•Capítulo IV: La ciudad que nunca duerme•

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El trayecto en el autobús fue mortalmente silencioso y sumamente incómodo.

Vladímir sabía que había sido erróneo señalar el hecho de que Jack no era su padre, porque si bien no lo era, lo había cuidado como uno, aun cuando al principio ni siquiera quiso hablarle,

Se sentaron uno al lado del otro y nadie pareció percatarse del aire tenso que existía entre ambos.

Ocho horas así. Ése iba a ser un largo viaje.

Tras una media hora de pensar en cómo romper el frío silencio, decidió mejor usar el tiempo para ordenar sus pensamientos que en ese momento surcaban por su mente de un lado a otro.

En primer lugar se encontraba el reencuentro con su padre, y sus expectativas al respecto se encontraban por el suelo. ¿Qué se suponía que debía decir después de dos años de haber creído con firmeza en su muerte? Un simple "hola" sonaba demasiado surrealista. En realidad todo le parecía muy surreal, como si en lugar de vivirlo estuviera soñando la vida de otra persona.

Además estaba el asunto de que no sabía con precisión dónde vivía, y la única cosa que tenía con certeza era que se encontraba en algún lugar de la grande ciudad de New York, aunque por algún motivo esta cuestión no le preocupaba del todo, era como si en el fondo estuviera seguro de que podría encontrarlo en el mar de personas que caminaban a diario por aquellas calles. Era una sensación extraña, pero no lo suficiente para hacerlo dudar de ella.

—No debiste huir de esa forma —dijo de pronto Jack, interrumpiendo sus pensamientos. Al verlo, notó que el hombre tenía sus ojos fijos en el respaldo del asiento delante suyo en lugar de mirarlo a él.

Vladímir viajó su mirada a su regazo y a sus manos que se movían inquietamente sobre él.

—Lo sé —reconoció, sintiendo un extraño vacío formarse en su estómago, las disculpas no solían formar parte de su vocabulario, porque en general no sentía que una simple disculpa fuera suficiente, mordió su labio inferior, y sin embargo, agregó—: Lo siento.

—Supongo que de todas formas ya no importa ahora que estamos camino a New York.

Vladímir arrugó ligeramente el entrecejo al notar su tono distante y malhumorado.

—¿No habrías hecho lo mismo si te hubieras enterado de la posibilidad de que tu hermano estuviera vivo? —preguntó, alzando su barbilla para verlo.

A la mención de su hermano, Jack giró la cabeza en su dirección.

—No es lo mismo —contestó él de inmediato.

—¿Por qué no? —insistió Vladímir—. Mi padre es mi familia sin importar lo que haya hecho, tu hermano también.

—La gran diferencia cae en que tu padre probablemente haya confabulado en tu contra y mi hermano jamás habría hecho algo para herirme.

Vladímir resopló y se cruzó de brazos, dirigiendo su molesta mirada hacia la ventana que se encontraba a un costado suyo.

—Tú dices eso, pero no puedes saberlo todo —reiteró.

—¿Eso qué significa? —preguntó Jack, frunciendo el ceño.

—Significa que no podemos estar seguros de nada. Quizá estás equivocado con mi padre.

—O quizá no.

—Podemos darle el beneficio de la duda.

—¿Y si todo sale mal por hacerlo?

—¿Y si no?

—¿Pueden callarse? Trato de dormir una siesta —gruñó la voz de una mujer en el asiento que tenían delante. Ella se volvió hacia ellos con el entrecejo fruncido en mal humor y severidad.

El Último Superhéroe © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora