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18 de enero, maquinas expendedoras
22: 59

Le dolía todo el cuerpo, apenas podía mover un brazo sin notar que todos sus músculos le gritaban.

Le mujer le había golpeado hasta que se hartó, hasta que dejó a la rubia prácticamente inconsciente en el suelo. Todo porque había tardado mucho en comprar el tabaco, otra vez.

Volvió a poner la bolsita de hielo en su rostro mientras soltaba el humo de su boca.

Tenía que encontrar a "el leopardo" no era un nombre original y para su gusto estaba horrible. Odiaba las personas que usaban apodos, pero eso no cambiaba el hecho de que necesitara a "el leopardo" para conseguir cierta información sobre Julia.

Un foco de luz le dio de frente haciendo que cerrara los ojos, poco a poco pudo distinguir que la luz provenía de un coche policial.

- Mierda- murmuró tomando otra calada al cigarro antes de tirarlo al suelo. Inconscientemente su mano libre se posó sobre su bolsillo, protegiendo lo que llevaba en el.

El coche policía se detuvo justo en frente de ella y Keyla volvió a maldecir ¿No podía simplemente pasar de largo?

Observó cómo la puerta de conductor se abrió y salió el conductor del vehículo. Le costó distinguir quien era, pues sus ojos completamente hinchados no ayudaban mucho.

- ¿Pasa algo?- fue lo primero que preguntó cuando tuvo al oficial delante suya, no le podía reconocer. Solo veía un bulto de colores oscuros.

- Creía que te había quedado claro que no tenías salir sola a estas horas de la noche- le sonaba mucho la voz pero no podía ponerle rostro. Al menos pudo distinguir que era una mujer- ¿Te han vuelto a golpear?- Keyla no se movió. Por fin había reconocido a la mujer que tenía delante suya, era la policía que le interrogó hace un par de días.

- Algo así- murmuró sacando otro cigarro de su bolsillo. Zoe se quedó observando a la rubia que tenía delante suya, estaba desecha.

Sus ojos estaban teñidos de colores morados, negros y amarillos. Su cara estaba inchada por todos los lados, le sorprendía que pudiera hablar o ver.

Deslizó rápidamente su vista por su cuerpo, la ropa no le dejó ver lo que seguramente serían más moretones e hinchazones por todo el cuerpo.

- ¿Quieres?- Preguntó la más pequeña extendiendole un cigarro a la más mayor.

- No fumo- rechazó la oferta. Era verdad, había dejado de fumar hace unos años, y no tenía ganas de volver a caer en ese círculo vicioso.

Keyla no dijo nada, solo volvió a poner el cigarro en su boca para darle una calada. Un silencio incomodo se instaló entre las dos, silencio que fue interrumpido por la radio de la agente.

- Deberías volver a tu casa. Corres peligro estando por la calle tu sola- le aconsejó la oficial alejándose un poco de ella- Estarás más segura allí que aquí fuera- Keyla solo rodó los ojos, estaba segura que dentro de esa "casa" estaba de todo menos a salvo- Si te vuelven a golpear llama a la policía. A veces tengo guardia por este barrio- contestó antes de arrancar el coche y marcharse.

Keyla observó como el coche se lo tragaba la oscuridad desapareciendo por completo.

La luz de la farola iluminaba levemente la calle. Debería ser tarde, sobre las once de la noche.

Tiró la bolsa de hielo derretido a la basura antes de empezar a caminar algo coja hacia donde podía encontrar a "el leopardo", o eso era lo que le habían dicho.

Daba igual que fuera casi media noche, Keyla estaba segura de que si se presentaba allí con una buena oferta lo dejarían ver sin importar la hora.

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18 de enero, en un pequeño almacén
23:27

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