XLI. La nota

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—Despierta— dice Basil sobre mí acariciándome por donde le place.

Que pesado... Ya me toca volver a actuar. A este paso conseguiré ganar un Oscar. Lo que no entiendo es como de el día a la mañana se crea, que después de las cosas que me ha hecho, solo con el hecho de marcarme ya me tenga a sus pies.

Gracias a Dios, cuando me enteré de mi embarazo, Alan me dijo que fingiese tener náuseas para poder librarme de él...

Sonrió y me estiro como puedo, pero luego abro los ojos y llevo la mano a mi boca.

—Creo que voy a vomitar— miento, saliendo de debajo suya para encerrarme en el baño.

—Te espero abajo— dice molesto antes de salir de la habitación haciéndome respirar tranquila.

Llevo la mano a mi vientre, el cual todavía no está abultado ni nada. Han pasado tres días desde que comenzaron los castigos y desde que Axel me confesó que era suyo el bebé.

Desde ese día he estado viendo como Axel se va consumiendo lentamente debido a que es él el único que recibe los latigazos. Cada día su espalda tiene peor aspecto y me preocupa que pueda tener una infección, que se extienda a más partes antes de que nos ayuden las manadas.

Hoy es el día en el que vienen todas las manadas y espero que Ivar, haya conseguido convencer al resto de manadas para que nos ayuden.

Me doy una ducha rápida y me pongo un vestido, ya que es lo único que me deja usar Basil. Cuando termino de vestirme, voy a las escaleras para tomar algo de desayunar.

Otra de las ventajas de mi embarazo es que Basil me ha dado permiso pasearme por la casa, pero no me sirve para mucho más que ir a la cocina ya que toda la casa esta con guardias.

—Tess— me llama Alan acercándose a mí— ¿estás bien?

—Si, tu idea de las náuseas me está salvando— susurro agradecida bajando las escaleras con él a mi lado.

—Hoy es la reunión, tal vez acabe todo hoy...

—Eso espero— murmuro antes de entrar a la cocina donde está basil mirando con lujuria a la chica que prepara la comida

—¿Todo bien?— pregunta al darse cuenta que he entrado.

—Si, ya sabes náuseas...— murmuro sentándome a su lado para comer mi desayuno.

—Come todo, mi hijo tiene que crecer fuerte y sano— con orgullo se lleva la taza de café a los labios y tengo que reprimir las ganas de reir.

Si supiera que no es suyo...

—Tu, ve a la lavandería necesito una camisa planchada antes de las doce— la chica asiente y se marcha rápidamente.— Me tengo que ir, luego te veo.

Ruedo los ojos y me como todo lo que tengo en el plato pendiente de la hora, ya que quiero ver a Axel. El tener tanto tiempo libre no es bueno, y menos cuando me ha dado por leer libros sobre primeros auxilios y enfermedades, preocupada por las heridas de Axel.

—No comas tan rápido o te sentará mal— me aconseja Alan apoyándose en la encimera de enfrente mientras se come una manzana.

—Ya es la hora, te veo luego— digo dejando el plato para irme a la ventana de uno de los pasillos. Cuando llego, Axel ya está encadenado al palo y cuando veo su espalda se me congela la sangre.

Comienzan los latigazos, y solo puedo apartarme de la ventana para no verle sufrir. Llevo la mano a mi abdomen y cierro los ojos con fuerza cuando escucho el sonido de los latigazos chocar contra su espalda.

Mi ángel de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora