Misterio

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Omnisciente

Cuando nos encontramos con alguien nuevo, nos enfrentamos a un enigma intrigante. Del mismo modo, explorar un lugar, incluso tras recorrerlo exhaustivamente, sigue manteniendo su dosis de misterio. Como reza el dicho: "Mientras el cerebro sea un enigma, el universo permanecerá como tal".

Mi perspectiva coincide con la idea de que la transparencia total es escasa; siempre hay un rincón desconocido. Incluso al escuchar la historia completa de alguien, persiste un velo de secretos. La sabiduría, en este contexto, radica en aceptar la inevitabilidad de no comprender plenamente, en lugar de buscar respuestas definitivas.

Mila

Todo está oscuro, tal vez porque tenía los ojos cerrados y me faltaba la fuerza para abrirlos, además del dolor en el cuerpo.

—¿Estás bien? —una voz susurra mientras acaricia mi cara—. Melli, creo que murió.

—No murió —distingo la voz de Ludmila—. Voy a probar.

—¡Pero qué! —grito al sentirme mojada. Abro los ojos y veo a Ludmila con un vaso en sus manos.

—Perdón, no te levantabas —se disculpa ayudándome a incorporarme.

—¿Dónde estoy? —observo y noto que no estamos solas; al lado de Ludmila está una señora de unos 60 años observando—. ¿Quién sos vos? —desvío la mirada a mi ropa, empapada—. ¡¿Por qué me tiraste agua, Lumy?!

—¿Te dice Lumy?—cuestiona la señora, obviando mis preguntas.

—Es la primera vez que la escucho decirlo,—continúa Ludmila —pero si querés me podés decir así.

—No, me gusta decirte Melli porque sé que no te gusta —bromea aquella señora.

—¡¿Pueden dejar de hablar entre ustedes?! —insisto.

—Vale, no te pongas así, te quitaremos las dudas, pero luego de comer —dice Ludmila.

—¡¿Qué?! —grito estupefacta.

—Es broma, es broma —ríe—. Ella es Marcela —presenta a la señora—, es un amor de persona y la nana de unas locas chicas, de seis y doce años.

—No, son locas —contradice Marcela.

—Entiendo, entiendo, pero cómo llegué hasta aquí. Se supone que estábamos en la escuela… —trato de acercarme a Marcela, pero me duelen los pies—. Es cierto… ¡¿Por qué me empujaste?! —señalo a Ludmila.

—¿La empujaste? —pregunta Marcela.

—No se atrevería a entrar si no fuese así —responde con total naturalidad.

—Esperen… Si estaba en la escuela y caí… —me detengo al observar la casa — ¿cómo es que ahora estoy aquí? ¡¿Y por qué esta claridad?!

La casa es una construcción de estilo rústico, con paredes de piedra desgastada por el tiempo. El techo de tejas rojas muestra signos de antigüedad. Las ventanas, con marcos de madera, dejan entrever cortinas que bailan con la brisa y la claridad.

—Sé que tenés muchas preguntas —se acerca Marcela y me acaricia el cabello—. Las cosas con calma se interpretan mejor.

—¿Me creerías si te dijera que la escuela es el sótano de esta casa?—añade Ludmila

—¿Me estás tomando el pelo?—pregunto incrédula.

Ella niega.

—¿Y si te dijera que la casa es el sótano de la escuela?

¿ Todo tiene fin ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora