Capítulo 10

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Octubre 2014, Nueva York, Jace.

Jace trataba de mantener su voz neutra en la mesa, pero le era difícil luego de estar a muy pocos centímetros de los rosados labios de Clary. Aún no podía comprender cómo es que su madre terminó antes la cena, ¿no pudo tardarse un poco más? Si hubiera sido así, Jace hubiera probado los labios de Clary que tanto anhelaba. La observó de reojo y notó que la chica también estaba un poco incómoda por la situación, pero sabía cómo disimularlo, además su padre hacia chistes y ella disfrutaba de ellos. Volvió sus ojos a la porción de pizza para darle otro mordisco pero se percató de que sólo le quedaba el borde, de lo muy nervioso que estaba no se daba cuenta de lo rápido que las acababa, o cuantas iba comiéndose.
Tomó otra y le dio una buena mordida, su madre lo miraba extrañada, nunca había visto a su hijo actuar de esa forma. Enojado, decepcionado, nervioso e incómodo.

—Jace, hijo, estas comiéndote toda la pizza. Déjale a Clary también.

—Oh, no se preocupe por mí. Ya estoy llena —sonrió.

Jace la miró y se preguntaba a qué escuela de teatro habrá ido para actuar tranquilamente normal. Sus ojos verdes contenían gotas de sedante, sus labios no emitían ningún gesto nervioso y sus manos se movían con una fluidez muy tranquila. A lo mejor, sus piernas estaban inquietas, pensó Jace. Discretamente bajó la mirada al suelo y notó que estaban completamente quietas, parecían adormecidas.
Recordó que tendría que llevarla a su casa luego y eso le generó más estrés. Nunca comprenderá cómo es que una chica hermosa como Clary lo ha puesto en aquella situación. Jace Herondale no actuaba como un chico nerd con nadie, absolutamente con nadie, menos con mujeres. Pero, Clary era especial, antes sus ojos ella era perfecta. Distinta a las demás y eso hacía que lo volviera loco.

—Compramos helado cuando Jace dijo que vendrías —habló Stephen con dulzura.

—Recordamos que te debíamos el postre de aquella cena en el restaurante —sonrió Céline.

—No debieron —rió Clary—. No era necesario.

—Sí lo era. ¿Jace, te sientes bien? Has estado muy callado —dijo su padre.

—Estoy bien, sólo pensaba.

—¿En qué?

Jace volvió a clavar sus ojos en la pelirroja quien bebía un poco de su gaseosa y se dirigió a su padre.

—En la escuela. No quiero ir mañana.

—¿Cuál es el motivo? —preguntó Céline.

—Alec e Izzy no irán.

—Pero tienes a otros amigos...

—No los hago llamar amigos, son sólo para pasar tiempo —lo interrumpió a su padre.

—Bien —suspiró—, déjame pensarlo.

—Jace, ve a buscar el helado y los potes —ordenó su madre amablemente.

—¿Te ayudo?

—No, gracias, Clary —dijo y se levantó de su asiento para ir directo a la cocina.

Clary ignoró su respuesta y fue tras él a pequeños trotes.

—Nunca haces caso, ¿verdad? —preguntó Jace al escucharla detrás de él.

—¿Qué sucede?

—Nada, Clary —respondió sin ánimos mientras sacaba el helado del congelador.

—Jace, no puedes mentirme —rodó los ojos.

—¿Cómo haces para actuar como si nada hubiese pasado? —dejó el recipiente sobre la mesada y se paró frente a ella.

Secretos en lo profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora