy yo? —murmuro cogiendo varias hojas, donde aparezco retratada, de manera muy realista. ¡Está hasta el más mínimo detalle!

—Si...—murmura nervioso, y bastante avergonzado, haciendo que clave mis ojos en él.

—Me has pintado—digo sorprendida, volviendo la vista a los dibujos.

Algunos son de cuando estamos en clase me imagino, ya que salgo escribiendo concentrada en las tareas, o con el boli en los labios, una muy mala manía que tengo.

Otros, sin embrago, son en diferentes lugares, en el río, el día que estuvimos tumbados en la hierba... Y la vez que estuve comiendo en la fuente.

¿Cómo puede tener tanta memoria para acordarse de todos los detalles?

—Son muy malos, no sé ni porque los hice—dice avergonzado, pero yo de inmediato niego con la cabeza.

—Son muy bueno, Axel. No sabía que pintases, y muchísimo menos que lo hicieses tan bien—digo clavando mi mirada en la suya, la cual brilla de emoción—Lo que no entiendo es por qué me has pintado a mí—digo divertida, haciéndole sonreír.

Mi ángel de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora