Capítulo 8

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Octubre 2014, Nueva York, Jace.

—Buenas tardes, señor Morgenstern. ¿Está Clary? —preguntó el joven acompañado de su mejor amiga.

—Oh, Jace. Clary está castigada, no puede verse con nadie —respondió el hombre.

—Pasó una semana, creímos que ya no lo está —habló la morocha.

Valentine observó a los dos chicos por unos cortos segundos, como si estuviera pensando alguna excusa, pero suspiró y asintió con la cabeza.

—Entren y esperen unos minutos.

Jace e Isabelle estaban sentados en el sillón esperando a que aquella cabellera roja aparezca. Habrán pasado veinte minutos y unos pasos se escuchan bajar la gran escalera. Jace posó sus ojos en los de ellas y supo que lo que decía Isabelle era verdad, Clary no parecía ella, aunque trate de ocultarse en una sonrisa. Sus ojos verdes se veían cansados, con bolsas dejado de ellos. Sus mejillas estaban más marcadas, como si hubiera bajado de peso, y su piel parecía más opaca. Más apagada.
Jace estaba muy preocupado, se le notaba en su rostro. Se acercó a ella y la abrazó. Un abrazo reconstructor. De esos que sanan todas las heridas abiertas. Clary tardó segundos en reaccionar, pero lo hizo, le devolvió su abrazó. Sonrió y era esa una verdadera sonrisa. Miró a su amiga y le saludó por lo bajo.
Los tres caminaban por las calles en silencio, ninguno había hablado. El viento fresco de octubre chocaba en los rostros de los jóvenes haciendo que sus cabellos vuelen por todos lados. Clary no estaba bien abrigada que digamos, llevaba un suéter de peluche color marrón y unos vaqueros con roturas grandes. Jace había notado que su amiga sentía fría así que acomodó su campera de cuero negra sobre sus hombros y le regaló una sonrisa. La pelirroja sonrió y entrelazó su fría mano con la de él.
Isabelle se había percatado de esa pequeña acción y sonrió para sus adentros.
Finalmente llegaron al centro comercial en donde buscaron lugar disponible en una cafetería. Isabelle decidió ir a ordenar a la caja y darles espacio a sus amigos.

—¿Me quieres contar?

—¿Contar qué, Jace? —preguntó seriamente Clary mientras esperaba a Isabelle.

—Contarme qué está sucediendo en tu casa, Clary —tomó su mano y la acarició—. Estoy preocupado por ti, no te ves nada bien.

—No quiero hablar sobre eso, Jace —respondió cabizbaja.

Jace acercó su silla a la de ella y la envolvió en sus fuertes brazos acariciando su cabello rojo fuego.

—Sabes que para lo que necesites estoy, ¿no?

—Sí, lo sé. Gracias, Jace —sonrió.

Clary y Jace estuvieron un rato largo charlando y riendo sobre tonterías hasta que llegó Isabelle con las órdenes. Un café latte para Clary; un café macchiato con un muffin de chocolate para Jace; y un batido de dulce de leche para Isabelle junto a dos cruasanes.
Clary parecía más animada con ellos, al parecer se había despejado más con sus amigos. Estaba más contenta, como si la luz que lleva dentro no se hubiera apagado en ningún momento. Jace estaba sentado a su lado y acariciaba su hombro mientras Isabelle quien estaba frente a ellos hablaba sobre famosos, prendas de vestir y maquillaje. Entre otras cosas claro. La pelirroja le prestaba atención, pero también estaba atenta a las caricias de Jace, cada cierto minuto ambos se miraban a los ojos y sonreían. Cualquiera que estuviera en la cafetería pensaría que son pareja.
Luego de una maravillosa tarde, los chicos acompañaron a Clary a su casa sin antes despedirse con un abrazo y susurrarle que si necesita algo no dude en llamar. La chica asintió con la cabeza para después desaparecer por la gran puerta de la entrada.
Jace llevó a Isabelle a su casa y volvió a trotes a la suya en donde su madre lo esperaba en la sala con una sonrisa mientras leía un libro. Al parecer lo llevaba esperando rato largo.

Secretos en lo profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora