•Capítulo VIII. Dream Boy•

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Nunca antes Vladímir se había sentido tan solo.

Alguna vez tuvo a su madre y a Mary, y cuando ellas partieron, Jack estuvo ahí para él.

Pero, ¿ahora quién lo estaba?

Ni siquiera era capaz de llorar sin sentir un enorme dolor abrumarlo, ¿cómo se suponía que haría algo más?

Las esposas herían sus muñecas, podía ver de reojo como estas sangraban por el gran esfuerzo que había conllevado saltar del auto. Sin embargo, viéndolo a detalle, esa era su herida menos preocupante, y comenzaba a sopesar severamente la idea de estar una hemorragia interna... ¿Cómo se supone que se sentía una? Esperaba que no la tuviera, porque eso implicaría un riesgo de muerte sin necesidad de que el pensamiento de entregarse a la ARMUP cruzara por su mente.

—¡Vladímir! —le llamó de pronto una voz que sonaba distante y lejana.

Él pestañeó con fuerza sin siquiera poderse levantar ante el llamado. Giró su cabeza sobre la pared y reparó en que una persona corría por el callejón en su dirección.

Una persona de estatura corta y con una voz ligeramente aguda... Era un niño... Corrección, era una niña.

Era Paige.

Vladímir por unos graves segundos se preguntó si acaso no había vuelto a quedarse dormido y realmente estaba soñando, pero desechó rápidamente ese pensamiento cuando recordó que el dolor en sus extremidades era demasiado intenso como para creer que su mente seguía navegando en la inconsciencia.

No, no estaba soñando, eso era real.

Aunque, ¿qué rayos hacía Paige ahí?

Vladímir trató de preguntarlo pero las palabras que salieron de su garganta eran tan arrastradas que parecieron simples balbuceos al aire, el haber dormido no había ayudado en nada a su cuerpo e incluso pensaba que estaba aun más exhausto que antes.

Paige soltó un alarido al verlo y se arrodilló de forma inmediata y casi autómata a su lado.

—¿Qué te pasó? —preguntó ella, rozando con suma suavidad la superficie de su mejilla, mirándolo con grandes ojos envueltos en preocupación y frunciendo su entrecejo.

—¿Qué... haces aquí? —consiguió cuestionar Vladímir, decidiendo que no tenía el aliento suficiente para poder explicarle a Paige su situación.

Ella miró a su alrededor como si se estuviera asegurando de que no había nadie más allí para oírlos, después se volvió hacia él una vez más y una sonrisa ligeramente dubitativa subió a su semblante.

—Vinimos por ti —contestó.

Vladímir no pudo preguntar a qué se refería con "venimos" cuando miró que ella sacaba de la mochila colgada a su espalda un objeto rectangular (un walkie talkie, al parecer) y decía a través de él un par de palabra que las percibió inaudibles.

—No puedes estar aquí —volvió a decir Vladímir, intentando incorporarse y fallando de golpe en el intento, al menos ahora podía hablar un poco más.

—Sí puedo, ¿no me ves? —Paige sacó esta vez de su mochila un envase de agua, se lo acercó mientras a su vez agregaba—: Vamos, bebe, debes estar muerto de sed.

Vladímir apenas si logró acercar sus labios al borde de la boca del envase, debía admitir que el agua en su interior le provocaba cierto alivio; el suficiente para al menos lograr hablar con mayor fluidez. Paige apartó la botella, volviéndola a guardar al mismo sitio de donde la había sacado.

—¿Te puedes mover? —preguntó ella.

Vladímir vaciló.

—Bueno... No estoy seguro —contestó, alzando sus dos manos para mostrarle las esposas que yacían en sus muñecas para hacer énfasis en sus palabras.

El Último Superhéroe © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora