Vladímir siguió a Amanda cuando ella salió del auto y se encaminó al frente.
Al mirar a su lados, Vladímir reparó en que no era el único que se sentía tan nervioso y asustado, pues Paige fruncía el ceño y se notaba en sus pasos su vacilación, mientras que Aaron y Hayden se miraban entre ellos con aires de sospecha.
Amanda plantó sus pies delante de la puerta principal de local, la cual era una de mal aspecto y con un gran grafiti que señalaba un par de gestos obscenos.
Ella tocó con sus nudillos la superficie y luego retrocedió un paso, mirando de reojo los niños a sus costados.
Nada sucedió por al menos unos cinco minutos.
Entonces, por fin la puerta se abrió hacia dentro en un suave rechinido agudo.
Amanda fue la primera que se atrevió en entrar, y detrás de ella la siguió Vladímir, observando su alrededor y prestando especial atención a los pequeños detalles.
El local era un poco pequeño, había una pila de periódicos atados bajo una ventana y a un lado de esta se encontraba una polvorienta repisa con unos cuantos libros encima.
El resto del lugar podía resumirse en polvo, tapices mal cuidados y una mesa circular en el centro del lugar con siete sillas plegables a su alrededor.
De la mesa colgaba un largo mantel que brillaba en un color carmesí, y sobre una de las sillas se hallaba sentada una mujer. Ella tenía facciones adustas, su rostro era inexpresivo y sus ojos azules quisquillosos, su pelo era una maraña de mechones castaños y sus dedos eran largos y sostenían una baraja de cartas entre ellos.
—¿Qué los trae por aquí? —cuestionó la mujer desconocida.
Aaron enarcó una ceja.
—Creía que eras vidente, ¿no sabes eso ya? —preguntó el niño, y Amanda inmediatamente lo amonestó con la mirada.
—Cállate —siseó ella.
La mujer con la baraja de cartas soltó una suave risa.
—Soy vidente, pero no lo sé todo, hace tiempo que me retiré del negocio —respondió con ligereza.
Al menos eso explicaba lo vacío que estaba ese local, pensó Vladímir, además de la falta de superstición material, pues estaba seguro de que esta era necesaria en un sitio como aquel.
—Hemos venido por un asunto diferente al usual —aseveró Amanda. Se volvió hacia los niños—. Olvidé presentarnos, yo soy Amanda. Niños, ella es Shelley. Shelley, ellos son Vladímir y sus amigos.
Shelley inclinó la cabeza hacia ellos con una sombra de sonrisa asomando por la comisura de sus labios.
—Es un placer, aunque aún no me han dicho qué es lo que buscan exactamente.
Amanda pareció ponerse algo incómoda y carraspeó con la garganta.
—Bueno... Nos preguntábamos si era posible que pudieras enseñarle algo a Vladímir.
Shelley parpadeó con cierto desconcierto.
—¿Enseñarle? Pero si no soy profesora.
—Lo que nos gustaría que le enseñaras no son los temas usuales... Sino más bien algo un poco más complejo.
—Pues habla, Amanda, no tengo todo el día.
—Queremos que le muestres el control de la mente.
—¿Qué? No, lo siento, ya me retiré de eso.
—Pero...
—¡Ni hablar! No planeo volver a esa vieja vida, he pasado página y estoy mucho mejor donde estoy. Vayan con alguien más que sí quiera ayudarlos.
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El Último Superhéroe © [COMPLETA]
FantasyEllos son una asociación secreta dedicada a borrar de la faz de la tierra a los "superhéroes" con el pretexto de evitar lo que ya está escrito a suceder: su transformación al lado oscuro y el abuso de sus poderes. Él es un niño de diez años que lo...