Marcos

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Iba caminando por la calle escuchando música y cargado con las bolsas de la compra cuando de repente vi a una chica andando distraída mirando al suelo. Sin ella saberlo se estaba dirigiendo inconscientemente a una farola, y el golpe parecía inevitable. Intenté acercarme rápido a ella para advertirle pero se golpeó justo cuando yo estaba ya apunto de avisarla. Solté las bolsas y la ayudé a levantarse del suelo. Preocupado por el golpe la llevé a un banco para que se recuperara.

Era curioso, en el momento de sujetarla me vino a la mente el recuerdo de una vieja amiga de la infancia con la que perdí el contacto años atrás, por ello no pude evitar preguntarme porqué esa chica había evocado esa sensación en mí. ¿Sería ella? Imposible, un cabello rubio ceniza y unos ojos castaños. Nada que ver con su vieja amiga.

Tuve otro percance similar un poco más tarde ese mismo día, y esa misma noche me volví a topar con ella. Estaba leyendo tranquilamente en mi piso cuando alguien llamó al timbre. Abrí la puerta y ahí estaba ella, con unos pantalones azules y una camisa blanca muy sutil que dejaba entrever su silueta, aunque ella se tapó después con ayuda del pelo y sus brazos. Me sorprendió verla otra vez, tres veces en un mismo día. Quería sal, se la di sin problemas, y pude comprobar de nuevo que sus ojos eran castaños y, para mi sorpresa, que vivía justo al lado, en el piso de mi vieja amiga.

Por un lado no podía evitar que me recordara a ella a pesar de los años. Es decir, esa timidez, esa forma de hablar tan introvertida que evitaba el contacto visual, el timbre de voz que utilizaba, las botas amarillas... y lo patosa que me había demostrado que era también daban puntos a que fuese ella. Pero ese color de pelo no cuadraba, y aunque bien es cierto que el pelo se puede teñir, los ojos no, y esos ojos no eran los que yo recordaba.

Cerré la puerta, abandoné mi lectura y calenté algo de comida que me había sobrado del almuerzo en el microondas mientras acariciaba a mi gata. Se llamaba Piti, como su madre. Y a partir de entonces, cada vez que volvía a casa, le hablaba de la chica que me recordaba a la dueña de su madre y de la que no podía evitar sentir una gran atracción, y con la que no podía evitar encontrarme casi todos los días.

La volví a ver al día siguiente. No paraba de cruzarse en mi camino, y para mí eso eran señales. Me devolvió la sal justo cuando iba a salir a desayunar con unos amigos, me fijé en que ella también iba a ir a alguna parte, y como creía que no conocía a nadie y que probablemente iba a hacer algún recado la invité a desayunar conmigo y mis amigos.

Ella se negaba, incluso me amenazó con llamar a la policía, y era muy gracioso, porque mientras íbamos caminando por esas calles intrincadas del pueblo llegamos justo a la cafetería en la que había quedado, así que la agarré del brazo y la presenté. Sin embargo, ella se fue y me sentí mal por ello. Es decir, me sentí mal porque tenía la sensación de que la había hecho vivir un momento muy incómodo, cuando solo quería hacer justo lo contrario.

Esa noche cené solo. Sí, pasé una Noche Buena solo. La verdad es que duele, pero desde la muerte de mis abuelos siempre ha sido así. Me suelen invitar a cenar a casa de alguien para no estar solo, pero no podía, prefería cenar a solas, con la última fotografía que tenía de todos juntos en la mesa, pensando que mis padres y mis abuelos me estaban acompañando.

Al acercarse la hora en la que había quedado me preparé y salí de mi piso. Miré a mi derecha, en el fondo deseaba que la puerta se abriera y toparme con ella otra vez, pero no sucedió. No obstante, tuve la suerte de verla más adelante. No iba vestida como suelen ir las chicas cuando salen por estas fechas, ella era más sencilla y la verdad es que eso me gustó.

La saludé y la piqué un rato. Se picaba tan rápido que era inevitable resistirse, pero al poco escuche una voz gritando lo que al parecer era su nombre. Por lo visto no estaba sola en el pueblo y sí que conocía a alguien, eso me calmó y me despedí con la esperanza de volver a verla, como no parábamos de toparnos mañana, tarde y noche, había muchas posibilidades de que pasara.

Tú eres mi princesa y yo tu caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora