—¡Buenos días! ¿Está Raquel despierta? —dijo Marcos asomándose por la puerta y saludando a los abuelos de Raquel que estaban sentados en el salón.
—Sí, se está duchando —respondió la abuela bastante contenta de volver a verlo —. Pasa si quieres y la esperas en su cuarto.
—¡Vale! Muchas gracias —respondió mientras entraba al piso —. Por cierto, soy Marcos, el nieto de Conchi —le dijo educadamente al abuelo.
—Un placer Marcos. Que chico más educado —respondió sorprendido —. Yo soy Antonio, el abuelo de Raquel.
—Es un placer. Bueno, me voy a esperarla al cuarto.
Cuando Raquel fue a su cuarto, ya duchada y vestida con su camiseta de pijama amarilla llena de estrellas blancas y sus pantalones a juego lleno de rallas amarillas de distintas tonalidades, no pudo evitar que se le escapara un chillido.
—¡Aaaah! —gritó mientras daba un paso en falso y se daba con el alfeizar de la puerta, lo que provocó que se cayera —. ¿Qué haces aquí?
—¿No te acuerdas? Te dije que hoy iba a venir para poder seguir leyendo juntos el libro —le respondió mientras se acercaba a ella y la ayudaba a levantarse —. ¿Estás bien? Te has dado un bueno golpe —dijo mientras se reía.
—¡No tiene gracia! —y empezó a llorar.
—Si tú lo dices —dijo poco convencido —. No sé cómo lo hago, pero siempre que te veo hago que llores, vas a hacer que me sienta mal, así que para por favor.
—Vale, lo siento —dijo mientras se secaba las lágrimas —. ¿Cómo es que estás despierto tan temprano y con tanta energía?
—¡Fui con mi abuelo al mercadillo! —dijo entusiasmado —. Es un sitio muy divertido y hay muchas cosas, si quieres te invito la próxima vez que vayamos —hizo una breve pausa —. ¡Por cierto! Te compré algo.
Empezó a trastear en la mochila que había traído consigo. Sacó un libro de El rey león, un action man, una bolsa de golosinas, una botella pequeña de agua... Raquel estaba intrigada. ¿Era cierto que le había comprado algo? Normalmente solo recibía regalos en navidades y en su cumple, así que se le notó en la cara que estaba bastante emocionada.
—¡Lo encontré! —dijo sacando una cajita en vuelta en papel de regalo —. Toma, para ti. Pedí que lo envolvieran para que quedara más bonito.
Raquel se puso colorada. Cogió el regalo y empezó a desenvolverlo con mucho cuidado. El papel que lo envolvía era amarillo y estaba lleno de conejitos blancos. Era muy bonito. No quería romperlo. Quería quedárselo. Cuando lo desenvolvió puso el papel encima de la mesa y sacó el contenido de la caja. Era una diadema, tan amarilla como sus botas de agua.
—¿Te gusta? —respondió al ver su cara —. Ayer te estabas apartando el pelo de la cara todo el rato y te molestaba al leer, ahora no tendrás ese problema. Además es amarilla, como tu pelo, tu abrigo, tus botas... y ya veo que como tu pijama también... ¿Es tu color favorito? El mío es el azul... y, bueno, también el negro.
—Gracias, pero es que yo no uso diademas —le comentó tímidamente.
—¿¡Cómo que no!? —dijo furioso mientras le quitaba la diadema y se la ponía —. Mira que bien te queda —la agarró del brazo y la llevó al espejo del pasillo —. Así ves mejor y yo puedo ver mejor esos ojos tan... tan... ¡tan bonitos! Que tienes.
Se miró al espejo y por un momento pensó que era cierto, que sus ojos sí eran bonitos. Sonrió.
—Vamos a seguir leyendo —la llevó otra vez de la mano al cuarto y abrió el libro por el capítulo dos —. Por cierto, me he dado cuenta de algo injusto.
—¿Injusto? —preguntó extrañada mientras se sentaba.
—En el primer capítulo, donde ponía "poner aquí tu nombre" decidimos poner el tuyo ya que la protagonista es una princesa, y por eso es algo injusto —dijo muy serio.
—¿Quieres ser la princesa? —dijo entre risas.
—¡No! —respondió rápidamente —. Pero me gustaría ser también un personaje del libro, como tú, así es más divertido... esto... ¿Qué tal si le ponemos al caballero de brillante armadura mi nombre? Es el que vive la aventura con la princesa, su mejor amigo, así podríamos imaginarnos que nosotros dos somos los que viven el cuento —la miró buscando una respuesta —. ¿Y bien? ¿Estás de acuerdo?
—Vale, me parece bien.
—¡Pues empecemos! Como ayer, cada uno lee una línea, empiezo yo.
Y siguieron leyendo hasta que acabaron el segundo capítulo. Se hizo la hora del almuerzo y Marcos se quedó a comer con Raquel. Había pasta a la boloñesa, su comida favorita, era imposible decirle que no a eso. Más tarde, Antonio los bajó al parque para que jugaran. Se pusieron a imaginarse que eran la princesa y el caballero del cuento, que galopaban por el reino en sus caballos y que luchaban contra criaturas desconocidas.
—Nos vemos mañana, ¿vale? —le dijo Marcos a Raquel mientras entraba en el piso de sus abuelos.
—¡Valee! —le respondió bastante animaba mientras daba saltitos de alegría con sus botas amarillas como el sol, su abrigo amarillo pastel y su nueva diadema —. Buenas noches Marcos.
—Buenas noches ojitos bonitos.
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Tú eres mi princesa y yo tu caballero
Teen FictionRaquel es una joven adolescente tímida, callada y reservada. Durante las vacaciones de Navidad viaja al antiguo pueblo de sus abuelos, en donde los recuerdos la empiezan a inundar y esa armadura con la que se protege se empieza a desvanecer. ¿Será c...