Cuando se bajaron del ascensor fueron directos al piso de Marcos. Fue un acto inconsciente, iban sujetos de la mano y se dejaron llevar por la emoción. Se quitaron el abrigo y lo colgaron en la entrada, Marcos fue a cambiarse de ropa y cuando volvió le ofreció a Raquel un chándal para que se cambiara también y así estuviera más cómoda.
En lo que ella se cambiaba en el baño, él se puso a preparar un chocolate caliente, que ya estaba listo y servido en la mesita del salón cuando ella volvió.
—¿Dónde puedo dejar el mono? —preguntó.
—Ponlo en la silla mismo, no pasa nada —respondió con una sonrisa mientras esperaba que ella se sentara.
Raquel se sentó y se acomodó en el sillón, pero a pesar de saber quién era, haberlo besado, de ponerse un chándal suyo, y de haber entrado con él en su piso sin pensarlo, se sentó en el extremo contrario del sillón.
—Preparé un chocolate caliente —dijo intentando romper el hielo que creía que se acababa de formar —. No seas tímida, cógelo.
—Vale, gracias... —murmuraba mientras se estiraba para coger la taza.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado —. ¿Quieres que vayamos a urgencias o algo? ¿Quieres ir a denunciar lo sucedido? Yo te acompaño sin problema.
—No, no, no es necesario, no me pasa nada
—Es que te has puesto... no sé, como rara de un momento a otro —comentaba.
—Es solo que la situación se me ha vuelto un poco extraña de repente.
—Sí, la verdad que lo es, pero estoy feliz de que haya pasado y volver a verte y todo, tenemos tanto de que hablar, tantas cosas que contarnos...
Ella le miró, le gustaría compartir su emoción. Por un lado estaba feliz, por otro lado se sentía como una extraña en una casa ajena con un desconocido.
—¿Por qué has sido tan distante conmigo todo este tiempo? —preguntó Marcos sin rodeos.
—No sé... para mí solo eras un extraño que se estaba intentando acercar a mí por la cara y me hacías sentir muy, pero que muy incómoda.
—¿Y cómo esperabas que nos hiciéramos amigos? Quiero decir, así es como va la cosa, dos extraños que no se conocen y ponen su granito de arena para conocerse, aunque en este caso era solo yo.
—Yo no hago esas cosas, así que... para mí era extraño —dijo avergonzada y poniéndose colorada mientras Marcos se acercaba un poco más a ella y ponía una mano sobre su rodilla.
—¿El qué no haces? ¿Amigos? ¿Todavía...? —no se atrevió a terminar la pregunta.
—Sí, todavía — respondió Raquel ya que sabía perfectamente a lo que se refería.
—Te han tenido que hacer mucho daño entonces para que sea así... —dijo mientras notaba que su corazón se empequeñecía —. Pero, ¿y la chica con la que te sueles ver?
—La conocí aquí. Se me acercó mientras leía y se puso a hablarme de libros... Y no sé, me pareció simpática, me dio su número y me llamó para salir y desde entonces... Que no es que se diga mucho tiempo, pero bueno.
—Está bien, así se empieza — hizo una breve pausa —. Entonces, ¿el motivo por el que no te caí bien desde el principio es porque no empecé una conversación contigo hablando de libros? Qué fuerte —y se empezó a reír.
A Raquel también le hizo gracia y no pudo evitar reírse con él.
—¿Cómo es que ahora vives aquí? Recuerdo que tus abuelos vendieron el piso —preguntó ella con bastante curiosidad y acercándose esta vez ella a él.
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Tú eres mi princesa y yo tu caballero
Teen FictionRaquel es una joven adolescente tímida, callada y reservada. Durante las vacaciones de Navidad viaja al antiguo pueblo de sus abuelos, en donde los recuerdos la empiezan a inundar y esa armadura con la que se protege se empieza a desvanecer. ¿Será c...