Campamento Machaneh Gilboa

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Millie Bobby Brown, así se llamaba ella, era un nombre que había tomado poder con el paso de los años, sus seguidores subían, sus cheques se volvían más jugosos y las empresas la buscaban para ser el rostro de sus campañas de publicidad.

Poniendo todo eso en consideración se preguntaba una y otra vez, ¿qué le hacía falta a ella para que Finn sintiera lo mismo?

«Ser rubia.» Se respondió molesta, un burbujeo crecía en su estómago, los únicos celos con los que había lidiado eran hacia sus hermanos por la atención de sus padres, pero estos se sentían diferentes, más intensos.

La imagen de Finn inclinado en dirección de la rubia ardía en sus pensamientos, mientras que Finn en la mañana se levantaba al lado de esa chica, era día más en donde ella se despertaba sola.

Sola, sola, sola, en ocasiones era bueno estar contigo, pero su situación no se daba para eso.

«¿Estaré dañada? ¿Por qué lo que siento por él nunca le fue suficiente?»

Lexi decía que era porque Finn Wolfhard era un idiota al no fijarse en ella, pero algo calaba en su corazón y no sabía que era, ver a sus hermanos teniendo hermosas relaciones la hacía creer en el amor, pero luego volteaba a ver a sus padres y todo era diferente, sus padres eran socios, representantes de la chica, pero dejaron de ser sus padres cuando sus cuentas comenzaron a subir. Tenía miedo de muchas cosas en esos momentos.

En ese vehículo se sentía tan sola y él estaba sentado ahí, tan calmo, quería tantas cosas que no podía tener, él era una de ellas, en su cabeza se repetía el mantra de que era feliz, tenía una familia, dinero y un novio, ¿Qué más podria pedirle a la vida?

«Amor real»

No sabía por te todo se había ido a la mierda desde que cumplió doce años, no tenía idea que era feliz todos los días hasta que simplemente dejo de serlo.

Finn estaba dormido en el asiento de al lado.

Sin saber cómo comenzó, lagrimas calientes rodaron por sus mejillas, ahora no solo se sentía sola y triste, también se sentía humillada, porque alguien le ardía tanto en el corazón que le provocaba lágrimas, así mirándolo fijamente tapo su boca para contener sus sollozos.

Un brazo cálido la rodeó haciendo que ella se encogiera bajo el seno de esa persona, ahora también se sentía pequeña.

―Sácalo Mills.

La joven negó con la cabeza, levantándose un poco para ver a su psicólogo limpiándose las lágrimas de manera simultánea:

―No quiero.

Sabía perfectamente que, si comenzaba, no se podria detener, cada vez le incrementaba su miedo de eso, de no poder parar de llorar nunca por la soledad que sentía en su corazón, ese maldito vacío.

―Millie, escucha bien esto, nunca va a estar bien que te guardes las lágrimas, que encierres tus sentimientos, solo te va a provocar más dolor del necesario.

― ¿Cómo corto este dolor? ―pregunta con la voz rota, como parecía posible tener la voz estable mientras toda tu estabas rota― ¿Cómo dejo de sentirme sola?

―Se aprende Millie y si me lo permites― dice el adulto mirándola con genuina preocupación―, yo puedo ayudarte.

El psicólogo sentía una profunda tristeza por la niña, pero trataba de demostrar estabilidad, lo que menos quiere sentir una persona en cualquier estado de ánimo es la lastima.

―No creo que lo pueda hacer.

Ella no le podía sostener la mirada al doctor Hudson, realmente estaba avergonzada de su forma de sentir cosa que era horrible.

30 de FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora