Omnisciente
Una imagen, un olor, una melodía, incluso gestos de ciertas personas o un aroma, despiertan una nostalgia inesperada, transportándote a recuerdos del pasado. A veces, queremos olvidar ciertos momentos, pero vuelven sin pedir permiso. ¿Por qué lo indeseado siempre regresa, interrumpiendo nuestra felicidad? Parece hablar, reclamar, recordarnos su existencia. Surge la pregunta: ¿y si en lugar de ignorarlo, intentáramos comprender el mensaje que nos trae? ¿Podríamos aprender más sobre nosotros mismos?
Mila
—¿Estás segura? —pregunta Ludmila, visiblemente alterada—¡¿Estás segura?!— coloca sus manos sobre su cabeza y camina con desesperación. —No, no, no. ¡¿Qué le digo a Kila?!
—Me pueden decir qué pasa aquí—estaba estupefacta. —¿Quién es Lucas y por qué esa niña está así? —Nadie contesta. —Dios, yo me voy.
No sé a dónde iba a ir, pero de que me iba, como una cobarde, me iba. Fue en ese momento cuando Ludmila se lanzó hacia mí, provocando que ambas cayéramos al suelo
—Estás lo…—Ludmila me calla cubriendo mi boca con sus manos.
—No te vas, debes ayudarme. ¡¿No eras mi amiga?!
Quito sus manos de mi boca.
—Claro que lo soy, pero Dios, Lumi, ¿un muerto? ¿Estás segura de que esa niña no nos está tomando el pelo… o bueno, a mí?
—Ella no haría eso —interrumpe Jennifer— ¿Lulú, estás bien?
—Está en shock —informa Marcela, preocupada. —Por lo visto, vio algo muy feo —dirige su mirada a nosotras— ¿Qué debo hacer?
—¿Llamar a la tal Kila?—contesto con obviedad.
—Buena idea. Llamamos y le decimos. "Kila, una niña acaba de decir que tu novio murió. Lo siento mucho" —ironiza Ludmila.
—Bueno, tampoco así, ¡¿qué querés que diga?! Vos sos la que me trajo a este lugar.
—Te traje a este lugar, como decís, porque no quería tomar esa clase. El punto era que íbamos directo a la salida, pero nos trajo aquí.
—Por algo será —Jenniger cruza los brazos. —Sabes muy bien que Lulú sabe lo que hace y donde te lleva.
—¡¿Qué hago yo con eso?! —Exclamo con enojo.
—Chicas, vamos a tranquilizarnos —pide Marcela.
Sé que estar discutiendo no solucionará nada. La única forma era que la niña hablara, para que así pudiera irme y regresar con Juan. Así que la haría hablar
—Sé que no es el momento, pero … ¿Me puede dejar unos minutos con ella?
—La que creía que todo era una broma, ahora quiere hablar con mi hermana —cuestiona Jennifer
—Jennifer —advierte Marcela.
—Está bien —accede desconfiada.
Marcela pone a Lulú en sus brazos y se va con ella.
—¿Dónde la lleva? —pregunto.
—A su habitación —responde Ludmila.
No tardó mucho en regresar sin ella
—La acosté, así que solo debes hablar. Cualquier cosa nos dices —explica.
Al dirigirme a la habitación de la niña, noto paredes suavemente pintadas con motivos infantiles, creando una atmósfera acogedora. Juguetes coloridos se hallaban cuidadosamente dispuestos en estantes, formando un escenario alegre. La cama, con colchas decorativas y peluches estratégicamente colocados, invitaba a la comodidad y la imaginación. Cada detalle revelaba un cuidado especial, para ser la habitación de una niña pequeña.
—Hola —saludo al entrar, causando que la niña se asuste. Al menos sé que me escucha. —Tranquila, solo quiero saber si estás bien.
La niña permanece en silencio, su mirada perdida en algún punto fijo. Me aproximo con precaución y me recuesto a su lado, notando cómo su cuerpo se tensa al contacto.
—¿Sabes? Hubo un día en que tuve un cachorro. Al principio, no lo quería; pensaba que solo traería complicaciones, con la responsabilidad de alimentarlo, cuidarlo y recoger sus desperdicios.
Comienzo a acariciar su rostro.
—El cachorro creció, ya no necesitaba cuidados constantes como cuando era un cachorrito. Lo curioso es que, al final, él fue quien cuidó de mí. Pero llegó un momento en que el perro se puso enfermo —la niña, por primera vez mientras contaba la historia, me miró— estaba tan mal que tuvo que partir hacia el cielo. Fue devastador verlo marcharse; sentí un dolor profundo en el corazón.
—¿Te sentiste triste? —preguntó.
—Mucho —respondí mientras recogía algunos mechones sueltos de su cabello—, pero era más miedo que tristeza.
—¿Miedo a qué?
—A volver a estar sola. Su ausencia me hizo sentir indefensa y angustiada, y lo más difícil fue que solo podía resistir, como cualquier ser humano.
—Humanos.
—Exacto. Humanos, perfectamente imperfectos. Cada día debemos enfrentar desafíos, y lo peor es que nadie nos preguntó si queríamos, simplemente nos lanzaron al fuego y no podemos retroceder. No sé lo que viste o no viste, pero sé que detrás de esa puerta hay personas desorientadas y preocupadas por tu bienestar. No te pido que me cuentes lo que te pasa, solo quiero que no te sientas sola, porque no lo estás ni lo estarás.
Ella no respondió. —Te dejaré sola —me levanto y camino hacia la puerta.
—Mila —llama.
—Eres una persona maravillosa, no cambies por favor —me sonríe.
Asiento con la cabeza en señal de despedida y salgo de la habitación. Al regresar donde están las chicas, todas notan mi presencia y se acercan con expresiones de expectación y preocupación. Ludmila, Jennifer y Marcela esperan ansiosas alguna señal de lo que ocurrió durante nuestra conversación.
—¿Te dijo algo? —pregunta Ludmila.
Niego con la cabeza, sintiéndome frustrada por no lograr que la niña comparta más. A comparación de mi hermano, quien es capaz de confesar todo con solo tres palabras que le diga, me hace sentir aún más impotente.—¿Me pueden decir qué está sucediendo? —pregunté con firmeza, sintiendo la necesidad de obtener respuestas. Las chicas intercambiaron miradas significativas. —Sé que ustedes saben algo que yo desconozco —dirigí mi mirada hacia Ludmila—. Por favor, cuéntame cómo llegaste aquí.
—Bueno, —mira a todos los lados—yo no vine, ellas me encontraron. Bueno, Lulú...
—Ludmila —insistí.
—Está bien. Todo empezó en el 2011.
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¿ Todo tiene fin ?
Misterio / SuspensoCuando buscamos la verdad, lo que en realidad buscamos es su consecuencia. ¿Pero estamos listo para conocer la verdad? ¿Estamos listos para afrontar su consecuencia? La verdad tiene un precio ¿Estamos dispuestos a pagarlo?