Decisiones tomadas, palabras dichas

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―Desearía que al menos me hablaras.

La voz femenina rompe el silencio que se había instalado en la sala, seguido de esto se escucho un pequeño gruñido antes de que el canadiense abriera la boca:

―Créeme cuando te digo que no quieres escuchar lo que tengo que decirte.

― ¿Sabes que es una de las cosas que mas me molestan de ti?

Cuestiona girándose para ver al chico, Finn esta recargado en la silla pero sus hombros lucen tensos, sus risos están desordenados como de costumbre y no la mira, si Millie pudiera contar los días que lleva sin mirarla la volvería más loca de lo que ya se estaba poniendo, estaba agotada ya que llevaba días sin dormir, las juntas interminables que ella no entendía siquiera la mitad y su novio, Joseph se había vuelto otro trabajo de tiempo completo, al rugbier le gustaba tener la atención de la castaña.

La joven actriz iba a caer del cansancio, sus ojos estaban hinchados de la falta de sueño y esa semana la habían cancelado por, bueno algo de lo que ya no se acordaba porque últimamente parecía que todas las personas tenían derecho de opinar sobre SU vida, la inglesa ya no tenia humor para soportar comentarios fuera de lugar y al siguiente que dijera algo le iba a arrancar la cabeza.

―Soy todo oídos ―el pelinegro comenta interrumpiendo los pensamientos de su compañera―, últimamente me gusta anotar todas las cosas que me dices en un papel para después tirarlo a la basura con todas las opiniones que me importan una mierda.

La cara de la chica se deformo al escuchar eso, el psicólogo pudo notar como los ojos de la joven perdían un poco de luz volviéndose asimismo más apagados, cosa que no creyó posible. El joven seguía sin verla, parecía que así se volvía más fácil escupirle veneno es las pocas oraciones que le dedicaba el de rizos.

―Finn.

Dijo el coach en forma de regaño.

― ¿Qué tiene de malo? ― pregunta soltando un suspiro de resignación― Si me resulta hasta terapéutico.

La mirada del coach lo abstuvo de ir más lejos, el adulto estaba sopesando tentativamente si mandar a Finn a tiempo fuera seria una buena opción, se suponía que esa técnica era mas aplicable para niños berrinchudos, pero en estos momentos parecía que le llamaba a gritos para aplicarla, de hecho los ojos del profesionista se dirigieron a una de las esquinas de treinta de febrero:

―Puedes continuar con lo que ibas a contar ―le dice el hombre hablándole a Millie específicamente con un tono calmo―, recuerda que esta sala es un lugar seguro.

―Ya no se siente así.

Murmura bajito la británica, Finn la ve por el rabillo del ojo, su compañera tiene la cabeza un poco gacha sus hombros están hundidos y se ve mas delgada que la ultima vez que la vio, parece alguien mayor, negó levemente para dejar de observarla y le contestó:

―Tu querías que hablara.

―Bueno ―dice la chica, aunque parece más un suspiro de cansancio―, tu querías tu espacio y eso fue lo que te di.

―En mi audio no te pedí espacio ―le corrige el pelinegro―, de hecho ―comenta enderezando un poco su espalda―, esa fuiste tu ¿Qué ya no lo recuerdas?

―Recuerdo muy bien tus palabras porque al parecer no importa todo lo que pasamos juntos ―los ojos miel tratan de atravesar la estupidez del canadiense― ¿o me equivoco?

El chico frunció su ceño confundido y después de dos días enteros se gira para poder observar a la Brown, su corazón se estrujo un poco cuando la vio, en efecto estaba as delgada, su piel se notaba mas ceniza y las uñas de sus manos estaban mordisqueadas, se golpeó mentalmente para continuar con su discusión:

30 de FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora