•Capítulo II. No confíes en tiburones•

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Jack ya lo esperaba afuera de la escuela cuando Vladímir salió. El hombre lucía alegre y una sonrisa afloraba su semblante.

—¿Qué tal tu primer día de escuela? —preguntó.

El niño fingió pensar la respuesta.

—No tan mal. Pudo ser peor —admitió, y de forma involuntaria sus labios esgrimieron una ancha sonrisa.

Quizá sí podía llevar una vida normal y cotidiana después de todo. Su mente visualizó un futuro que constara de eso, donde su mayor preocupación fueran sus calificaciones, donde el mundo girara como debía girar, sin dudas ni miedos, sin problemas ajenos a los comunes y sin dolor.

Vladímir supuso que podría acostumbrarse a eso. Y honestamente, también quería hacerlo.

Cuando estaban por irse de la escuela y volver al departamento, Paige los interceptó acompañada de dos personas, una mujer y un hombre, e intuyó que se trataban de sus padres.

—¿Ya le preguntaste a tu papá si podías ir? —preguntó la niña, apuntando con su dedo índice a Jack sin reparos.

—¿Ir a donde? —cuestionó el hombre por su parte, confundido.

—A un picnic —contestó Paige.

—¿Un picnic?

—Así es —dijo la madre de la niña—, nos gusta hacer que los nuevos se sientan bienvenidos. Soy parte de la directiva en la escuela y me agradaría conocer a su hijo un poco más.

Jack enarcó las cejas, como si le costara creer que hablaba con sinceridad.

—No lo sé... Creo que tenemos cosas por hacer.

—No, no tenemos —enfatizó Vladímir, mirándolo con intensidad.

No estaba ansioso por el picnic con Paige, pero si era sincero, tampoco le molestaba la idea de asistir y salir un poco más ese día, el cual, por cierto, era uno de primicias.

—Estoy casi seguro de que ya habíamos organizado algo —insistió Jack con ademán molesto.

—Que no, estás equivocado.

—Bueno —interrumpió el padre de Paige—, si no tienen asuntos importantes entonces pasaremos por Víctor en una hora, será por el Lago Champlain, ya sabemos su dirección

Diciendo esto la familia se despidió, dando media vuelta y regresando de donde habían venido.

—¿Por qué quieres ir a ese picnic? —le preguntó Jack, frunciendo el ceño.

—¿Por qué no querría ir? —argumentó Vladimir, arqueando una ceja.

—Creo que es demasiado pronto, la escuela es una cosa, pero salir con una familia que no conocemos...

—¿Estás diciendo que no confías en ellos? Dudo que sean parte de esa sociedad maligna de la que vienes o lo que sea.

—Primero, es una asociación, no una sociedad, segundo, no es que no confíe en ellos... O quizá, sí. Pensándolo bien, no confío en ellos.

—Entonces ven conmigo y su familia.

—¿Y que me hagan preguntas del por qué nunca salgo del apartamento? No, gracias, me basta que la calle entera sienta que soy una clase de psicópata que destripa conejos en su tiempo libre.

Vladímir lo miró confuso.

—¿Desde cuándo creen eso?

—No lo sé, pero desde que vivo aquí no he pasado por alto esos rumores.

El Último Superhéroe © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora