XXV. Reunión

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—Estas guapísima...

Me giro para mirar a Andrea que acaba de entrar a la habitación del hotel donde va a ser la primera reunión. Vuelvo la vista al espejo y miro mi conjunto.

Falda de tubo negra con una blusa azul cielo, y unos tacones negros de aguja.

—¿No crees que es demasiado?

—Para nada, los hombres de tu especie, son un poco primitivos por decirlo de alguna manera— dice un tanto divertida acercándose a mi— No les gusta mucho que les controle una mujer, pero por sangre es vuestra familia la más poderosa, por tanto acatan.— continua mientras me coloca la blusa bien por detrás.

—Pero no saben nada de nosotros, ni siquiera saben para qué han venido en realidad... Además, soy una cría, y según me ha explicado tu padre, la mayoría son hombres adultos, de casi 50 años... — murmuro nerviosa, colocando bien el pelo que cae liso por mis hombros.

—No eres una cría, tienes casi 20 años. Da igual la edad, da igual que seas mujer. Tal vez en un principio no crean nada, y que no quieran ir a tu lado. Pero para eso tienes que ponerle coraje, se valiente como lo has sido siempre. Tienes que hacer valer tu apellido, a ninguna mujer de tu familia se lo han puesto fácil, pero lo han conseguido y tu no vas a ser menos. Tiene que ir entrar ahí dentro pisando fuerte, haciendo sonar los tacones con la cabeza bien alta. Porque si te ven segura, no dudaran. Los lobos saben bien a quien seguir, y su lealtad es de por vida, por eso sus manadas ahora son tan pequeñas. Porque aunque tu familia estuviese muerta, ellos lucharon por ellos. Y ahora lucharán por ti.

La miro a traves del espejo, va con un vestido ajustado de color rojo carmesi, que la queda como anillo al dedo. Asiento convencida y tomó una bocanada de aire antes de girarme.

—Lo voy a hacer, tampoco debe ser muy difícil... Son personas al fin y al cabo...

—Asi me gusta— dice sonriente justo cuando abren la puerta

—Ya están todos listos, señoritas— dice uno de los guardias que me ha puesto nicolae.

No es que me guste mucho la idea de tener gente que esté detrás mía las veinticuatro horas del día, pero bueno...

—Gracias, dimitri— digo sacando de dentro de la blusa el collar que me regaló mi madre.

Segura de mi misma, salgo de la habitación y camino por el pasillo hasta llegar a la sala de reuniones que está en la misma planta. Cuando llego a la puerta me paro y los dos vampiros que me siguen, Dimitri y Ivan, se paran en la puerta hasta que les de la orden.

Cojo el guardapelo y lo abro para ver la foto de mis padres biológicos y en el otro lado la de mis padres adoptivos. Tengo que hacerlo por ellos, por mi familia, por todos los lobos que están bajo sus órdenes, que poco a poco lo han ido perdiendo todo por seguir a mi familia.

—Abrir las puertas por favor— digo segura cerrando el guardapelo y levantando la cabeza

—La va a hacer de maravilla, alfa— dice Dimitri sonriendo, asiento y le devuelvo la sonrisa antes de que abra la puerta dejando salir todo el alboroto que hay dentro de la sala.

Tomo aire y como a dicho Andrea entro pisando fuerte, haciendo que el sonido de los tacones retumbe por toda la sala pero ninguno se calla.

—Buenos días— digo mirando a los nueve hombres que hay alrededor de la mesa, pero ninguno se calla.

—Estoy harto de esperar, maldito Nicolae— dice molesto un hombre de unos 40 años. Ruedo los ojos y me coloco en la cabecera de la mesa, haciendo que alguno de los hombres me mire.

Mi ángel de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora