•Capítulo XXV. Empire State Building•

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Abruptamente ya había comenzado un nuevo día.

Vladímir era más que consciente de esto, sus ansias carcomían su mente y su noción del tiempo por una vez no se sentía desorientada.

¿Qué hacer cuando lo único para lo que estaba físicamente capacitado era esperar?

Estaba sentado sobre la cama, observando atentamente la puerta y meditando en un completo silencio su plan.

Era riesgoso y mentiría si dijera que las probabilidades de resultar herido no eran altas.

Apretó los puños e inhaló con fuerza.

Necesitaba hacerlo, si no era él, ¿quién lo sería?

Apenas si consiguió dormir un poco esa noche, y si lo hizo sólo fue porque sabía que necesitaba tener energías o de otro modo sería inútil.

Sin embargo, despertó más temprano de lo deseado, justo en la madrugada de ese tan esperado día.

En realidad no tenía la certeza de que fuera de madrugada, siendo que no contaba con algún reloj o ventana que reflejara el cielo era incapaz de determinar con exactitud la hora. En realidad, sólo era una corazonada.

Entrelazó sus dedos y bajó la mirada.

Transcurrieron un par de minutos sin que él hiciera un solo movimiento, pero no pasaron demasiados antes de que la puerta se deslizara hacia uno de los lados.

No necesitó alzar la vista para darse cuenta que ahí se encontraba Polly.

Ella no se marchó a ningún lado, como solía hacer siempre que irrumpía en su habitación, sino que se mantuvo ahí el tiempo suficiente para que Vladímir sintiera curiosidad y decidiera mirarla.

Observó que Polly sostenía en una de sus manos lo que parecía ser un traje hecho a su medida, mientras que en la otra mano sujetaba un par de zapatos negros.

Vladímir soltó un suspiro cuando ella depositó ambas cosas sobre la superficie de la cama y después abandonó el cuarto, cerrando la puerta detrás de sí y sin decir ni una sola palabra.

A pesar de su silencio, podía tener la plena certeza de que lo había mandado Morten.

¿Por qué rayos debía usar algo como eso? En lo personal le parecía ridículo, sin embargo, optó por no alegar al respecto, no era como si alguien pudiera oír sus quejas.

Se puso de pie con cuidado, y enseguida comenzó a cambiar su ropa por ese atuendo peculiar y selectivo.

Resultó que, tal y como había predicho, no le gustó en lo más mínimo.

No sólo le parecía incómodo y le quedaba un poco más grande lo que habría considerado ideal (supuso que Morten había tenido problemas para averiguar su medida), sino que sentía como si sus peores miedos se volvieran realidad: Denotar una apariencia y aura mayor a la verdadera.

Intelectualmente era superior a niños de su edad promedio y las circunstancias en las que se había visto envuelto habían provocado que no pudiera permitirse disfrutar de una infancia normal, pero, ¿vestirse de un modo tan formal? Eso le quitaba lo poco que tenía y volvía sus temores realidad.

En esa habitación sólo había un espejo (el que se hallaba dentro del cuarto del baño) y tras verse a través de él se dio cuenta que no le gustaba en lo más mínimo su reflejo.

Aunque no sólo se debía a la ropa que usaba, sino también al par de ojeras que yacían bajo sus ojos y a sus mejillas hundidas.

Su rostro lucía triste, se dio cuenta, tal vez no era tan bueno ocultando sus emociones como lo había creído.

El Último Superhéroe © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora