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Faith
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Esa mañana Madison se despertó con la mente vacía. A mediados de Marzo, hace nueve años su padre había muerto en un accidente de auto al que Madison había sobrevivido de pura suerte.

Vio una nota de Rosalie en su mesita de noche de pronto.

《Hoy haremos todo lo que quieras, vengo por ti a las doce, te amo》

Madison miró su reloj, eran las diez de la mañana, aparentemente había dormido seis horas. Corrió su mirada hacia sus pantuflas, y así, después de ponérselas decidió bajar a la cocina. Su madre se encontraba cocinando el desayuno como cualquier día, y su hermana menor se encontraba tomando un  vaso de leche con chocolate. Sus ojos azules observaron la fotografía familiar que estaba colgada en la pared, debajo del reloj, una Madison de quince años junto a su sonriente madre y su pequeña hermana, se sintió extraña. ¿Realmente había pasado tanto tiempo? Suspiró y finalmente regresó a su pequeña realidad.

—Buenos días, cielo ¿dormiste bien? —su madre le preguntó dejando un enorme plato de hot cakes— ¿Qué quieres? ¿Café, té?

La pelirroja miró a su madre.

—¿Puedo ir a la casa de campo con Rose? —preguntó.

La mujer borró su sonrisa, entendió en seguida.

—Ay, linda... Claro, sí —la mujer le volvió a sonreír— Te... Te daré algo de dinero... Para unas flores.

Madison asintió tomando asiento en la barra de la cocina.

—¿Van a quedarse allí? —la mujer preguntó.

—No lo sé... Son cuatro horas hasta allá. —dijo— Tal vez... Uhm... Debería preguntarle... 

—De acuerdo, cariño... Entonces por ahora desayuna... Yo debo irme al trabajo en media hora, y Katy va a quedarse en la casa de una de sus amigas... 

Madison asintió, en realidad, tenía un mal presentimiento para ese día.



(...)



—Buenos días, Maddie —Rosalie saludó a la pelirroja cuando esta abrió la puerta.

La rubia le regaló un abrazo y un beso, y finalmente entró a la casa.

—¿Cómo estás? —la vampiresa le preguntó preocupada— Te ves... Decaída.

Madison borró su sonrisa.

—Es solo... Quiero ir contigo a un lugar... Hoy... Mi padre...

Rosalie asintió acogiendo a la sifón entre sus brazos.

—Iré a cualquier lugar al que tu quieras ir... No tienes que decirme si no quieres... —la pelirroja asintió callada.



(...)



Los ojos azules de Madison apreciaron con claridad la pequeña caballa que se encontraba en un lugar remoto del bosque, cerca de un hermoso lago. Habían pasado muchos años desde la última vez que ella había estado allí, y aunque no podía recordar mucho, aún recordaba la calidez que el lugar le ofrecía. En su mente, un pequeño recuerdo se reprodujo. La noche del accidente. 

La joven madison de diez años miraba distraída por la ventanilla del auto, la noche estaba lluviosa, y el sonido de la lluvia parecía un poco ensordecedor.

—Por favor, Peter, deja de jugar con el seguro de la puerta. —el hombre pelirrojo dijo aún con los ojos en el camino.

En ese momento Madison regresó a su realidad. Esa parte en realidad no la recordaba. ¿Quién era Peter?

—Todo está justo como lo recordaba —dijo la pelirroja en un murmullo.

—Es preciosa. —le replicó Rosalie.

—Entremos. 

Ambas se encaminaron tomadas de las manos, al llegar a la puerta la sifón quitó el seguro con la llave y tomó la perilla para girarla, pero nuevamente un recuerdo la invadió. Se vio a sí misma en su niñez corriendo sonriente junto a un niño pelirrojo y de ojos azules. Madison quitó su mano, no abrió la puerta.

—¿Sucede algo? —preguntó la rubia, pero la sifón no respondió.

Madison volvió a tomar la perilla, la giró y la puerta se abrió finalmente. Ambas entraron, los zafiros de Madison se pasearon por el interior, los muebles estaban cubiertos por sábanas y bolsas de plástico, y nuevamente los recuerdos la invadieron. 

—¡Devuélveme al señor enzo, Peter! —la sifón de nueve años le gritó a su contrarió, el niño le enseñó la lengua y se echó a correr con el conejo de peluche en mano—.

—¡Niños! ¡Es hora de irnos! ¡Su madre nos espera en Seattle! —su padre gritó sonriente.

Madison volvió a su realidad una vez más, se quedó estática, pero no soltó la mano de Rosalie.

—Madison... ¿Te sientes bien? —la rubia cuestionó preocupada.

Pero ella no la escuchó, soltó su mano y subió por las escaleras. La vampira, preocupada la siguió tratando de entender lo que sucedía. La sifón trataba de entender esos recuerdos, ella no había pensado en eso durante años, sólo recordaba cuando despertó en el hospital.

—Madison, cielo —el recuerdo se reprodujo en su mente una vez más— Gracias a dios estás bien —exclamó la mujer entre lágrimas. 

La pequeña Madison miró a su madre, tenía los ojos llorosos.

—¿Y Enzo? —preguntó por su conejo de peluche, la mujer le intentó sonreír.

—No está, cariño... ¿Te sientes bien? —Madison no podía recordar nada— ¿Recuerdas algo?

La niña miró a su madre una vez más, pero no pudo recordar.

—¿Qué pasó?

Madison volvió a su realidad, quedó frente a una de las habitaciones de la cabaña. No había estado allí desde ese día. Tragó duro, intentó calmar el dolor de su corazón y la ansiedad, y entonces sin pensarlo dos veces abrió la puerta de la habitación. Sus zafiros apreciaron dos camas a cada extremo de la habitación, dos mesitas de noche y un baúl. encima de cada cama había un letrero con nombres. 

《Madison》《Peter》

Madison sintió aquello como si un balde de agua fría le cayera encima. Sus piernas flaquearon y sus ojos se llenaron de lágrimas, Rosalie en ese momento la sostuvo para que no cayera. Y la bruja se echó a llorar.

MIDNIGHT LOVE - ROSALIE HALE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora