Al lado, una rosa

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—¿Y qué te vas a poner esta noche? —preguntó Laura mientras su amiga le hacía las uñas.

—Cualquier cosa, un pantalón, un abrigo... quiero estar cómoda, ¿sabes? —respondió Raquel.

—Para la cabalgata no, estúpida, digo para más tarde, para la cena.

—Pues lo mismo, es en su piso, no me voy a arreglar para estar ahí. De hecho, me estoy planteando hasta llevarme el pijama y ponérmelo —dijo parando con las uñas y mirándola con cara de sorpresa.

—¡Pero tía! ¿¡No lo entiendes?! —gritó frustrada.

—¿Qué no entiendo qué?

—Nada, déjalo, no tienes remedio...

—¡Ya está! Ahora no te las toques en unos dos minutos, ¿vale? Paso de tener que arreglártelas.

Raquel había pasado la noche anterior en casa de Laura y desde temprano se pusieron a quitarse el bigote, retocarse las cejas y arreglarse las uñas. Esta vez habían renunciado a utilizar la mascarilla de la última vez, no valía la pena sufrir tanto.

A la noche habían quedado con sus respectivos chicos para ver la cabalgata y Raquel había conseguido convencer a sus padres de que iba a pasar los reyes con sus amigos y de que volvería al día siguiente para comer el rosco. A los padres les molestó un poco que ella no quisiera pasar ese día con ellos, que no estuviera por la mañana para abrir todos juntos los regalos en familia. Pero por otro lado sabían que ella no tenía amigos en la ciudad y que solo le quedaban un par de días para disfrutar con los que había hecho en el pueblo. Por eso cedieron.

—Chicas, el almuerzo está listo. Y déjense ya de tanta chorrada, vosotras ya sois hermosas —dijo la madre de Laura cuando fue a la habitación a avisarlas.

—¡Pero aún no se me han secado las uñas!

—¡Pues sopla, hija, sopla!

—¡Podrías haber calentado las lentejas más tarde! —respondió indignada.

—Uy sí, discúlpeme, la próxima vez le preguntaré a su majestad cuando le viene bien comer —decía mientras se alejaba —. No eres la única que tiene cosas que hacer, yo tengo cita en la peluquería ahora, así que o te lo comes ahora o lo calientas luego otra vez, a ver qué tal te queda.

Comieron juntas, Laura con mucho cuidado de no estropearse las uñas, y al acabar se despidieron para verse más tarde donde siempre. Al llegar a su casa, Raquel se duchó y se puso a ver Pretty Woman con sus padres. Al acabar, se vistió con unos tejanos de talle alto, una camiseta de los ramones y sus botas negras. Se añadió un collar choker con unas argollas, se maquilló un poco, cogió su abrigo y salió directa al ascensor, donde ya la estaba esperando Marcos.

—¿Labios negros? ¿Cómo esperas que te bese así? —dijo indignado.

—No pensé en eso la verdad, pero supongo que nada de besos por ahora —dijo mientras le saludaba con dos besos y un abrazo.

Darío y Raquel ya los estaban esperando cuando ellos llegaron, él había ido a buscarla para asegurarse de que no llegara tarde.

Vieron la cabalgata desde un buen sitio. No tenía que ver con las últimas que había visto Raquel en su ciudad, esta era una de pueblo, mucho más pequeña y con carrozas no tan grandes, pero tenía el encanto de que era más familiar, todos se conocían entre todos al ser un pueblo pequeño y no paraban de saludarse.

Al acabar, fueron corriendo a la plaza para ver una pequeña obra de teatro que hacían todos los años y de la que todo el pueblo se conocía el guion de memoria. Era la típica historia de la María y José buscando una posada, dando a luz al niño Jesús, los pastores llevando regalos y al final los Reyes Magos.

Tú eres mi princesa y yo tu caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora