•Epílogo•

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Los siguientes días pasaron como un veloz nubarrón.

La Asociación se hizo cargo de minimizar el impacto que la noticia de Morten había provocado en la sociedad.

Lograron que su nombramiento como terrorista se convirtiera en un soso rumor al igual que sucedió con la noticia del niño malvado que tenía poderes.

Por fortuna, la población de New York no insistió y pronto dejaron ir esos sucesos.

La Asociación cambió radicalmente, extinguiendo su ideología anterior de acabar con todo niño que tuviese desde su nacimiento habilidades fuera de lo ordinario, después de todo, nada bueno había resultado de eso.

En realidad, estaban poniendo en acción un proyecto (por sugerencia de Vladímir y Jack) para ayudar a las personas que desde ese momento nacieran con dones.

Lo habían llamado el Proyecto Dream y estaba siendo puesto en marcha en distintos puntos del mundo entero.

A decir verdad, habían hecho más que ayudar al encierro de Morten y a guardar la discreción del asunto, pues también se encargaron de atender a Amanda y a Jack, quienes habían estado en el interior del hotel Corpus todo ese tiempo.

¿Quién diría que las personas que en un inicio habían abogado por su muerte acabarían ayudándolo?

Tras intercambiar un poco respecto a lo que habían vivido, Vladímir pudo comprender que Morten había estado buscando la ubicación de la herramienta que borraba la memoria, pues dentro de sus macabros planes había ideado manipular los recuerdos de todo aquel que no quisiese estar de su lado. Por ese motivo no había dejado ir a Amanda.

Quizá parece un poco vago siendo contado de este modo, sin embargo, Amanda mejor que nadie sabía la tortura mental que eso había representado.

Pero ella se había rehusado a soltar una sola pizca de información y ahora tenía resguardado en un sitio sumamente secreto la peligrosa arma que podría devastar la memoria de una sola persona (sin importarle que la Asociación hubiese insistido en que podían cuidar de ella).

Aún habían muchos cabos sueltos que probablemente serían un problema más adelante y seguía teniendo cosas de las que encargarse, ya que Morten, a pesar de haber sido incapacitado de sus poderes y detenido en una prisión de máxima seguridad, continuaba siendo un recordatorio de todas las personas que acechaban en las sombras, a la espera de una oportunidad para atacar, además de ser la marca constante de las horribles atrocidades que había causado.

Era una herida que sólo el paso del tiempo podía cerrar.

Vladímir también sabía que era imposible superar fácilmente los traumas que había experimentado en estos últimos años... Sin embargo, a pesar de eso, se sentía bien.

Por primera vez en su vida sentía que las cosas marchaban bien.

Ya no pensaba en los meses de terapia intensiva a los que había tenido que someterse para recuperarse del daño físico por haber saltado del Empire State, ya casi no tenía pesadillas referentes a la muerte de su familia, ya no se enfurecía al oír nombrar a la Asociación y tampoco se sentía tan extrañado con el contacto humano.

Su vida una vez había comenzado a ir en picada, pero parecía que esta vez estaba corriendo hacia arriba. Todos, incluidos Amanda y Nathan (e incluso Shelley, quien tras oír las noticias, se alegró en sobremanera y decidió ir con ellos), habían vuelto a Vermont... A ese lugar tranquilo y con hermosos paisajes que no solía tener muchos turistas en esa época.

Jack se volvió su tutor oficial, pues si bien su relación con él se enfrió un poco tras hablar del tema del hermano que había traicionado, no pasó demasiado tiempo antes de que las cosas volvieran a ser las de antes. Amanda incluso se mudó cerca de ellos junto a Nathan, quien le parecía una pequeña criatura fascinante.

Todo iba tan bien que incluso le costaba creerlo.

—¿En qué piensas? —preguntó Paige a su lado con un tono curioso, interrumpiendo bruscamente sus pensamientos.

Ella, luego de su huida a New York, fue castigada por dos semanas por sus padres, a quienes les fue prohibido informar ni una sola cosa de los sucesos. De igual forma ocurrió con los padres de Aaron, de Hayden y Anna.

Ellos tuvieron que prometer no decir nada respecto a las cosas que habían sucedido con la Asociación y Morten.

Al final de cuentas, unas palabras podían bastar para desempolvar rumores del pasado que podían arruinar su paz actual.

Únicamente habían transcurrido unos meses, no obstante, se sentía toda una vida.

—En todo, supongo —admitió Vladímir, encogiéndose de hombros y sin darle importancia.

Estaban en la azotea del apartamento en el que había vivido por dos años, pues había decidido que no quería mudarse de ahí, para él ese sitio representaba un punto que señalaba el inicio de una página en blanco.

El inicio de una nueva historia.

Aaron, Hayden y Anna también estaban allí, no sólo ellos, sino también Amanda, Nathan, Jack y Shelley, y hasta Tracey y Oliver, quienes recientemente habían accedido a trabajar para la Asociación y bajo el cuidado de Amanda.

En resumen, ahí se encontraba su familia.

Vladímir sonrió y soltó un leve suspiro. Hacía varios meses llegó a creer que había sido muy fácil derrotar a Morten.

Sin embargo, por sí mismo entendió que realmente no lo había sido.

Había constado de tantos sacrificios y muertes a lo largo de la historia... Había sido a base de tantas lágrimas y engaños.

Ahora sabía la verdad.

Sabía que el mundo no podía dividirse en villanos y superhéroes.

Que las cosas podían ser más profundas que eso.

Personas con buenas intenciones que habían hecho cosas malas. Personas de malas acciones que creían haber hecho el bien.

Tal vez no tenía caso tratar de pensar en ello.

Porque ahora eso ya no importaba.

Su maldición se había levantado. Por una vez podía permitirse ser feliz.

Él, después de todo, era el último superhéroe.

Y no importaban los retos que siguieran de ahora en adelante.

Después de todo, él ya no estaba solo.

El Último Superhéroe © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora