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21 de febrero, cementerio
12:07

Cuando conoció a Julia no le gusto nada, no le gusto durante los primeros diez minutos, hasta que se acercó a Keyla y le dijo "No tienes un lápiz ¿Quieres que te deje uno? Yo tengo varios" en ese momento paso a odiarla.

A Keyla solo le compraron tres lápices durante toda su vida y fue cuando cumplió los seis años, y como todo niño solo tardó un par de meses en quedarse sin ellos. Su madre se cabreó porque los perdió demasiado rápido, y decidió no comprarle más, no estaban para gastar dinero en lápices, fue lo que entendió Keyla de todas las cosas que le gritaba aquella mujer.

Era una niña de seis años sin lápices y con ropa sucia ya que su madre se negaba a utilizar demasiada agua para limpiarla. Y Julia era una niña que iba siempre con sus ropas limpias, y tenía todo tipo de lápices, así que lo primero que hizo Keyla fue odiarla, o mejor dicho, envidiarle.

Y así pasaron varios años donde Keyla miraba mal a Julia cada vez que esta le ofrecía su ayuda.

No fue que a Keyla empezó a caerle bien Julia hasta que estuvieron en el primer curso de secundaria, cuando para su desgracia era la única persona que conocía de su nueva clase.

Keyla no tuvo otro remedio más que intentar llevarse bien con Julia, y para su sorpresa solo tuvo que fingir la primera semana. Julia no era insoportable, como había pensado los últimos cuatro años de su vida. Al mes la rubia ya podía considerarla su amiga, y antes de que terminara el curso eran mejores amigas. Se sintió mal por no haberle dado una oportunidad antes, si lo hubiera hecho hubiese tenido una mejor amiga mucho más tiempo, no hubiera estado sola durante toda la escuela.

Ahora, años más tarde, se sentía otra vez sola y deseaba haberse sentido así toda la vida, porque si nunca hubiese hablado con Julia, ahora mismo no estaría delante de su tumba.

Era su culpa, ella era la que debería estar allí, no Julia.

- Ya ha pasado otro mes- habló en voz baja- Tienes flores nuevas, tengo que agradecer a quien las pone- una pequeña sonrisa se formó en los labios de la rubia al ver las rosas cuidadosamente colocadas en la lapida. Keyla rara vez le traía flores, y no era porque no quisiera, si no porque no tenía el suficiente dinero para permitírselo, así que siempre agradecía a la persona que ponía flores en la tumba de Julia y su hermano, a pesar de no saber quién era- He aprobado todos los exámenes, así que puedes estar orgullosa.

Se quedó en silencio unos segundos antes de morderse el labio inferior, tratando de retener unas lágrimas.

- Te extraño, te extraño mucho. Y... Te necesito, te necesito a mí lado- estas últimas palabras vinieron acompañadas de un par de lágrimas que no había podido retener.

Estuvo unos minutos más allí, hasta que decidido que ya era hora de marcharse, se despidió de su amiga y salió del cementerio.

Iba sin su bufanda, a pesar de que eso hiciera que tuviera más frío, pero estaba demasiado enfadada con la policía como para llevarla.

Había pasado una semana desde que fue a hablar con ella, y desde entonces no la había vuelto a ver. Tampoco quería hacerlo, todos los policías eran iguales, no sabía en qué estaba pensado cuando creyó que Zoe era diferente.

Era otra policía más.

Cuando cruzó la puerta chocó inesperadamente con alguien, y con la mala suerte que tenía estaba claro quién era. Tenía que ser una broma, de todos los lugares que habían en la ciudad tenían que encontrarse.

- ¿Keyla?

- Agente Brown- su tono fue serio, no quería verla, así que pasó por su lado decidida a irse de allí. Lo hubiera logrado si no fuera porque Zoe la tomó del brazo haciendo que se detuviera- ¿Que quieres?

Efectos secundariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora