Narra Axel.
—Malditos hijos de puta— gruño intentando soltarme de los cinturones que me retienen en la camilla mientras oigo gritar a Tess.— Os voy a matar— gruño enloquecido, pero no consigo soltarme del agarre así que el médico comienza a cortarme un poco más el abdomen para poder curarme las heridas que me han echo antes.
—Si no te quedas quieto te desangrarás— dice el médico metiendo una gasa en la herida que me hace pegar la cabeza a la cama y retorcerme de dolor.
—¡AH!— vuelve a gritar poniéndome la piel de gallina.
—Os voy a hacer pagar a todos, malditos animales— gruño agarrando la camilla con fuerza por el dolor de las heridas.
—Deberíamos anestesiarlo, así no se puede trabajar— se queja la enfermera que intenta sujetarme las piernas con apenas éxito.
—No, quiero que sufra y que escuche todo lo que pasa arriba— dice mi padre entrando a la cocina que han improvisado para operarme.
—Hijo de la gran puta— grito intentando soltarme, pero de inmediato tres hombres se acercan a sujetarme.
—Silencio, parar todos— ordena, provocando que el médico deje de hurgarme las tripas en busca de alguna herida interna.— Ahora escucha— dice con maldad, un gruñido sale de mi garganta, a la par que comienzan a asomarse mis caninos, pero un dolor en el cuello seguido de un chillido de dolor me hiela la sangre.
La ha marcado.
—Maldito cabrón— gruño encolerizado cuando un sollozo inunda la casa, seguido de unas pisadas en el piso de arriba.—Te mataré, tenlo por seguro— le prometo, haciendo que se ría.
—Te mataré yo a ti antes— dice divertido, justo antes de que entre Basil abrochándose unos pantalones aunque sigue lleno de sangre por la pelea.
—¡Hijo de puta!— grito de nuevo, consiguiendo soltarme de un brazo, pero los tres hombres de antes, me vuelven a sujetar— Maldito bastardo
—Ahora entiendo muchas cosas...— dice divertido apoyándose en la encimera— Menuda hembra...— dice provocando que un gruñido salga de mi garganta— No creo que me canse nunca de ella...
—Me das asco, es una cría— digo con la respiración acelerada.
—Eso no te impidió hacerlo tu, así que no me reproches a mí— dice con indiferencia.
—Vuelve arriba, y sigue con lo tuyo. Contra antes tengáis un niño mejor— dice mi padre, provocando me ganas de vomitar— Y por dios terminar ya con eso— exige al médico, el cual asiente y vuelve con su tarea cosiendo una de las heridas.
(...)
—¡Quiero verle!— exige la voz de Celia desde la entrada de la cocina.
—No está permitido.
—¡Einar! ¡Einar!— grita furiosa.
—Celia, ¿qué pasa?— le pregunta mi padre a lo lejos, acercándose a la cocina.
—Medicucho de mierda, ¡Deja de hurgarme joder!— me quejo agarrando la camilla con fuerza. Desde hace rato ya no se escucha a Tess gritar o llorar, cosa que agradezco ya que me rompía el corazón.
—¡Dijiste que no le harías daño!— dice mi mujer, haciendo que se me hiele la sangre.
—Ya sabes como son las cosas, hay que dar ejemplo— dice mi padre.
—¡Me lo prometiste! Y me prometisteis que matarías a esa furcia— dice furiosa. —¡Quiero verle!— exige de nuevo.
—Dejarla pasar— ordena mi padre a los guardias, y de inmediato oigo los tacones de Celia golpear el suelo hasta que queda a mi lado.
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Mi ángel de ojos azules
RomanceAnteriormente Mi profesor. Según dice Aristóteles, el amor es un alma que habita en dos cuerpos. Según William Shakespeare, el amor no mira con los ojos, sino con la mente. Según nuestra protagonista, Teresa, un infierno del que quiere escapar para...