Capítulo 12

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Agobiada. Frustrada. Estresada.

Había muchas palabras que podían describirme aquel lunes, pero ninguna de ellas podía asemejar la ansiedad en sangre que mi organismo sentía en aquel momento.

Cinco trabajos, tres exámenes y, uno de ellos, en maldito alemán.

No te confundas; estaba muy orgullosa de mi progreso (pequeñito, pero eso no quita méritos, ¿No?) gracias a las clases con Maxon, pero no era suficiente. Para mí, nunca era suficiente.

Y era una sensación realmente asfixiante. Nunca estaba conforme con nada de lo que hacía, porque, siempre puedes hacerlo mejor. Siempre.

Así que ese lunes, era todo un manojo de nervios. El profesor de alemán —que no Maxon — no es que fuese la alegría de la huerta, y tampoco es que le cayese demasiado bien. Y créeme, eso era muy raro en mí.

No era la típica alumna que hacía la pelota a los profesores, casi que todo lo contrario. Lo que pasa es que solía hacerles gracia porque era una persona abierta y, a veces, demasiado. Si me agobiaba, si estaba enfadada... bueno, digamos que se lo pasaban en grande conmigo en clase al verme explotar.

Así que esa tarde, estaba a todo menos a lo que tenía que estar.

—¿Olive?

Sacudí la cabeza y dejé de estar empanada.

—¿Mhm? —murmuré, adormilada.

Maxon empezaba a estar un poco harto después de no dar una en toda la tarde. Sí, lo admito, tenía la cabeza en otro lado.

Estaba agobiada. Yo quería mi verano de ensueño. Era un maldito viaje, pero a fin de cuentas, era mi viaje soñado. Era lógico que quisiese esforzarme al máximo para poder ganar lo único que quería: un fin de semana en una casa del lago.

Cabe destacar que, no es muy inteligente por su parte hablarme en alemán si pretende que preste atención. Su voz se vuelve más grave de lo normal, y es... es hipnotizante. Así que cuando me habla en alemán, estoy en otra galaxia, básicamente.

No pasé por alto que se dio cuenta de que iba más arreglada de lo normal. Bastante más. Cuando le abrí la puerta, los dos nos quedamos mirándonos y dijimos lo de siempre:

—Hola.

Al unísono.

Tampoco iba de gala; simplemente me había maquillado más de lo normal, iba con el pelo alisado a la perfección y un jersey nuevo, junto a unos pantalones de cuero negros.

Pero no era justo. A pesar de sentirme bastante guapa —algo no muy común en mí — tener que ver a Maxon llevando lo que sea y que estuviese el triple de atractivo, automáticamente me hacía sentir como una mierda.

Y es que ese día, llevaba unos vaqueros negros. Y tú dirás, ¿Qué tiene eso de especial? Eso mismo me preguntaría yo si no supiese lo ridículamente perfectos que le quedan pegados a la cintura, como si se lo hubiesen hecho a medida.

Su polo de manga corta azul marino tampoco es que ayudase demasiado. ¡Venga ya! ¿Por qué no podía venir un día con una bolsa de basura encima?

Incluso ni con esas alguien parecería atractivo a su lado.

No voy a negar que estaba algo nerviosa por mi encuentro con Tom. Sí, la última vez que nos vimos, todo fue bien. Más que bien. Y el beso me gustó. Pero por otra parte, no dejaba de sentir las palabras de Liam clavándome los sesos.

No conocía a Tom lo suficiente como para saber si me gustaba o si me convenía, y sobre lo de la natación... bueno, era su pasatiempos, ¿No? No sería para tanto. Podría compaginarlo.

SIZIGIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora