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28 de marzo, casa de Keyla

Zoe suspiró al ver a Keyla cerrar la puerta de su casa. Tendría que esperar a mañana para obtener más respuestas.

A paso lento empezó a caminar hacia su coche, pero se detuvo cuando le pareció escuchar su nombre. Pasaron tres segundos hasta que lo volvió a escuchar, esta vez mucho más claro. No habían sido imaginaciones suyas.

Dio zancadas hasta la puerta y antes de que pudiera llamar escuchó su voz mucho más clara. Su voz salía angustiada, rota.

Empujó la puerta un par de veces, agradeciendo las pésimas condiciones en la que se encontraba, cuando al tercer golpe se abrió. Su vista recorrió el pasillo deteniéndose en la rubia. Una ola de preocupación la golpeó cuando vio que sus ojos verdes la miraban llorosos y con miedo. ¿Que demonios le pasaba? Su vista abandono a Keyla para fijarse en el hombre que había delante suya, tomándola de los brazos y con el cinturón del pantalón medio abierto.

Su cuerpo se tensó de inmediato, sintiendo asco e ira por aquel hombre.

- Jodido cabrón- masculló entre dientes empujando a aquel hombre lejos de Keyla que se encontraba sorprendido por la intromisión de la policía. Dio otro paso y lanzó un puñetazo que fue directo a su cara- ¿Que demonios ibas a hacer?

Keyla solo se quedó sentada en el suelo. Se había caído cuando Zoe empujó a su padrastro lejos de ella. Estaba temblando suavemente, no se había dado cuenta de eso hasta que no había visto sus piernas temblar y tuvo que poner sus manos sobre ellas para tratar de evitarlo.

Luego miró a Zoe, que tenía a su padrastro cogido del cuello de la chaqueta. Sus ojos solo reflejaban la ira que sentía en aquel momento.

- Escúchame bien, de esta no te vas a salir limpio, me voy a asegurar de que termines entre rejas- maldecía sin soltarle de la camiseta a centímetros de su rostro

- Zoe- pero nada más escuchó la voz de la pequeña dejó a aquel mal nacido en el suelo, con la nariz rota, para ir a ver cómo estaba.

- Keyla ¿Estás bien?- escuchó que le preguntó Zoe con una notable preocupación. Sentía sus manos en su rostro dejándole pequeñas caricias, en busca de calmarla un poco- Vámonos de aquí- con cuidado la policía hizo que la rubia se pusiera de pie.

La morena sentía los músculos de la pequeña temblar bajo su tacto, iba a matar a aquel cabrón, iba a hacerle pagar caro aquello.

Dio una última mirada hacia atrás antes de llevar a Keyla fuera de aquel horrible sitio. No iba a volver a dejar que entrara allí, no si aquel hombre continuaba en la casa.

- Gracias- susurró la rubia una vez llegaron casi al coche policial- Gracias por ir a ayudarme.

- No iba a dejar que te pasará algo- contestó Zoe tratando de formar una pequeña sonrisa ¿Pero como podía sonreír en aquel momento? Era imposible.

Por su cabeza pasaban varias escenas de lo que podría haber pasado si no hubiese escuchado a Keyla llamarla y su estómago se revolvía.

- ¿Estás bien? ¿No te ha hecho nada? ¿Te ha hecho daño en algún sitio?

- Estoy bien. No te preocupes- una forzada sonrisa apareció en el rostro de Keyla. Y a pesar de que solo buscara tranquilizar a la mayor con aquello consiguió todo lo contrario. Zoe se preguntaba cómo podía sonreír en un momento como aquel ¿Cómo podía ignorar aquello?

- ¿Que no me preocupe? Keyla, por dios, ¿Como quieres que no me preocupe? Si no hubiera entrado él...

- No lo digas, por favor, no lo digas- Zoe vio las manos de la pequeña temblar y se sintió estúpida. Keyla no estaba bien, por supuesto que no estaba bien.

Efectos secundariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora