Destino. Quizá azar. O es que, simplemente, era tonta de remate. Olive solo necesitaba una cosa: aprobar esa maldita asignatura de alemán que escogió por error en la matrícula de la universidad. ¿El problema? Que no tenía ni la más mínima idea del idioma. Es ahí cuando un astrofísico introvertido acepta ser su profesor particular de alemán. Pero en la letra pequeña no ponía nada sobre su patético atractivo y ese acento tan ridículamente sexy. Eran como el blanco y el negro, la alegría en estado puro y la introversión personificada. Literalmente, necesitaban un milagro para que aquello funcionase. Aunque... ¿No dicen que los polos opuestos se atraen?