•Capítulo VI. Una vista al pasado•

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La mirada de su padre por una vez podía ser leída como un libro abierto,

Apoyó sus manos sobre la mesa y su mirada atónita se mantuvo por unos largos minutos fija en Vladímir, como queriendo confirmar que realmente era él y no un vil y extraño parecido, luego sacudió la cabeza y, mirando a Dayane, dijo con voz monótona:

—Ya puedes retirarte.

Dayane al principio lució escéptica y dubitativa, como si le costara creer que su jefe la estaba echando del lugar y no a los dos extraños que ella había traído a la cafetería, pero la duda solo duró una fracción de segundo, antes de ponerse de pie y sin rechistar, encaminarse a la salida.

Su padre la siguió con la mirada unos instantes antes de volverse hacia Jack y Vladímir, sentándose en el ahora lugar vacío y entrelazando sus dedos sin que su semblante fruncido se apaciguara.

—¿Qué demonios? —fue lo que dijo, alzando su voz involuntariamente por el shock que seguía presente en su rostro entero—. ¿Cómo... cómo es posible?

Vladímir aferró sus uñas al asiento y apartó su mirada.

No era sencillo mirar a su padre, realmente no sabía por qué había pensado que eso sería fácil. Sintió de pronto la mano de Jack sobre su muñeca en un gesto tranquilizador. Jack no era ningún fan del contacto físico, y tampoco lo era Vladímir, así que ese gesto representaba más de lo que parecía.

—Podría preguntarte lo mismo —espetó Vladímir en un tono lo suficientemente alto solo para que ellos tres alcanzaran a oír—, se supone que tú también estás muerto...

Su padre pasó una mano por su frente, masajeando su sien con fuerza y respirando por la nariz con gran intensidad.

—No, no es así, no es lo mismo. Tú debías morir en ese incendio... No yo. —Se calló abruptamente, pasando su mirada en dirección de Jack, quien se mantenía al margen de la conversación y tan solo se limitaba a escuchar con atención—. ¿Cómo pasó esto?

Vladímir se esforzó por reprimir el impulso de dejar que su rostro dibujara la tristeza que sintió cuando oyó a su padre decir esas palabras, ¿él debió morir? ¿Qué significaba eso? Apretó los dientes y se atrevió por fin a mirar al hombre a quien si era honesto jamás pudo reconocer como un verdadero padre.

—Estaba fuera cuando el incendio sucedió —contestó Vladímir con ligera vacilación.

—¿Afuera? —El tono de su padre denotaba incredulidad—, ¿eso es todo?

Jack se mostró molesto y su entrecejo se arrugó.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Tanto querías muerto a tu hijo? —Se volvió hacia Vladímir, agregando con rapidez—: Nunca debimos venir, me parece una pérdida de tiempo.

Vladímir bajó la mirada y se quedó estático. Quería creer que no lo era. Quería aferrarse con todo a la poca esperanza que aún le quedaba que su padre no fuera la persona que Jack le había advertido que sería. Quería creer que no era verdad.

—No pueden irse —exhaló su padre súbitamente, y sus ojos se movieron hacia su hijo, en ellos ya no había sorpresa, habían vuelto a ser los mismos fríos e inexpresivos ojos de siempre—, es decir... No aún. Vladímir, perdona si me he dado a entender mal, no quería decir que deseara tu muerte... Es más complicado que eso.

Vladímir se quedó en silencio, dudando entre si realmente quería saber qué era precisamente lo complicado o si debía darle la razón a Jack y salir de ahí antes de que las cosas se dificultaran.

Pero la curiosidad dominó su cuerpo, y esperando que no fuera un error, decidió preguntar:

—¿Qué es complicado?

El Último Superhéroe © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora